29 de agosto de 2024

Había una huella de 120 millones de años en África. La misma huella ha aparecido a 6.000 km y un océano de distancia

Había una huella de 120 millones de años en África. La misma huella ha aparecido a 6.000 km y un océano de distancia

Hubo un tiempo donde la simple idea de la “deriva continental” era tomada poco menos que como una idea absurda. El geofísico alemán Alfred Wegener, el mismo que lo propuso en 1912, fue tomado por charlatán. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y la propuesta se acepta como ciencia establecida, con varias líneas de evidencia diferentes que apuntan en la dirección del supercontinente de Wegener, el conocido como Pangea. Hay una nueva pista que apoya la teoría.

El hallazgo. Un grupo de paleontólogos ha identificado conjuntos casi idénticos de huellas de dinosaurios en Camerún, en África central, y en Brasil, en América del Sur. Dicho de otra forma más simple, han dado con huellas de hace millones de años idénticas, pero separadas por una distancia de más de 6.000 kilómetros.

Los enclaves donde se ha dado el descubrimiento no son baladí, ya que definirían uno de los últimos lugares donde las criaturas podían cruzar libremente entre las masas terrestres antes de que el continente de Gondwana, un fragmento de Pangea, se separara por completo, hace unos 120 millones de años.

Centenares de pistas. En total, el trabajo de los investigadores “recuperó” hasta 260 huellas en ambos continentes, una muestra más de cómo ambos espacios alguna vez estuvieron unidos. Dichas huellas tenían una edad similar, alrededor de 120 millones de años, y se prensaron en el barro y el cieno de antiguas riberas de ríos y lagos. La mayoría, también conocidas como fósiles traza, ya que son en esencia un rastro de los animales que las dejaron, fueron creadas por terópodos, un grupo de dinosaurios carnívoros bípedos de tres dedos.

Algunos de los dinosaurios más famosos incluidos en los conjuntos fueron terópodos como el Tyrannosaurus rex y Allosaurus. Otras muestras incluían cientos de huellas pertenecientes a saurópodos y dinosaurios ornitisquios, llamados así por sus huesos de cadera similares a los de las aves.

Gondwana. Los investigadores recrean en su trabajo la posible escena. En aquel entonces, la tierra era parte del supercontinente. Las huellas en Brasil se encontraron en la cuenca de Sousa, la región del este de Brasil que encajaría perfectamente en la costa africana a lo largo del Golfo de Guinea. Las huellas en Brasil están a más de 6.000 kilómetros de las huellas de Camerún, pero muestran que las poblaciones de dinosaurios vagaban por ambos enclaves cuando aún estaban unidos.

Según un comunicado de Louis Jacobs, paleontólogo y autor principal del estudio, “una de las conexiones geológicas más jóvenes y estrechas entre África y América del Sur fue el codo del noreste de Brasil enclavado contra lo que ahora es la costa de Camerún a lo largo del Golfo de Guinea. Los dos continentes eran continuos a lo largo de ese estrecho tramo, por lo que los animales a ambos lados de esa conexión podrían potencialmente moverse a través de él”.

El puzzle que encaja. Durante años, las diferentes investigaciones han encontrado suficientes pistas como para encajar lo que antes era un supercontinente que comenzó a fragmentarse hace unos 175 millones de años. Este gigantesco espacio de tierra unificó todas las masas terrestres del planeta en una sola, rodeada por un vasto océano llamado Panthalassa. La ruptura de Pangea llevó a la formación de los continentes que conocemos hoy, y su existencia es fundamental para entender la tectónica de placas y la distribución geográfica de especies y climas en la historia de la Tierra.

Cuando lo que hoy es África y Sudamérica comenzaron a separarse, se formaron grietas en la corteza y comenzó a ensancharse un espacio entre las dos partes de Gondwana. En estas grietas, el magma fluyó hacia arriba desde abajo, endureciéndose en una nueva corteza que formaría el fondo del océano Atlántico. A medida que los dos nuevos continentes continuaron separándose, los puntos en los que los animales podían moverse entre ellos se hicieron más pequeños y menos numerosos, hasta que el mar separó la tierra y la "vida".

Imagen | SMU, Ismar de Souza Carvalho

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