El 22 de septiembre de 2025 Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr. convocaron una rueda de prensa que transformó un debate científico complejo en una bomba mediática. Su afirmación fue categórica: el paracetamol (Tylenol en Estados Unidos) tomado durante el embarazo provoca autismo en los hijos, y las autoridades sanitarias deben advertirlo inmediatamente en las etiquetas.
OJO: Donald Trump advierte que tomar PARACETAMOL en el embarazo podría causar AUTISMO.
«Tomarlo no es bueno», dice y anunció que la @US_FDA notificará a los médicos sobre los riesgos de este medicamento.
«No lo tomen, no lo acepten. Si no puedes evitarlo, lucha con todas tus… pic.twitter.com/VX8BEMEI91
— Luis Alberto Medina (@elalbertomedina) September 23, 2025
En cuestión de horas, las redes sociales se convirtieron en un hervidero. «¡Guarda el Tylenol, provoca autismo!», «Gobiernos ocultando la verdad durante décadas», «En países sin paracetamol casi no hay autismo» se viralizaron a velocidad de vértigo. Community Notes de X tuvo que trabajar horas extra desmontando correlaciones falsas, pero el daño ya estaba hecho. Los usuarios compartían vídeos de supuestos expertos explicando cómo «nunca debimos tomar Tylenol», mientras otros recordaban anécdotas familiares que «ahora todo tenía sentido».
Pero aquí es donde la historia se vuelve fascinante, porque resulta que sí existen estudios científicos reales detrás de todo este lío. No son inventos conspiranoicos ni pseudociencia barata. Son investigaciones serias, publicadas en revistas respetables, que han encontrado asociaciones estadísticas entre el uso de paracetamol durante el embarazo y mayores tasas de trastornos del neurodesarrollo como autismo y TDAH.
Hasta aquí, las cosas pintan mal para el paracetamol. Pero espera, que la cosa se pone interesante.
El estudio más robusto llegó de Suecia en 2024 y cambió el panorama por completo. Los investigadores analizaron a 2,48 millones de niños usando una técnica muy elegante: compararon hermanos de la misma madre, donde uno había estado expuesto al paracetamol durante el embarazo y el otro no. La lógica es impecable: si el medicamento fuera realmente el culpable, deberías ver diferencias entre hermanos que comparten genes, ambiente familiar y factores socioeconómicos. Los modelos tradicionales mostraron riesgos modestos: 5% más de autismo, 7% más de TDAH. Pero cuando controlaron por hermanos, las asociaciones se desvanecieron completamente. Ratio de 0,98 para autismo y TDAH, es decir, ningún efecto.
Esto nos dice algo crucial: lo que parecía un efecto del medicamento en estudios más simples probablemente se debía a factores familiares, genéticos o ambientales que llevaron a la madre a necesitar el paracetamol en primer lugar. Las mujeres que toman más analgésicos durante el embarazo pueden tener más infecciones, más dolor crónico, más inflamación sistémica, o simplemente más susceptibilidad genética a problemas de salud. Y pueden ser precisamente esos factores, no el medicamento, los que explican la relación con el autismo.
Un estudio noruego reforzó esta idea de manera casi cómica. Encontraron que el uso prolongado de paracetamol por parte del padre durante el embarazo de la madre se asociaba con un riesgo similar de TDAH en los hijos que el uso por parte de la madre. A menos que creamos que los padres pueden transmitir paracetamol a través del aire, esto claramente apunta a factores genéticos o ambientales compartidos, no a un efecto directo del medicamento.
Pero hay estudios que complican esta narrativa tan limpia. El Boston Birth Cohort midió metabolitos del acetaminofén directamente en el cordón umbilical, evitando el sesgo de memoria que afecta a las encuestas retrospectivas. Encontraron un patrón dosis-respuesta claro: comparado con el tercil más bajo de exposición, el segundo y tercero se asociaron con aumentos de riesgo de 2,26 a 2,86 para TDAH y de 2,14 a 3,62 para autismo. Un diseño prospectivo con una relación dosis-respuesta tan clara se considera evidencia más fuerte de causalidad.
Otro estudio estadounidense usó «controles negativos», comparando el uso de paracetamol durante el embarazo con su uso cuatro años antes o después. Si el aumento de riesgo se debiera a factores constantes como predisposición genética, debería verse también fuera del embarazo. Pero no fue así: solo el uso durante el embarazo se asoció con un 34% más de TDAH.
Entonces, ¿cómo reconciliamos estos resultados contradictorios? Los científicos han propuesto explicaciones biológicas que suenan plausibles. Cuando tomas paracetamol, tu hígado lo procesa y crea un subproducto tóxico. Normalmente, las células tienen sistemas de limpieza molecular que neutralizan este subproducto, pero si tomas mucho medicamento o durante mucho tiempo, puedes agotar estos sistemas de limpieza. El problema es que los fetos no tienen sistemas de limpieza tan eficientes como los adultos, y el paracetamol puede atravesar la placenta. Además, algunos estudios sugieren que el paracetamol podría interferir con las hormonas que ayudan a formar el cerebro fetal.
Pero estos mecanismos, aunque plausibles, se basan principalmente en estudios celulares y animales. No tenemos pruebas directas en humanos que confirmen la causalidad.
Una conferencia de consenso de 91 científicos publicada en Nature en 2021 ofreció quizás la perspectiva más equilibrada: ante la ausencia de certezas, las embarazadas deberían usar paracetamol solo cuando sea médicamente necesario, consultar a su médico y limitar la dosis y duración. El documento reconocía que cada vez hay más estudios que relacionan la exposición prenatal con trastornos neuroconductuales, pero también subrayaba las limitaciones de la evidencia actual.
Aquí llegamos al meollo del asunto. La diferencia entre la ciencia real y la demagogia política no está en la existencia o ausencia de estudios preocupantes, sino en cómo se interpretan e comunican. Los científicos hablan de «posibles asociaciones», «necesidad de más investigación» y «principio de precaución». Los políticos hablan de «causas comprobadas» y «gobiernos ocultando verdades».
La realidad es que si existe algún efecto del paracetamol sobre el neurodesarrollo, debe ser muy pequeño (los aumentos de riesgo observados rondan el 20%) y probablemente condicionado a dosis altas, uso prolongado o susceptibilidad genética específica. Los estudios más rigurosos, aquellos que mejor controlan factores de confusión, tienden a encontrar efectos menores o nulos.
Mientras tanto, el paracetamol sigue siendo el analgésico y antipirético más seguro disponible durante el embarazo. Prohibir su uso podría llevar a que las mujeres embarazadas sufran fiebre sin control (lo cual sí es un riesgo documentado para el feto) o recurran a otros medicamentos potencialmente más peligrosos como el ibuprofeno, contraindicado en el tercer trimestre.
Como en tantas otras controversias científicas magnificadas por la política, la respuesta sensata está en el punto medio: no hay razón para el pánico, pero tampoco para la complacencia absoluta. Las embarazadas no deben abandonar el paracetamol, pero conviene usarlo solo cuando sea necesario, en la dosis mínima efectiva y durante el menor tiempo posible. Y, sobre todo, consultar con profesionales de la salud en lugar de tomar decisiones médicas basadas en ruedas de prensa políticas.
Al final, esta controversia nos enseña algo fundamental sobre cómo funciona la desinformación moderna. Ya no necesita inventar datos de la nada. Le basta con tomar investigación científica legítima, desproveerla de todos sus matices y limitaciones, y presentarla como verdad absoluta. Es más sofisticado que las mentiras tradicionales, y por eso es más peligroso.
☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí
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