Con este nuevo estudio, el documento podría convertirse en el mapa estelar más antiguo jamás registrado, superando incluso al famoso catálogo de Hiparco (130 a. C.), referencia clave en la tradición occidental.
La tecnología al servicio del pasado
El avance fue posible gracias a una técnica moderna de visión computacional llamada Transformada Generalizada de Hough, un método habitualmente usado en procesamiento de imágenes que permite detectar patrones geométricos. Esta herramienta fue aplicada por investigadores del Observatorio Astronómico Nacional de China para comparar las posiciones de las estrellas representadas en el manuscrito con las coordenadas actuales del cielo, ajustando factores como la precesión axial de la Tierra y otras distorsiones típicas en registros antiguos.
Este enfoque permitió validar que muchas de las posiciones estelares del texto chino coinciden con cómo habría sido el cielo nocturno en el siglo IV a. C., lo que confirmó su antigüedad. Es como si hubieran usado un GPS del pasado para situar constelaciones en su lugar correcto.
Un manuscrito con doble vida
Durante mucho tiempo, los expertos no se ponían de acuerdo sobre la cronología del ‘Manual de Shi’. Las posiciones de las estrellas parecían corresponder a distintas épocas, lo que generaba confusión. Sin embargo, el nuevo estudio propone una explicación lógica: el manuscrito fue actualizado en varias etapas.
La versión original pertenecería al siglo IV a. C., en plena época de los Estados Combatientes en China, cuando el astrónomo Shi Shen ya observaba y documentaba el cielo. Siglos después, hacia el año 125 d. C., otro astrónomo de renombre, Zhang Heng, habría revisado y añadido información al texto. Zhang fue una figura clave en la astronomía de la dinastía Han y es conocido por haber desarrollado la esfera armilar.
El resultado es un texto con capas históricas, como si fuera un palimpsesto celeste, en el que cada generación añadió su granito de arena. El mapa no es un simple reflejo del cielo en un momento dado, sino una compilación que abarca varios siglos de observaciones.
¿Más antiguo que Babilonia y Grecia?
Tradicionalmente se ha considerado que las culturas mesopotámicas, en especial la babilónica, y posteriormente la griega, lideraron los primeros esfuerzos sistemáticos en astronomía. De hecho, los textos babilónicos más antiguos sobre estrellas se remontan al siglo VIII a. C., como el tratado Mul-Apin, una tablilla con listas de estrellas y fechas de aparición. Sin embargo, estos documentos carecen de la organización visual y estructurada que caracteriza al Manual de Shi, el cual incluye más de 120 constelaciones organizadas en un diseño coherente del firmamento.
Este rasgo convierte al manuscrito chino en una suerte de mapa estelar propiamente dicho, no sólo en un listado descriptivo. Por eso, aunque los babilonios escribieron antes sobre estrellas, el formato del Manual de Shi lo hace destacar como un precursor de los catálogos modernos.
Implicaciones culturales y científicas
Más allá de la antigüedad del texto, este hallazgo tiene un fuerte componente simbólico. Durante mucho tiempo, los aportes científicos de la antigua China fueron subestimados en los estudios occidentales. Descubrimientos como este ayudan a revalorizar el papel de la astronomía china en la historia universal del conocimiento.
Además, el estudio muestra cómo la inteligencia artificial puede colaborar con la historia para reinterpretar documentos antiguos. Así como un traductor automático puede ayudarnos a entender lenguas perdidas, un algoritmo puede ofrecernos una mirada precisa sobre cómo veían el cielo nuestros antepasados.
El cielo compartido de la humanidad
Este descubrimiento no busca establecer una competencia entre culturas, sino subrayar la diversidad de caminos que la humanidad ha recorrido para entender el universo. El cielo ha sido un lienzo común para todas las civilizaciones, y cada una lo ha interpretado con sus propios símbolos, nombres y constelaciones.
El ‘Manual de las Estrellas del Maestro Shi’ nos recuerda que mucho antes de los telescopios y las misiones espaciales, ya existía una ciencia del cielo basada en la observación cuidadosa, la curiosidad y la transmisión del conocimiento. Hoy, esa sabiduría milenaria vuelve a brillar, como las mismas estrellas que inspiraron a sus autores.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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