13 de febrero de 2018

El peligro de los ecosistemas cerrados en el Internet de las Cosas

El asistente personal Google Home

Estamos avanzando con rapidez a un futuro lleno de dispositivos conectados en nuestras casas. Ya están conectadas cosas como la tele, las luces, los enchufes o nuestro termostato. Pero esto va a ir cada vez a más, y no va a quedar ningún electrodoméstico o elemento de nuestra casa sin conectar. Neveras, lavadoras, lavavajillas, cepillos de dientes…

Estamos corriendo mucho para conectarlo todo, pero no estamos pensando tanto el cómo hacerlo. Más allá de la seguridad, un campo que va a ser elemental en el Internet de las Cosas durante los próximos años. Uno de los puntos de unión de todos estos dispositivos conectados van a ser los asistentes de voz, como Google Assistant o Alexa. Y aquí es donde está el problema.

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Con dispositivos como los Google Home o los Amazon Echo ya podemos colocar un asistente de voz en nuestra casa. Y estos asistentes ya se han empezado a conectar a los dispositivos con Internet de nuestra casa. Por ejemplo, si tenemos bombillas inteligentes, lo más probable es que podamos encenderlas o apagarlas usando la voz.

El posible problema de los ecosistemas cerrados

El problema es que la gente comenzará a construir su hogar conectado en base a un asistente, o a un ecosistema. La gente podrá escoger entre las conexiones de Google Assistant, Alexa y sus habilidades, o la conexión de Siri con HomeKit de Apple. Y a partir de ahí comenzará a comprar dispositivos compatibles con su sistema, funcionando todos en conjunto.

Google Home, el asistente por voz para el hogar

¿Pero qué ocurre si queremos cambiar de asistente? Quizás nos deja de convencer Assistant y queremos probar Alexa. Puede que en algunos casos nos bastase con cambiar el altavoz con el asistente; desconectar el Google Home y conectar un Amazon Echo. ¿Pero qué pasa con todo lo que ya teníamos conectado de una forma u otra a Assistant?

Quizás tengamos dispositivos que se puedan conectar a varios asistentes, y que sea un mero cambio de configuración en cada dispositivo. Un poco pesado, pero nada del otro mundo. ¿Y si uno de los dispositivos conectados sólo funciona con Google Home, y no tiene conexión con Alexa? ¿Tenemos que comprar uno nuevo que sí hable con Alexa para seguir usándolo?

¿Qué pasará con los usuarios?

Como ejemplos tenemos a Nest, propiedad de Google. Sus dispositivos tienen conexión con Alexa y Google Assistant, pero no con Siri. Con WeMo de Belkin pasa lo mismo, aunque la compañía ya tiene planes de integrar a Siri en el ecosistema. Por no hablar de LG, que saca productos diferentes según quieras Assistant o Alexa.

La solución sería ecosistemas más abiertos, pero esta situación les viene bien a Amazon o a Google: que tus dispositivos no sean compatibles son más razones para quedarte dentro de un ecosistema. Si no solo tuvieras que cambiar el asistente, sino también algunos de los dispositivos ya conectados, te lo piensas más antes de dar el salto a otro ecosistema.

La nota discordante la pone Sonos con su altavoz conectado, el Sonos One. Se trata de un altavoz muy centrado en la calidad del sonido que cuenta con una peculiaridad: es un altavoz "neutro" que puede tener cualquier asistente. Ahora tiene Alexa, pero pronto se podrá elegir entre ese o Google Assistant. Y ya están hablando con Apple para introducir Siri.

El problema es que no todos los dispositivos serán tan neutros, ya sea por dificultades técnicas o por la influencia de los grandes asistentes. Muchos, cuando monten su casa inteligente, no pensarán tanto en futuros cambios de asistencia. Y esto puede convertirse en un problema si el mercado avanza hacia los ecosistemas cerrados. Aunque todavía tienen que llegar a España, abiertos o cerrados.

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☛ El artículo completo original de David Pérez lo puedes ver aquí

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