Los astrónomos han descubierto que el cielo nocturno es invisiblemente brillante. Lo baña una misteriosa luz emitida desde el universo temprano por grandes nubes de hidrógeno atómico. Procedente de galaxias distantes, esa luz nos abre una ventana al pasado.

Un equipo internacional de astrónomos ha descubierto una abundancia inesperada de emisión Lyman-alfa en la región del Campo Ultra Profundo del Hubble (HUDF). La emisión procede de grandes reservorios cósmicos de hidrógeno atómico situados alrededor de galaxias distantes.
Esas nubes de hidrógeno detectadas en el universo temprano brillan en emisión Lyman-alfa, revelando que casi todo el cielo nocturno es invisiblemente brillante. La luz viaja asombrosamente rápido, pero a una velocidad finita, lo que significa que la luz que llega a la Tierra procedente de galaxias extremadamente distantes ha viajado durante mucho tiempo, abriéndonos una ventana al pasado, cuando el universo era mucho más joven.
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Esas nubes de hidrógeno detectadas en el universo temprano brillan en emisión Lyman-alfa, revelando que casi todo el cielo nocturno es invisiblemente brillante. La luz viaja asombrosamente rápido, pero a una velocidad finita, lo que significa que la luz que llega a la Tierra procedente de galaxias extremadamente distantes ha viajado durante mucho tiempo, abriéndonos una ventana al pasado, cuando el universo era mucho más joven.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
☛ El artículo completo original de ESO/T21 lo puedes ver aquí
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