2 de agosto de 2025

Realidad virtual y microgravedad en casa: ¿es posible engañar al sistema vestibular?

¿Qué es el sistema vestibular y por qué es clave en esta discusión?

El sistema vestibular, situado en el oído interno, es como el GPS biológico que nos ayuda a mantener el equilibrio y saber en qué posición está nuestro cuerpo. Funciona detectando los movimientos de la cabeza y los efectos de la gravedad.

En condiciones de microgravedad —como en la Estación Espacial Internacional— este sistema queda «desorientado» porque ya no recibe la información habitual de la gravedad terrestre. En esos entornos, los astronautas dependen más de la vista y de otros sentidos para orientarse.

Lo que puede (y no puede) hacer la realidad virtual

La realidad virtual inmersiva puede simular visualmente entornos sin gravedad: espacios abiertos, objetos flotando, movimientos suaves en el aire. Y aunque esto puede engañar parcialmente al cerebro, el sistema vestibular sigue detectando la gravedad terrestre. Esa falta de coherencia entre lo que ves y lo que sientes es lo que causa el famoso «mareo por simulador» o ciberenfermedad.

Imagina ver una película en la que bajas en una montaña rusa, pero estando quieto en tu sofá. Tu vista te dice que te mueves, pero tu cuerpo no lo siente. Eso provoca una sensación de desequilibrio que, aunque parecida, no es lo mismo que sentir microgravedad.

Simulaciones visuales sí, sensaciones físicas no

Hay juegos como Lone Echo o entornos espaciales para Oculus y otros cascos VR que ofrecen experiencias visuales de gravedad cero. Usan controles para permitir que «flotes» o te desplaces como en el espacio. Pero en el fondo, estás de pie o sentado, y tu oído interno sigue detectando que la gravedad está allí.

Es decir, hay una simulación visual muy lograda, pero no hay un engaño completo al sistema vestibular. Por eso no se puede decir que estés «sintiendo» la microgravedad, sino que simplemente la estás imaginando con apoyo visual y sonoro.

Tecnologías profesionales que sí lo consiguen

En contextos como la NASA, la simulación de microgravedad va mucho más allá. Allí usan sistemas como ARGOS, un armazón mecánico que reduce el peso del astronauta para simular gravedad lunar, marciana o nula. Esto se combina con RV para crear entornos hiperrealistas donde el cuerpo realmente siente un cambio en su carga física.

Incluso existen dispositivos como el GVS (Galvanic Vestibular Stimulation), que aplican pequeñas corrientes eléctricas al sistema vestibular para inducir la sensación de movimiento. Estas tecnologías están en fase de investigación o se utilizan en entornos controlados, pero no están disponibles para uso doméstico.

Aplicaciones actuales para el hogar

La mayoría de las apps de realidad virtual para casa se centran en el entretenimiento, la educación o la simulación de viajes. Algunas permiten explorar la Estación Espacial Internacional o caminar por la Luna. Pero ninguna engaña al sistema vestibular para hacerte sentir ingravidez.

La tecnología de los cascos VR actuales —como Oculus Quest, HTC Vive o PlayStation VR— incluye sensores de movimiento, posicionamiento espacial y audio 3D, pero no integran estimulación física directa al sistema vestibular.

Entonces, ¿por qué sentimos algo parecido al movimiento?

El conflicto entre lo que ves (como flotar en el espacio) y lo que sientes (estar parado) engendra una ilusión parcial de movimiento. Tu cerebro trata de conciliar esa información contradictoria. Por eso, si la simulación está bien lograda y tu cuerpo no se mueve rápidamente, puedes «sentir» que estás flotando, aunque sea una interpretación mental.

Es como ver una película 3D con gafas activas: no puedes tocar lo que ves, pero tu cerebro reacciona como si fuese real. En RV, esto puede ser tan inmersivo que algunos usuarios sienten incluso vértigo, mareo o desorientación.

Lo que podría venir en el futuro

Para que la microgravedad sea realmente simulada en casa, haría falta combinar la RV con dispositivos físicos que modifiquen nuestra sensación de peso o estimulen directamente el sistema vestibular. Tecnologías como el GVS podrían ser parte de esa evolución, pero aún están lejos de estar disponibles para el público general.

También se estudian plataformas que suspenden el cuerpo o exoesqueletos con sensores que dan retroalimentación háptica para dar una sensación de resistencia al movimiento, pero todo esto sigue siendo parte de laboratorios y centros de investigación.

La realidad virtual puede simular microgravedad a nivel visual y auditivo, pero no logra engañar al sistema vestibular de forma completa. El resultado es una experiencia inmersiva, pero limitada, que puede producir sensaciones interesantes, aunque también incomodidad.

Para sentir realmente la ingravidez como en el espacio, aún dependemos de entornos físicos especializados como los vuelos parabólicos o los simuladores profesionales. Mientras tanto, la RV nos permite imaginar y explorar, aunque sin despegar los pies del suelo.




☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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