19 de septiembre de 2025

El estallido de rayos gamma que tiene desconcertados a los astrofísicos

El pasado 2 de julio, mientras la mayoría de nosotros nos preocupábamos por cosas mundanas, los detectores de rayos gamma de la NASA captaron algo que ha puesto cabeza abajo a la comunidad astrofísica. Un estallido de rayos gamma, esos eventos cósmicos brutalmente energéticos que suelen durar apenas unos segundos, decidió comportarse como un niño caprichoso y extender su rabieta durante casi 24 horas completas.


Los científicos le han puesto el nombre provisional GRB 250702B (Gamma Ray Burst y la fecha, para los mas lentos), porque en ciencia son tremendamente creativos con los nombres. Desde entonces no han parado de rascarse la cabeza tratando de entender qué demonios acababa de pasar ahí fuera en el cosmos. El instrumento Fermi de la NASA, junto con el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral, detectaron no uno, sino múltiples picos de emisión de rayos gamma provenientes de la misma región del espacio durante ese período extraordinariamente largo.
Para poner esto en perspectiva, imaginen que están acostumbrados a que los fuegos artificiales duren un par de segundos, y de repente ven uno que explota, se apaga, vuelve a explotar, se apaga otra vez, y así sucesivamente durante un día entero. Eso, básicamente, es lo que ha ocurrido con GRB 250702B, pero en lugar de fuegos artificiales, estamos hablando de explosiones que liberan más energía en unos segundos que nuestro Sol en toda su vida de 10 mil millones de años.
Los estallidos de rayos gamma típicos son eventos de «una sola vez»: algo colapsa, explota, emite una cantidad obscena de radiación gamma durante unos segundos o minutos como mucho, y se acabó la función. Son los eventos más energéticos del universo conocido, generalmente asociados con el colapso de estrellas masivas en agujeros negros o la colisión de dos estrellas de neutrones. Pero este GRB 250702B ha roto todas las reglas del juego.
La fuente se encuentra fuera de nuestra galaxia, lo que significa que estamos observando algo que ocurrió a distancias verdaderamente astronómicas. Y aquí es donde las teorías científicas empiezan a volverse tan especulativas como un guion de ciencia ficción de serie B. Los astrofísicos están barajando la posibilidad de que hayamos presenciado algo realmente exótico: quizás la destrucción de una enana blanca por un agujero negro de masa intermedia, o algún mecanismo de emisión prolongada que simplemente no habíamos observado antes porque nuestros instrumentos no eran lo suficientemente sensibles o no estábamos mirando en el momento adecuado.
Pero aquí es donde las cosas se ponen interesantes para los que nos dedicamos a desmontar afirmaciones dudosas. Porque, como era de esperar, algunos medios han decidido que «estallido de rayos gamma inusual» no vende tanto como «evento cósmico apocalíptico que podría destruir la Tierra». Y claro, ahí tenemos los titulares sensacionalistas hablando de «24 horas de emisión continua» como si fuera un láser cósmico apuntando directamente a nuestro planeta.
La realidad es bastante más mundana, aunque no menos fascinante. Primero, cuando los científicos hablan de «casi 24 horas de actividad», no se refieren necesariamente a una emisión continua e ininterrumpida durante todo ese tiempo. Los datos sugieren más bien varias ráfagas espaciadas a lo largo del día, como si el evento se hubiera «encendido y apagado» repetidamente. La diferencia es importante porque nos da pistas sobre qué tipo de mecanismo físico podría estar causando esto.
Segundo, y esto es crucial para todos aquellos que ya están construyendo búnkeres en el jardín, este evento ocurrió a distancias extragalácticas. En términos prácticos, esto significa que está tan lejos que su luz ha tardado millones o incluso miles de millones de años en llegar hasta nosotros. Cualquier radiación que pudiera habernos afectado ya se ha dispersado y debilitado tanto por la distancia que es completamente inofensiva para la vida en la Tierra.
Los científicos ahora están trabajando furiosamente para determinar exactamente qué distancia tiene la galaxia anfitriona de este evento y qué tipo de objeto pudo haberlo causado. Necesitan observaciones adicionales en múltiples longitudes de onda para caracterizar lo que los astrofísicos llaman el «afterglow», esa emisión residual que queda después del pico principal y que puede durar días o semanas, proporcionando pistas valiosas sobre la naturaleza del evento.
También están comparando los datos con modelos simulados por computadora para ver qué escenarios podrían producir múltiples ráfagas desde la misma fuente durante tanto tiempo. Es posible que eventos similares hayan ocurrido antes pero no los hayamos notado debido a las limitaciones de nuestros instrumentos, o que simplemente no estábamos mirando en el momento correcto.
Lo que hace verdaderamente emocionante a GRB 250702B no es que vaya a destruir el mundo, sino que podría obligarnos a reescribir parte de nuestro entendimiento sobre cómo funcionan estos eventos extremos. Si se confirma que realmente tiene características de emisión prolongada y repetida de este tipo, los modelos teóricos actuales tendrán que ser revisados o expandidos para incluir nuevos mecanismos físicos.
Esto es exactamente cómo avanza la ciencia: no a través de revoluciones dramáticas que cambian todo de la noche a la mañana, sino mediante la acumulación cuidadosa de observaciones que gradualmente refinan y mejoran nuestros modelos de cómo funciona el universo. GRB 250702B es una pieza más del rompecabezas cósmico, inusual y valiosa, pero no apocalíptica.
Al final del día, lo que tenemos es un evento astrofísico genuinamente intrigante que ha captado la atención de científicos de todo el mundo, no porque represente una amenaza para la humanidad, sino porque nos está enseñando algo nuevo sobre la física de los fenómenos más energéticos del universo. Y eso, francamente, es mucho más emocionante que cualquier historia de terror cósmico que puedan inventar los titulares sensacionalistas.



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