
Durante décadas, una modesta casa en la aldea rumana de Colti albergó sin saberlo una de las piezas más extraordinarias de ámbar conocidas hasta la fecha. Una mujer local, sin sospechar su valor real, usó como tope de puerta una piedra de 3,5 kilogramos hallada en un arroyo cercano. Solo tras su fallecimiento en 1991, un pariente que heredó la vivienda sospechó que aquel «tope» podría esconder algo más.
La piedra resultó ser el mayor trozo de ámbar rumanita del que se tiene registro, una variante reconocida por sus tonos rojizos intensos y origen en la región del río Buzău. Valuada en alrededor de un millón de euros, la pieza fue vendida al Estado rumano y hoy se encuentra bajo custodia del Museo Provincial de Buzău.
El misterio de la rumanita: belleza fosilizada
La rumanita no es un ámbar cualquiera. Originada hace entre 38 y 70 millones de años, esta resina fosilizada proviene de antiguos bosques de coníferas y ha sido extraída en Rumanía desde los años 20. Su singularidad no solo está en su coloración rojiza, sino también en su escasez y pureza, cualidades que la hacen altamente apreciada por coleccionistas y científicos.
A diferencia de otras formas de ámbar más comunes, como el ámbar del Báltico, la rumanita suele encontrarse en fragmentos mucho más pequeños. De ahí que el hallazgo de una pieza de semejante tamaño sea considerado un tesoro científico y patrimonial de primera línea.
El poder conservador del ámbar
El ámbar es mucho más que una piedra bonita. Se trata de resina de árbol fosilizada, una sustancia pegajosa que, en vida del árbol, protegía heridas en la corteza atrapando insectos, esporas y pequeños fragmentos del entorno. Con el tiempo y bajo ciertas condiciones de temperatura y presión, esta resina se endurece y se convierte en un testigo microscópico del pasado.
Gracias a su capacidad para preservar restos de organismos con una precisión sorprendente, el ámbar ha sido clave en muchos descubrimientos paleobiológicos. Recientemente, se halló ámbar en Ecuador con insectos de hace 112 millones de años, incluyendo avispas, escarabajos, moscas y fragmentos de telarañas que podrían corresponder a estructuras similares a las de las actuales arañas de orbe.
Del Polo Sur al corazón de Europa: una sustancia global
Aunque el ámbar se asocia principalmente al hemisferio norte, su presencia ha sido documentada también en lugares inesperados. En 2024, un equipo de científicos descubrió ámbar en la Antártida Occidental, fechada entre 83 y 92 millones de años. Este hallazgo respalda la teoría de que, durante el Cretácico medio, existió una selva templada en esa región, dominada por coníferas similares a las que hoy encontramos en Nueva Zelanda o la Patagonia.
El ámbar ha demostrado ser una herramienta de viaje en el tiempo. Ha preservado incluso criaturas como los tardígrados, esos microscópicos supervivientes extremos, en un estado que permite analizarlos con tecnologías modernas millones de años después de haber quedado atrapados.
Tesoros ignorados en lo cotidiano
El caso de la rumanita utilizada como tope de puerta no es único. Historias similares han salido a la luz en diferentes partes del mundo, como la del hombre en Míchigan que también usó un meteorito como sujetapuertas durante años, sin imaginar que era una roca espacial de seis cifras.
Este tipo de historias invitan a reflexionar sobre el valor oculto en los objetos cotidianos. Lo que para una generación puede ser un simple pedazo de piedra, para otra puede representar una pieza clave de nuestra historia geológica o biológica. La naturaleza guarda secretos en formas inesperadas, y muchas veces están justo bajo nuestros pies.
El legado de un hallazgo fortuito
Desde su identificación formal, el bloque de rumanita ha sido declarado tesoro nacional de Rumanía y ocupa un lugar destacado en el Museo Provincial de Buzău. Su director, Daniel Costache, ha subrayado su importancia tanto para la ciencia como para el patrimonio cultural del país.
Este episodio también subraya la importancia de la divulgación científica y del acceso a la información. Saber más sobre minerales, rocas y su historia puede despertar la curiosidad suficiente como para que, al encontrar algo fuera de lo común, alguien decida investigar en lugar de ignorar.
La ciencia, a veces, necesita un empujón desde lo cotidiano para dar grandes pasos.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí