22 de febrero de 2025

El mito del viejo cascarrabias: la edad no nos hace más irritables, más bien al contrario

El mito del viejo cascarrabias: la edad no nos hace más irritables, más bien al contrario

Los efectos físicos del envejecimiento suelen saltar a la vista y quizás por eso son bien conocidos. Durante las etapas más avanzadas de nuestra vida solemos perder fuerza y flexibilidad, nos cansamos más y nuestra piel se arruga. Pero más allá de volvernos olvidadizos, algo cambia en nuestro cerebro. No solo con sus capacidades sino también en lo que afecta a nuestro carácter y a nuestra personalidad.

Porque los cambios que vivimos a nivel psicológico con el avance de la edad van más allá que la demencia que asociamos a este periodo. Los cambios son variados e incluyen tanto aspectos positivos como negativos.

La cuestión de cuales son estos rasgos es más bien compleja. Diferentes personas envejecen de distinta forma, por lo que algunos de los estudios realizados sobre la materia pueden resultar contradictorios. “El cambio exacto en los rasgos de un individuo es impredecible”, explica en un artículo en Psychology Today el psicólogo de la Unviersidad de Edimburgo René Mõttus.

Una de las personalidades que asociamos a la tercera edad es la del viejo cascarrabias. La idea de que conforme envejecemos nos hacemos más irritables y cerrados de mente está bastante extendida, pero la evidencia científica es muy limitada. Es cierto que la edad puede llevarnos a cierto grado de aislamiento social y que eso genere estrés psicológico que a su vez suponga una losa para nuestra salud física y mental, como indica un estudio publicado en 2014 en la revista Annual Review of Psychology, pero el mito del viejo cascarrabias bien puede ser solo eso: un mito.

Porque muchos estudios han hallado que, la tendencia apunta en dirección contraria, es decir, cuando envejecemos, en promedio, tendemos a hacernos más amables.

Según explica Mõttus, la idea de que la gente se hace más amable, cooperativa, organizada y responsable es en general más acertada: “tales cambios en la personalidad son ligeramente más comunes entre la gente que los cambios opuestos”.

Uno de los fenómenos clave en el desarrollo de nuestra personalidad cuando envejecemos es el de la llamada maduración de la personalidad. La maduración no es un fenómeno exclusivo de la juventud sino que se mantiene hasta bien avanzada la tercera edad.

Conforme nos hacemos mayores la carga de responsabilidades aumenta. Por ejemplo, pasamos de tener numerosas personas que cuidan de nosotros (no solo en el ámbito familiar, también en el social) a tener que valernos más y más de nosotros mismos. Y no solo disminuye el número de personas que pueden cuidarnos, también suele aumentar el número de personas de las que debemos cuidar, como nuestra pareja o nuestros hijos. Esto puede hacer que nos vayamos haciendo más responsables con la edad.

Como señalábamos antes, existe diversidad en los cambios y no todo es positivo. Por una parte porque existe mucha diversidad en los cambios, por otra porque hay rasgos que sí parecen tender hacia una evolución que podríamos catalogar como “negativa”.

Un estudio realizado por el propio Mõttus y publicado en 2011 en la revista Psychology and Aging observó resultados distintos al estudiar diferentes cohortes de edad y observó que el grupo de octogenarios analizado progresó hacia una menor extraversión, cordialidad y concienciación, algo que no ocurría en los sexagenarios analizados (la otra cohorte incluida en el estudio).

Vivir 100 años

Estudiar los cambios en la personalidad conforme avanza nuestra edad no es una tarea sencilla. El mundo que viven las distintas generaciones de personas cambia mucho por lo que comparar una generación con otra no nos aporta demasiada información.

Para conocer cómo cambia esta debemos estudiar a un mismo grupo de personas (o a grupos muy similares) a lo largo de los años. Hacer esto no es fácil ya que requieren estudios de cohorte que se expandan a lo largo de años o de décadas.

Saber si estos cambios tienen algún límite también es complicado. Los estudios con cohortes van perdiendo participantes con el tiempo, como es natural, y con ello muestra. Es psor eso que algunos análisis deben limitarse a comparar a personas de varias generaciones, como un estudio realizado en Japón y publicado en 2006 en la revista Age (Dordrecht, Netherlands).

Esto nos recuerda uno de los problemas que pueden asociarse a este tipo de estudios: el sesgo del superviviente. En edades tempranas nuestra personalidad guarda cierta correlación con el riesgo de morir ya que en nuestra personalidad puede estar marcada cierta propensión al riesgo, lo que a su vez aumenta la probabilidad de que, por ejemplo, fallezcamos en un accidente de tráfico.

Lo mismo puede valer en otras edades. Una personalidad más propensa a adicciones puede también desembocar en una muerte prematura. La cuestión es si esto continúa ocurriendo a lo largo de nuestra vida. La respuesta bien puede ser sí, lo que implicaría que los estudios que analizan este tipo de cambios deban tener en cuenta este posible sesgo a la hora de comparar personas de distintas edades, incluso cuando estas son comparadas consigo mismas.

En Xataka | Uno de los mayores expertos en envejecimiento acaba de explicar qué hace él mismo para vivir más. Tiene sentido

Imagen | Andrea Piacquadio

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La noticia El mito del viejo cascarrabias: la edad no nos hace más irritables, más bien al contrario fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .



☞ El artículo completo original de Pablo Martínez-Juarez lo puedes ver aquí

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