Multifacético. Esa es la palabra que define al biólogo, motoquero, cinturón negro en Taekwondo ex jugador de rugby y fanático de ciencia ficción Tomás Pérez-Acle (50), hoy conocido en redes sociales por unas acertadas proyecciones del avance del Covid-19 en Chile.
A inicios de la pandemia, en marzo de 2020, Pérez-Acle fue invitado por el ministro de Ciencia, Andrés Couve, a ser parte de un grupo asesor, compuesto por expertos en datos, modelamiento matemático, biología computacional y epidemiología. Su objetivo era proyectar, en el laboratorio de la Fundación Ciencia y Vida, donde trabaja, cuáles podrían ser los posibles escenarios pandémicos a futuro en el país considerando distintas variables. Además, comenzó a participar en la sub-mesa de datos Covid-19, donde contribuyó a construir un repositorio de información sobre la pandemia.
“Teníamos que proveer al Ministro Couve de modelos que permitieran entender cuál podría ser el impacto de la pandemia en la sociedad, pero particularmente en el sistema sanitario. Siempre hemos sabido que el principal problema no es necesariamente que la gente se enferme, sino que se saturen las UCI, porque ahí se produce la mortalidad”, explica.
–Desde el comienzo de la pandemia sus modelamientos matemáticos han podido proyectar con bastante precisión los distintos escenarios que hemos ido enfrentando con el tiempo. ¿Cómo logra ser tan asertivo con sus pronósticos en torno a la pandemia?
-Hay una frase extraordinaria de Arthur C. Clarke, uno de mis autores de ciencia ficción favorito, que dice “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Aquí pasa algo parecido. Para quienes no entienden lo que hacemos nosotros, pareciera que somos magos y que todo esto ha sido puro azar y que le hemos achuntado a ciertas cosas sólo por casualidad, pero no es el caso. Ha sido un trabajo sistemático y eso nos ha permitido ser muy precisos con nuestras predicciones desde el punto de vista científico.
Pérez-Acle indica que la tarea de generar modelos matemáticos y computacionales para intentar proyectar los escenarios que se pueden enfrentar con la pandemia ha sido un arduo trabajo. “Son muchas horas de dedicación. Hemos dejado de hacer muchas cosas para tratar de alcanzar la mayor precisión posible”, señala. Y esta labor también ha dado frutos. Recientemente, ganó junto a su equipo un proyecto internacional de la Oficina de Investigación de la Fuerza Aérea Norteamericana (AFOSR por sus siglas en inglés) que financia investigación científica. Consiste en un fondo de medio millón de dólares que le permitirá aplicar sus modelos matemáticos para proyectar la situación norteamericana.
–Pese a que el nivel de vacunación hoy es alto respecto a otros países, hay altos índices de hospitalizados graves en las UCI. ¿Qué factores explican este fenómeno?
-La dispersión de las nuevas variantes, particularmente la variante gama, también conocida como P1 o brasilera. Sabemos que esta es más infecciosa que la variante original, ya que produce mayor carga viral. Las personas que se infectan con ella, tienen una mayor probabilidad de llegar a la UCI y si se complican, permanecen por mucho más tiempo ahí. Entonces, si antes de la llegada de esa variante, las personas pasaban en promedio entre 10 a 11 días ahí, hoy son entre 14 y 20. Esos pocos días adicionales son lo suficientemente importantes como para generar una saturación en el sistema de las UCI.
–¿Cuál es su mirada respecto al panorama actual que estamos atravesando con la pandemia?
-Estamos aún en una segunda ola. Esta ola se produjo por la aparición de nuevas variantes, como la variante Gama y la C37 o Lambda. Por la dispersión comunitaria de ambas, especialmente la primera, nos enfrentamos a un número importante de personas infectadas. Hoy, estamos ad portas de una tercera ola. En uno o dos meses más, vamos a enfrentarnos a un aumento significativo de casos producido por la variante Delta, que ya está circulando en Chile. Hay una baja frecuencia de vuelos en el aeropuerto, pero siguen llegando nuevas variantes. A quienes llegan, se les exige el PCR negativo, realizar cuarentena, entre otras medidas, pero eso no ha impedido la llegada de nuevas variantes.
–¿Qué elementos nuevos tiene la variante Delta?
-Es mucho más grave que las variables anteriores. La variante original, conocida como italiana o G614, producía que cada persona contagiada, infectara en promedio entre 1 y 2,5 personas más. Con la variante brasilera o Gama, se estima que ese valor era entre 2,5 y 3,5 y produce una mayor infección que la variante original. Por otro lado, la Delta es capaz de producir en promedio entre 6 a 8 nuevos infectados por cada persona contagiada. Es tres veces más infecciosa que la variante original. Además, desde que llega a los países, se vuelve la variante prevalente en el orden de 3 semanas. Por eso me parece que entre uno a dos meses más va a generar una tercera ola.
–¿Es posible lograr la inmunidad de rebaño?
-No, con la vacuna Coronavac (Sinovac), es imposible lograrlo contra la variante Gama y ahora mucho menos contra la Delta. Cuando la variante Delta se vuelva prevalente saturará el sistema sanitario nuevamente. Nosotros tenemos evidencia suficiente para decir que vemos una caída en la protección de la vacuna en los mayores de 60 años en el orden de 3 a 4 meses. Hoy, pese a que más del 90% de los mayores de 70 años ya tienen las dos dosis, tenemos un peak de utilización de las UCI por parte de esta población. Nunca en toda la pandemia hemos tenido registro de tal nivel de ocupación de esas unidades por ellos. Esto podría significar que la protección que les entregó la vacuna no es suficientemente eficaz para combatir las nuevas variantes. Además, a medida que las personas mayores envejecen, la respuesta de su sistema inmune decae, eso es natural.
–Usted ha defendido la idea de entregar una tercera dosis para la población, ¿por qué?
-Cada nueva variante que aparece es más infecciosa que la anterior y a su vez tiene mayor capacidad de evadir la respuesta inmune provocada por las vacunas. Los virus funcionan así, no es algo propio del virus SARS-CoV-2. Los virus van mutando, porque es la forma que tienen de mantenerse dentro de las poblaciones que infectan porque de lo contrario serían eliminados por el sistema inmune de sus hospedadores. Nuestros datos indican que es urgente colocar una tercera dosis para aumentar la protección contra la nueva variante. Debe ser hoy mismo y no en septiembre, porque ahí ya sería muy tarde. A esas alturas vamos a estar en pleno auge de la variante Delta.
–¿Qué medidas le parecen clave para contener la pandemia hoy?
-Para luchar contra el colapso sanitario que se producirá con la nueva variante Delta, se debe acelerar la tercera dosis en los adultos mayores y vacunar lo antes posible a los menores de 49 años. Hoy resulta que esta población representa alrededor del 74% de los infectados que hemos tenido a lo largo de la pandemia y sólo el 52,5% de esa población tiene la segunda dosis. Hay que vacunar más para reducir lo máximo posible la cantidad de población susceptible. Es importante también vacunar a niños pequeños. En Inglaterra, uno de cada 100 niños con la variante Delta termina hospitalizado, o sea, tienen 1% de probabilidad de terminar en la UCI. Un aspecto clave hoy es retrasar lo máximo posible la expansión de la variante Delta para que nos pille preparados, con la menor cantidad de utilización posible de las UCI, porque si nos pilla con las UCI como están hoy día, e sto va a ser un desastre. Tenemos que ser capaces de bajar su utilización antes de que la variante se vuelva prevalente.
Hacia la proyección de la pandemia
Todos los días Pérez-Acle viaja en moto desde su casa en Colina a su lugar de trabajo, el laboratorio de la Fundación Ciencia y Vida, ubicado en Ñuñoa. Dice que es su desquite por ahora. Por la pandemia no puede retomar los viajes que realizaba con su grupo de amigos motoqueros “Los huesos”. Juntos, han recorrido todo Chile, Argentina y algunos lugares en Brasil desde hace años.
Durante dos semanas el grupo manejaba diez horas diarias para llegar a los distintos destinos que se proponía. Según Tomás, cuando uno lleva más de dos horas manejando una moto se puede percibir un estado parecido a la meditación. “Es un momento en el que te olvidas del mundo y de todos los problemas. Es maravilloso. Nunca he sentido un mayor nivel de paz interior que cuando llevo horas manejando mi moto”, dice.
También es fanático de los deportes. Cuando estudiaba en la Escuela E-74 Juan Verdaguer Planas, en el sector de Bellavista, empezó a practicar Taekwondo con sus compañeros. Fue cinturón negro y se retiró invicto. Por sus 1.92 metros de estatura, era alguien difícil de vencer. Y la afición era de familia. En un estante de su oficina todavía conserva el Cóndor de Oro –premio entregado a los mejores deportistas del país– que su hermano, hoy fallecido, ganó en esa disciplina.
A los 38 comenzó a practicar rugby en el club Los Cóndores de Manquehue, compuesto por exrugbistas del Colegio Manquehue. Hoy juega en el Gauchos Rugby Club, pero por tratarse de un deporte de mucho contacto físico, no lo ha podido practicar desde hace un año y medio por la pandemia.
Por ahora, se mantiene principalmente dedicado a su labor científica. Dirige el laboratorio de Biología Computacional de la Fundación Ciencia y Vida, donde es subdirector. También es profesor del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso y académico de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la Universidad San Sebastián.
Su trabajo en la Fundación hoy es clave. Se dedica a utilizar conocimiento biológico para construir modelos matemáticos. Estos se programan en un computador con el fin de probar distintas hipótesis de forma experimental. El método se llama simulación y permite proyectar, por ejemplo, los distintos escenarios que enfrentamos durante la pandemia considerando la información disponible.
Con su equipo, conformado por 22 personas –doctores, estudiantes de post y pregrado y técnicos–, se dedica a estudiar no sólo el covid, sino que también el diseño de fármacos, análisis de datos masivos, inteligencia artificial, la robótica y la dispersión de enfermedades infecciosas.
El camino hacia la ciencia
El abuelo de Tomás fue alguien fundamental en su formación, un inmigrante palestino que, pese a que no sabía escribir muy bien, era un aficionado a la lectura. Tenía una gran biblioteca en su casa en Bellavista, repleta de libros de ciencia ficción, su género favorito. Pérez-Acle pasaba mucho tiempo en su casa y las conversaciones que mantuvo con él sobre clásicos como Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, y Fundación, de Isaac Asimov, sembraron su interés por la ciencia.
Otra obra fundamental para él fue la serie Cosmos de Carl Sagan, que vio por televisión en los años ‘80. “Recuerdo que, en algún minuto, Sagan dice que de todos los grandes misterios del universo, seguramente el más insondable de todos es el misterio de la vida. Esa frase me marcó profundamente. Ahí me di cuenta de que quería estudiar la vida misma”, dice.
Y así fue. Entró a estudiar Licenciatura en Ciencias Biológicas en la Universidad de Concepción, pero al poco andar descubrió que no era capaz de realizar experimentos con animales, por lo que intentó reemplazar ese tipo de procedimientos con cálculos computacionales y sus estudios tomaron esa nueva ruta.
Ya egresado, intentó seguir estudios de post-grado, pero por las dificultades para optar a una beca decidió retirarse de la ciencia. En ese momento se le dio la oportunidad de trabajar a medio tiempo como programador en una empresa. Más tarde creó su propia empresa de desarrollo de software, trabajó en el sitio web de trabajo Laborum.com y fue consultor senior de Microsoft Chile. Recién en 2001 se reencontró con la biología, luego de hallar una oferta de trabajo como director del Centro de Bioinformática de la Universidad Católica. Para el cargo se requería una persona que supiera de computación, biología y que tuviera un doctorado. Pese a que le faltaba lo último, lo contrataron y le permitieron realizar un doctorado en Biotecnología en paralelo.
Su siguiente trabajo fue como Investigador del Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile, donde fue el encargado de montar el Laboratorio Nacional de Supercomputación (NLHPC). Se trata de un espacio de alto rendimiento abierto a toda la comunidad académica. Tras esa labor, comenzó a trabajar como subdirector de la Fundación Ciencia y Vida, donde lidera el laboratorio de Biología Computacional desde 2014.
El laboratorio donde trabaja hoy es el espacio donde desarrolla los modelamientos matemáticos y está conformado por dos partes. Una es similar a un cyber-café, un gran computador con dos pantallas y pizarras blancas llenas de ecuaciones matemáticas. La segunda parte es la unidad de robótica. Ahí tienen impresoras 3D, cortadoras láser y todo lo necesario para construir robots, especialmente drones. Es el lugar de donde salen las acertadas proyecciones del Covid-19 en Chile que lo han hecho reconocido.
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☞ El artículo completo original de Bianca González Contreras lo puedes ver aquí
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