24 de julio de 2025

3I/ATLAS y el "bosque oscuro: ¿nos está observando una civilización hostil?

Avi Loeb ha vuelto a hacerlo. El célebre astrofísico de Harvard, que en 2017 ya levantó cejas al proponer que el objeto interestelar ‘Oumuamua podía ser una sonda alienígena, ahora regresa con una afirmación similar (y aún más explosiva): el nuevo visitante del espacio profundo, 3I/ATLAS, podría no ser un cometa, ni un asteroide, sino un artefacto tecnológico extraterrestre. Y no cualquier artefacto: uno que, sugiere, podría incluso tener intenciones hostiles.

El objeto en cuestión fue detectado el 1 de julio de 2025 y se convirtió en el tercer cuerpo interestelar identificado tras ‘Oumuamua y 2I/Borisov. En principio, todo apuntaba a un cometa: trayectoria hiperbólica, leve coma detectada, sin maniobras anómalas. Ya abordé esta fase inicial en un artículo anterior publicado el 9 de julio, titulado «3I-ATLAS: un nuevo viajero interestelar«, donde repasaba los aspectos más técnicos y la importancia del hallazgo. Lo que nos trae ahora de vuelta al tema es la hipótesis, tan llamativa como cuestionada, de Avi Loeb.

Para empezar, su brillo. A la distancia a la que fue descubierto, su luminosidad implicaba (de ser un objeto sólido y no un cometa con envoltura gaseosa) un tamaño de unos 20 kilómetros. Loeb se pregunta: ¿qué probabilidad hay de que justo detectemos un objeto interestelar tan descomunal, cuando antes apenas habíamos visto dos, mucho más pequeños? En su opinión, o el objeto es un cometa con una coma de polvo muy reflectante (y un núcleo pequeño), o estamos ante algo que rompe las estadísticas por completo.

También está la cuestión de su órbita. 3I/ATLAS viaja en una trayectoria retrógrada, pero alineada casi perfectamente con el plano de la eclíptica. La probabilidad de semejante alineación por azar, según sus cálculos, es inferior al 0,2%. Es decir, algo así no debería pasar. Y sin embargo, pasó. Para Loeb, esa alineación podría ser deliberada: una forma de facilitar un sobrevuelo de los planetas del Sistema Solar, como si el objeto estuviera siguiendo una ruta de reconocimiento.

La cosa se complica cuando se analiza el recorrido del visitante. Pasará cerca de Venus, Marte y Júpiter, en un patrón que Loeb califica de extremadamente improbable si fuera fruto del azar. Con esas aproximaciones, especula, una sonda podría desplegar dispositivos secundarios a múltiples mundos. Y como guinda, su perihelio (el punto más cercano al Sol) se producirá justo cuando esté en el lado opuesto al Sol respecto a la Tierra, dificultando su observación desde aquí. Demasiadas casualidades.

¿Y los gases? Porque un cometa, al fin y al cabo, se caracteriza por expulsar materia al acercarse al Sol. Loeb y sus colaboradores señalan que, en sus primeras fases, 3I/ATLAS no mostraba claras señales de emisión de compuestos volátiles. Sin embargo, observaciones posteriores (incluyendo datos del Hubble) han detectado una coma tenue, más consistente con un cometa normal que con una roca inerte. La mayoría de astrónomos coincide en que, a la distancia en que se encuentra, la sublimación de hielos sería muy limitada. Es decir, que el comportamiento observado encaja bien con lo que esperaríamos de un cometa.

Aquí es donde entra en escena el famoso principio: afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Y hasta el momento, las pruebas presentadas por Loeb están lejos de convencer a la comunidad científica. Para muchos, lo que él considera anomalías pueden explicarse por simples coincidencias estadísticas. A fin de cuentas, cuando uno analiza muchos datos, siempre encuentra algún patrón curioso. Eso no significa que haya intencionalidad detrás.

También es cierto que Loeb no es nuevo en estas lides. Su hipótesis sobre ‘Oumuamua fue ampliamente criticada, y sus investigaciones sobre presuntos restos alienígenas en el fondo del Pacífico tampoco salieron airosas del escrutinio. Para algunos, su insistencia en ver inteligencia extraterrestre en cualquier rincón del cielo lo deslegitima. Para otros, al menos cumple una función valiosa: desafiar los paradigmas y obligar a la ciencia a justificarse con datos.

A medida que 3I/ATLAS se acerque al Sol, los telescopios seguirán observándolo. Si es un cometa, debería mostrar una actividad creciente, con una cola más prominente y emisiones volátiles más claras. Si es algo distinto… bueno, lo sabremos. De momento, todo apunta a que estamos ante un cometa interestelar muy interesante, pero natural. Uno más en el largo viaje de nuestro aprendizaje sobre el cosmos.

Aunque, claro, Loeb no estaría de acuerdo. Y quizá, sólo quizá, eso también tiene su valor.



☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí

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