Cuando Hernán Cortés montó su asedio final a Tenochtitlan en 1521, los defensores mexicas ofrecieron poca resistencia. Las enfermedades que llegaron con los europeos, en particular la viruela, habían debilitado a los habitantes de aquella parte del planeta, indefensos ante unos patógenos desconocidos. Años antes, en el siglo VII, otro imperio fulgurante, el musulmán, avanzó a lomos de microbios, en este caso de la bacteria que produce la peste y dejó mermados a bizantinos y sasánidas. Dos imperios invencibles durante siglos fueron sustituidos por otros cuyos habitantes resistieron mejor brotes epidémicos inesperados.
]]>☞ El artículo completo original de Daniel Mediavilla lo puedes ver aquí
No hay comentarios.:
Publicar un comentario