26 de febrero de 2017

Los abejorros pueden aprender tareas de sus semejantes

Los abejorros pueden aprender tareas que no hacen en la Naturaleza de semejantes adiestrados y optimizarlas al realizarlas.

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En NeoFronteras hemos visto numerosas noticias acerca de las abejas y abejorros. Desde su capacidad para recocer rostros humanos a unas supuestas emociones que parecen poseer.

Sin duda son seres que, para su tamaño, parece muy inteligentes, pues son capaces de realizar muchas tareas, tanto en su ambiente natural como en el laboratorio. Pero las tareas que hasta ahora se les había obligado a realizar en ese ambiente controlado del laboratorio no distaban mucho de las que realizan en la Naturaleza. Así, por ejemplo, este tipo de insectos pueden tirar de una cuerdecita o palanca para llegar a una flor artificial y así conseguir su líquido azucarado. Como en la Naturaleza consiguen néctar de las flores de modo parecido, esta tarea no está alejada de la que hacen normalmente.

Ahora, por primera vez, han conseguido que unos abejorros (Bombus terrestris) jueguen con una pelota para así conseguir una recompensa en forma de líquido azucarado.

El estudio sugiere que las especies cuyos estilos de vida demandan habilidades de aprendizaje avanzadas pueden aprender tareas o comportamientos completamente nuevos si hay presión ecológica.

"Nuestro estudio pone el último clavo en el ataúd de la idea de que los cerebros pequeños restringen a los insectos de tal modo que su flexibilidad en el comportamiento esté limitada y que sólo tiene habilidad para el aprendizaje simple", dice Lars Chittka (Queen Mary University of London).

En estudios previos se había visto que los abejorros pueden resolver una amplia gama de tareas cognitivas, pero estas se parecían a las tareas que estos insectos realizaban en su medio natural para obtener alimento.

Este estudio examina la flexibilidad en el comportamiento de estos insectos a la hora de realiza tareas que, de forma natural, no es realizada por ellos. La idea era explorar los límites cognitivos de los abejorros mediante pruebas en las que se comprobaba si podían manipular objetos no naturales con los que nunca se habían encontrado.

Así que se propusieron comprobar si estos insectos podían mover una pelota sobre una plataforma hacia un sitio en específico en concreto para así recibir una recompensa en forma de agua azucarada.

Para ello algunos abejorros fueron adiestrados primero mediante colegas de plástico manipulados por los investigadores y que así supieran la posición correcta de la pelota, que era el centro de la plataforma, que proporcionaba el premio. Este premio sólo lo podían obtener si una pelota específica era llevada mediante desplazamiento a ese lugar por los abejorros.

El resto de los abejorros aprendían a realizar la tarea de tres modos distintos: viendo a otros ya entrenados realizarla, viendo a la bola moverse hasta el lugar mediante una acción fantasma realizada con un imán y no recibiendo ninguna demostración, sino encontrándose la bola en el centro de la plataforma junto a su recompensa.

Los primeros fueron más eficientes a la hora de aprender la tarea que los segundas y terceros, con una eficacia cercana la 100%. Los segundos fueron peores que los primeros, pero mejores que los últimos. En este punto se puede afirmar que la información social ayudó tremendamente a los abejorros a aprender. Finalmente, los últimos tuvieron éxito sólo en un 30% de las ocasiones.

"Los abejorros resolvieron la tarea de diferente manera que el modo en el que se hacia la demostración, lo que sugiere que los abejorros observadores no copiaron simplemente los que vieron, sino que lo mejoraron. Esto muestra una notable cantidad de flexibilidad cognitiva, especialmente para un insecto", dice Olli J. Loukola, líder del estudio de Queen Mary University of London.

Según Loukola este comportamiento podría cumplir los criterios de la definición de uso de herramientas, que normalmente está reservado a animales mucho más avanzados, como primates y cuervos.

En las demostraciones los investigadores dispusieron tres pelotas amarillas a distintas distancias del centro de la plataforma. Los abejorros adiestrados siempre movieron la pelota más lejana y siempre desde la misma localización, pues habían sido adiestrados de ese modo, pues el resto estaban fijas durante su entrenamiento y no se podían mover. Los abejorros observadores no adiestrados tuvieron tres oportunidades para ver cómo realizaban de esa manera la tarea sus compañeros adiestrados.

Estos abejorros aprendieron de ese modo a realizar la tarea, pero en lugar de elegir la pelota más lejana, escogían la más cercana, ya que en esta batería de pruebas sí se podían mover todas ellas. No copiaban ciegamente, sino que hicieron la tarea mejor. En otras pruebas los abejorros movieron pelotas de diferentes colores al de las pelotas con las que se habían encontrado.

A este comportamiento se le podría denominar "emulación de meta" o, lo que es lo mismo, la realización de acciones para la consecución de una meta en lugar de la mera imitación, lo que es bastante sofisticado.

Parece ser que los abejorros, al igual que otros animales, tienen la capacidad cognitiva de resolver este tipo de tareas complejas, pero lo harán sólo si la presión ambiental es ejercida hacia la necesidad de semejante comportamiento.

Los cerebros pequeños no son necesariamente simples y, al menos en este caso, pueden conseguir mucho más de lo que imaginábamos.

Quizás, los mismos mecanismos cerebrales que permiten este tipo de comportamiento complejo estén tanto en cerebros muy pequeños, como el de algunos insectos, como en el de los vertebrados. Puede que el uso de herramientas no requiera de tanto poder cerebral como imaginamos y que la principal limitación a la hora de investigar los procesos cognitivos de los insectos sea la creatividad humana, sobre todo cuando es increíblemente difícil imaginar cómo los abejorros experimentan el mundo.

Repasemos un poco el significado de todos esto. Un insecto con un cerebro minúsculo es capaz de realizar una tarea novedosa aprendiéndola de sus semejantes y optimizándola, todo ello en un ambiente totalmente distinto al natural. Es absolutamente sorprendente.

Ni con tota la potencia de cálculo de la que dispone, el ser humano ha llegado a emular algo así. Aunque las redes neuronales y de aprendizaje profundo han tenido mucho éxito en los últimos años, todavía un computador no puede realizar una tarea tan "sencilla" como la que realizan estos insectos.

El resultado podría ser interesante en el estudio de la inteligencia artificial para proyectos en los que se trata de imitar el cerebro de los insectos para realizar tareas complejas con muy poco hardware.

Por último, recordemos el peligro en el que se encuentran estos importantes polinizadores debido, entre otras cosas, al uso de insecticidas de nueva generación por parte del ser humano.

Copyleft: atribuir con enlace a http://bit.ly/2l1fib2

Fuentes y referencias:
Artículo original
Reconocimiento facial en las abejas.
¿Poseen los abejorros emociones?
Foto: Iida Loukola




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