Durante años, la comunidad astronómica ha mirado al cielo con bastante preocupación desde la Tierra. Y es normal. En los últimos años, la cantidad de satélites que hemos puesto en órbita ha crecido de manera exponencial, destacando sobre todo Starlink, que prometió llevar internet a todo el planeta a cambio de llenar nuestras noches de "trenes de luces". Pero esto solo está entorpeciendo que podamos seguir investigando el universo donde estamos inmersos.
Atrapados en una jaula. Los telescopios que ahora mismo tenemos más cerca de la Tierra para hacer su trabajo lógicamente tienen que mirar hacia nuestro cielo. El problema, como apunta la investigación liderada por Alejandro S. Borlaff, es que se están quedando ciegos. En concreto, los telescopios espaciales de órbita baja (LEO) que no solo no están a salvo, sino que están atrapados en una auténtica jaula que les impide ver más allá.
Hasta ahora se podía llegar a pensar que los rastros de satélites podían afectar únicamente a los observatorios terrestres. Sin embargo, la realidad orbital es pura geometría: la mayoría de los grandes telescopios espaciales como el Hubble orbitan a unos 540 km de altura. Una altura en la que también se ubican las megaconstelaciones de internet que se sitúan por encima o en las capas que comprenden desde los 340 km a los 8.000 km.
Por qué. Los satélites no emiten ningún tipo de luz y a priori no deberían dar problemas. Pero el inconveniente llegan cuando reflejan la luz del Sol, y cuando esto ocurre en los nuevos satélites de cobertura que tienen un gran tamaño, nos encontramos que aunque sea de noche en la Tierra (o donde esté el telescopio), a ciento de kilómetro de altura el Sol sigue iluminando el satélite.
Y es que la iluminación y los telescopios se llevan muy mal. Los telescopios espaciales están diseñados para mirar objetos que están "quietos" en el infinito (estrellas, galaxias). Para captar su luz tenue, el telescopio debe fijar la mirada en un punto exacto y no moverse. Sin embargo, los satélites se mueven a miles de kilómetros por hora en relación con el telescopio y como el obturador de la cámara está abierto durante mucho tiempo (exposiciones largas de minutos o incluso horas) para captar luz débil, el satélite cruza todo el encuadre durante la foto, quedando registrado no como un punto, sino como una línea continua o "cicatriz" de luz.
Un problema. De esta manera, si un telescopio se encuentra a 540 km de altura al apuntar al cielo, se va a encontrar con una red cada vez más densa de tráfico espacial en forma de satélites. En concreto, en la actualidad hay unos 15.000 satélites en órbita, pero las solicitudes a los diferentes reguladores apuntan a que podríamos llegar a medio millón de satélites para finales de la década de 2030. Algo que dejaría a los grandes observatorios espaciales inutilizables.
Por poner casos concretos, tenemos el Hubble de la NASA que ahora mismo un 3--4% de las imágenes que capta tiene estelas del satélite. Una cifra que aumentará hasta casi el 40%, haciendo que una de cada tres fotografías del telescopio más famoso de la historia tenga una 'cicatriz lumínica'. Otro caso lo tenemos en el SPHEREx que es el futuro explorador de los orígenes del universo y que tendrá casi el 100% de captaciones contaminadas.
Su impacto. Sin duda es incalculable. Misiones como ARRAKIHS (de la Agencia Espacial Europea, con fuerte participación española) o SPHEREx dependen de tomar imágenes de campo muy amplio para mapear la estructura del universo. Al tener un campo de visión tan grande, la probabilidad de que se "cuelen" docenas de satélites en una sola toma es del 100%.
Para el telescopio chino Xuntián, que orbita más bajo, la situación es mucho peor. Al estar "debajo" de la mayoría de las constelaciones Starlink, Kuiper y las propias redes chinas como Guangwang tendrá más difícil lidiar con casi un centenar de líneas brillantes cruzando cada imagen que tome.
La solución. Los telescopios en órbita eran una solución a este problema que se estaba dando en los telescopios terrestres. Ahora se vuelve a repetir la historia. Los expertos apuntan a la necesidad de definir órbitas precisas para que los telescopios puedan esquivar los satélites de una manera sencilla. Pero para eso hace falta una gran coordinación internacional para que se comparta esta información y sobre todo regular la cantidad de lanzamientos que se van realizando.
Imágenes | NASA Hubble Space Telescope
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La noticia Tenemos tantos satélites orbitando la Tierra que se han convertido en una barrera para alguien: los telescopios fue publicada originalmente en Xataka por José A. Lizana .
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