
Durante décadas, científicos de diversas disciplinas han considerado la posibilidad de que los ladrillos fundamentales de la vida hayan llegado desde el espacio. Ahora, un nuevo estudio sobre muestras recolectadas del asteroide Bennu ha arrojado evidencias concretas que refuerzan esa hipótesis. Por primera vez, se ha detectado en un entorno completamente libre de contaminación terrestre una combinación de aminoácidos y nucleobases, compuestos esenciales para la formación de la vida tal como la conocemos.
Bennu: una ventana al pasado del sistema solar
Bennu no es un asteroide cualquiera. Se trata de un cuerpo rocoso primitivo que se formó hace unos 4.600 millones de años, cuando el sistema solar apenas comenzaba a tomar forma. Gracias a la misión OSIRIS-REx de la NASA, lanzada en 2016, fue posible recolectar muestras directas de su superficie en 2020 y traerlas a la Tierra para su análisis en condiciones controladas.
Esto marca una gran diferencia respecto a los meteoritos que han caído en nuestro planeta, cuyas moléculas orgánicas podrían haber sido alteradas por el contacto con el ambiente terrestre. Las muestras de Bennu, en cambio, han permanecido completamente aisladas desde su extracción, lo que permite estudiar su composición original sin interferencias.
Aminoácidos y nucleobases: los ingredientes de la vida
El análisis de las rocas y el polvo traídos desde Bennu, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, ha confirmado la presencia de al menos 14 aminoácidos diferentes. Entre ellos, se detectaron rastros de triptófano, un hallazgo particularmente relevante, ya que nunca había sido identificado de forma definitiva en material extraterrestre. Además, los investigadores encontraron cinco nucleobases, compuestos que forman parte del ADN y ARN, las moléculas que codifican la información genética.
Esto significa que Bennu contiene tanto los elementos necesarios para construir proteínas, como los componentes que permiten el almacenamiento y transmisión de información genética. Es como encontrar, en un solo paquete, tanto los ladrillos como los planos para construir una casa.
Agua y reacciones químicas en el espacio
Una de las claves para entender cómo estos compuestos pudieron formarse fuera de la Tierra está en la presencia de minerales filososilicatos, similares a las arcillas, que solo pueden generarse cuando las rocas han estado en contacto con agua líquida. Esto indica que, en algún momento del pasado, el cuerpo progenitor de Bennu contuvo agua en su interior.
La teoría más aceptada entre los autores del estudio sugiere que este agua contenía amoníaco, una sustancia que pudo haber funcionado como catalizador en reacciones químicas que transformaron materiales simples del espacio interestelar en moléculas orgánicas complejas. Así, en el corazón de un asteroide, se habrían gestado algunos de los compuestos clave para el surgimiento de la vida.
Una entrega cósmica a la Tierra primitiva
La idea de que los componentes esenciales para la vida llegaron a la Tierra a bordo de asteroides no es nueva, pero este descubrimiento refuerza esa posibilidad con datos concretos. Si estos compuestos pudieron formarse en el interior de cuerpos como Bennu, y si alguno de ellos colisionó con nuestro planeta hace miles de millones de años, es razonable pensar que habrían aportado ese impulso inicial para que comenzara el proceso biológico.
Como señalan los científicos del estudio, estos hallazgos amplían la evidencia de que los moléculas orgánicas prebióticas pueden formarse en cuerpos planetarios primitivos y ser distribuidos por el sistema solar a través de impactos. Es una suerte de servicio de entrega interplanetario, donde los ingredientes de la vida viajan encapsulados en asteroides que, al chocar contra mundos jóvenes, siembran posibilidades de vida.
Implicaciones para la búsqueda de vida fuera de la Tierra
El descubrimiento tiene también consecuencias para la astrobiología. Si estos ingredientes pueden generarse en cuerpos relativamente comunes como los asteroides, y si pueden sobrevivir al viaje y al impacto, entonces la posibilidad de que haya vida o condiciones favorables para ella en otros planetas o lunas se vuelve más plausible.
No se trata de afirmar que la vida vino del espacio tal cual la conocemos, sino de comprender que los componentes esenciales pudieron haber llegado desde allá, creando las condiciones químicas necesarias para que, con el tiempo, surgieran formas de vida autóctonas en la Tierra. Como una cocina que recibe ingredientes importados, pero donde la receta final se prepara localmente.
Este tipo de investigaciones no solo nos acerca a responder una de las grandes preguntas de la humanidad, sino que también abre nuevas rutas para explorar el origen y la distribución de la vida en el universo.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí