Este fenómeno, que desconcierta a los investigadores desde hace décadas, se conoce como la paradoja de Peto. Se basa en el hecho de que animales grandes y longevos, como las ballenas o los elefantes, no presentan una mayor incidencia de cáncer que los humanos, a pesar de tener más células y más años de vida. La clave de este misterio podría estar en cómo sus cuerpos gestionan el daño genético.
El poder de reparar antes que eliminar
Un estudio reciente liderado por la profesora Vera Gorbunova, de la Universidad de Rochester, ha revelado una estrategia sorprendente usada por la ballena boreal. Mientras que otros animales, incluidos los humanos, confían en mecanismos como la apoptosis (la muerte programada de células defectuosas) para evitar la expansión de mutaciones, la ballena parece apostar por reparar las células dañadas con una eficacia excepcional.
Durante los experimentos, los científicos observaron que los fibroblastos de la ballena –células encargadas de mantener la integridad de los tejidos– eran más sensibles a sufrir transformaciones cancerígenas en laboratorio que los humanos. Es decir, en condiciones controladas, sus células podrían parecer más vulnerables. Sin embargo, esto no se refleja en la naturaleza, donde estas ballenas viven durante siglos sin desarrollar tumores de forma frecuente. Esto llevó a los investigadores a preguntarse qué es lo que impide que estas células se conviertan en un problema.
La respuesta parece estar en su extraordinaria capacidad de reparación del ADN, especialmente en los casos más graves, como las roturas de doble cadena, un tipo de daño genético que en otros mamíferos suele derivar en mutaciones o muerte celular.
CIRBP: una proteína clave en el frío extremo
El componente central de este mecanismo es una proteína llamada CIRBP (Cold-Inducible RNA Binding Protein), presente en altísimas concentraciones en la ballena boreal. Su nombre no es casual: esta proteína se activa en respuesta al frío, y dado que estas ballenas viven toda su vida en aguas heladas del Ártico, su sistema está en constante alerta y funcionamiento.
Esta proteína actúa como una herramienta multifunción para la protección celular. Por un lado, protege al ADN frente a la degradación, asegurando que tenga tiempo suficiente para ser reparado. Por otro, minimiza la formación de micronúcleos, que son indicadores de inestabilidad genética. Finalmente, incrementa la precisión del proceso de reparación, asegurando que el código genético no sufra errores al ser reconstruido.
La estrategia de la ballena boreal se puede entender como una actitud más conservadora de la naturaleza. En lugar de desechar una célula dañada, el cuerpo invierte tiempo y recursos en repararla de forma meticulosa, como haría un artesano restaurando una obra valiosa. Esta táctica no solo reduce el riesgo de cáncer, sino que también contribuye al mantenimiento funcional de los tejidos a lo largo de los siglos.
¿Podemos aprovechar este secreto en humanos?
Uno de los objetivos más ambiciosos de la ciencia actual es frenar el envejecimiento celular y disminuir la aparición de enfermedades asociadas a la edad, como el cáncer. En este contexto, el hallazgo sobre la ballena boreal es prometedor. El equipo de investigación introdujo la proteína CIRBP en células humanas, y el resultado fue alentador: se logró mejorar la capacidad de las células para reparar su propio ADN.
Para verificar la eficacia de esta estrategia, también se hicieron pruebas en moscas de la fruta, un modelo común en estudios genéticos. Las moscas modificadas para producir esta proteína, tanto en su versión humana como en la de ballena, mostraron una vida más prolongada y una mayor resistencia a la radiación ionizante, un factor conocido por causar mutaciones peligrosas. Esto sugiere que CIRBP podría no solo mejorar la reparación celular, sino retrasar el envejecimiento en organismos vivos.
Actualmente, el siguiente paso de este experimento es reproducir el ensayo en ratones modificados genéticamente. Si se confirma que esta proteína también mejora la longevidad y la resistencia celular en mamíferos, se abriría una puerta a tratamientos innovadores que podrían reforzar nuestras propias defensas genéticas. En especial, serían útiles para personas con predisposición genética a enfermedades como el cáncer o que están expuestas a ambientes agresivos para el ADN, como la radiación o ciertos agentes químicos.
Más allá de la estética: juventud celular y salud
Cuando se habla de antienvejecimiento, la imagen que suele venir a la mente es la de cremas antiarrugas o intervenciones cosméticas. Sin embargo, para la ciencia, el verdadero envejecimiento ocurre a nivel celular. A medida que nuestras células acumulan errores en su ADN, su funcionamiento se vuelve menos eficiente, dando lugar a múltiples enfermedades degenerativas.
Los estudios sobre la ballena boreal abren un nuevo capítulo en la comprensión de cómo la naturaleza ha perfeccionado ciertos mecanismos para mantener la vitalidad celular durante más tiempo. No se trata solo de evitar arrugas, sino de conservar el funcionamiento interno del cuerpo como si fuera una máquina bien engrasada. La capacidad de reparar antes que destruir puede ser una estrategia valiosa para futuros tratamientos que no solo alarguen la vida, sino que mejoren su calidad.
Este descubrimiento demuestra cómo la observación de especies longevas puede inspirar nuevas vías para la medicina preventiva. Y si una ballena del Ártico puede enseñarnos algo sobre cómo resistir el paso del tiempo, quizá la clave para una vida larga y saludable no esté tan lejos como creemos.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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