13 de diciembre de 2025

Una novela escrita por IA arrasa en Kakuyomu y reabre el debate literario en Japón

debate literario en Japon

En Japón, uno de los países con mayor producción y consumo de literatura ligera y web novel, una novela escrita con inteligencia artificial ha desatado una ola de debates, preocupación y fascinación. La obra, titulada «Me topé con una chica en una esquina y usé magia curativa para sanarla de una enfermedad incurable y ceguera, y se encariñó mucho conmigo», alcanzó el primer lugar en el ranking diario del portal Kakuyomu, una de las plataformas de ficción online más relevantes del país, gestionada por la editorial Kadokawa.

Kakuyomu permite a escritores aficionados publicar novelas por entregas, en una especie de vitrina digital donde el talento puede ser descubierto por editoriales, estudios de manga o incluso productoras de anime. Por eso, lograr la primera posición en sus rankings no es un simple logro de vanidad, sino una potencial puerta hacia una carrera profesional.

Una IA que escribe a velocidad sobrehumana

El caso generó especial atención no solo por el contenido del libro, sino por la manera en que fue producido. Bajo el seudónimo de Natsumi Nai, la autora confesó que usó herramientas de generación de texto para escribir la novela, a una velocidad de hasta 100.000 caracteres kanji por día. Este ritmo le permitió publicar capítulos con una frecuencia que el algoritmo de Kakuyomu premia: más actualizaciones implican más visitas, más seguidores y, en consecuencia, mayor visibilidad en la plataforma.

El algoritmo, que no distingue entre humano y máquina, fue «domado» por esta estrategia. Cada nuevo capítulo generaba una reacción en cadena: más tráfico, más comentarios, más votos y más ingresos por publicidad. El éxito comercial no tardó en llegar. Solo el primer capítulo superó las 50.000 visualizaciones, lo que podría representar ingresos mensuales considerables para Nai mediante el programa de regalías de Kakuyomu.

El malestar en la comunidad literaria japonesa

La reacción no se hizo esperar. En redes como X (antes Twitter), muchos escritores y lectores expresaron su preocupación por lo que consideran una «inundación» de contenido automatizado que podría desplazar a las voces humanas. La discusión se intensificó al recordarse un episodio previo en el que más de 120.000 historias de Kakuyomu fueron usadas sin permiso para entrenar modelos de lenguaje, lo que derivó en su posterior eliminación a petición de Kadokawa.

El temor es claro: si las IA pueden producir cientos de capítulos al mes, la competencia deja de ser justa. No se trata solo de calidad, sino de volumen. Y en una plataforma cuyo algoritmo premia la cantidad de actualizaciones, el humano siempre va en desventaja.

La autora respondió con una disculpa formal, reconociendo que debió ser más clara desde el principio sobre el uso de IA en su trabajo. Aunque ya había hecho una mención en su perfil, no lo indicó de forma visible en los capítulos, lo que generó malestar entre algunos lectores.

¿Qué es escribir en la era de la IA?

El caso de Natsumi Nai plantea una pregunta incómoda: ¿qué significa «escribir» cuando la tecnología puede generar contenido narrativo con una calidad aceptable y a velocidades que ningún ser humano puede igualar? Quienes defienden este tipo de creación argumentan que la IA es solo una herramienta, como lo fue la imprenta en su momento o el procesador de texto después. Dicen que el talento sigue estando en la capacidad de guiar a la máquina, estructurar una historia coherente y emocionar al lector.

Otros, en cambio, señalan que el uso masivo de plantillas narrativas y estructuras recicladas con ayuda de IA lleva a una homogeneización del contenido. Como cuando todos los restaurantes sirven el mismo plato porque es el más popular en redes, la literatura podría verse reducida a historias que repiten fórmulas probadas sin riesgo ni creatividad genuina.

Entre la innovación y la regulación

El debate ha llevado a muchos a proponer soluciones intermedias. Una de ellas es la obligación de etiquetar claramente las obras generadas por IA, para que los lectores decidan si desean consumir ese tipo de contenido. Otra es modificar los algoritmos de las plataformas para que no se vean favorecidas aquellas obras que actualizan más rápido, sino las que reciben mayor valoración por parte del público.

Hay quienes proponen incluso una categoría aparte para obras generadas con IA, de manera similar a como se separa la no ficción de la ficción. Esto permitiría que coexistan los distintos enfoques sin eliminar uno en favor del otro.

El futuro inmediato del contenido generado por IA

Japón no es el único país lidiando con esta cuestión. Ya en 2024, la escritora Rie Kudan ganó el prestigioso Premio Akutagawa incluyendo fragmentos generados por ChatGPT en su novela, lo que abrió la puerta a un debate que no ha hecho más que comenzar. Ahora, casos como el de Nai muestran el otro extremo: cuando la mayor parte del contenido es automatizado y el humano actúa solo como director de orquesta.

Mientras tanto, Natsumi Nai no se detiene. Publica diariamente capítulos para una docena de novelas activas, con títulos tan extravagantes como «Aunque es una princesa abandonada, se ha unido a sus amigos esponjosos para crear la nación agrícola más fuerte». Con cada historia, redefine los límites de lo que entendemos por creación literaria en tiempos de inteligencia artificial.ç




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Diez hackers y una IA intentaron hackear un sistema. Hubo un claro ganador

Diez hackers y una IA intentaron hackear un sistema. Hubo un claro ganador

Las tecnológicas no paran de hablar de la AGI, aunque hay muchas dudas de que esté tan cerca como nos quieren vender. La inteligencia artificial general es aquella que será capaz de superar al ser humano en todas las facetas del conocimiento. No sabemos logrará superarnos en todo, pero ya hay un nicho en el que está adelantándonos: el hacking.

El experimento. Fue llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Stanford y lo hemos conocido a través de un reportaje del Wall Street Journal. Lo que hicieron fue desarrollar un bot de hacking llamado Artemis cuyo objetivo es escanear la red en busca de posibles bugs o vulnerabilidades por las que pueda colarse. 

Liberaron a Artemis en la red de ingeniería de la propia universidad y la enfrentaron a diez pentesters, hackers profesionales que se dedican a simular ataques para encontrar bugs y después corregirlos. El bot tenía un 'kill switch' para poder apagarlo en cualquier momento si la cosa se complicaba y los hackers humanos tenían instrucciones de forzar y probar, pero sin llegar a penetrar en la red.

Los resultados. Para sorpresa de sus creadores, Artemis logró resultados excelentes, superando a nueve de los diez hackers humanos. El bot consiguió encontrar bugs mucho más rápido que sus contrincantes y, sobre todo, a un precio mucho más bajo. Se estima que un pentester cobra entre 2.000 y 2.500 dólares por día, mientras que Artemis sólo "cobra" 60 dólares la hora. 

Otra "mirada". Artemis no lo hizo todo bien. Al menos un 18% de sus reportes de bugs fueron falsos positivos y también ignoró un bug muy obvio en una web los hackers humanos vieron a la primera. En cambio, detectó un bug que ningún humano había detectado. El motivo es que el fallo estaba en una web que no funcionaba en Chrome ni Firefox, los navegadores que usan los hackers. Artemis no es una persona y no usa navegadores, sino que empleó un programa y pudo leer la web, encontrando el bug.

La IA y el hacking. Los ciberdelincuentes llevan tiempo usando la IA para hacer el malware más efectivo. Hace poco Anthropic descubrió que un grupo de hackers chinos estaba usando Claude Code para una campaña de espionaje a gran escala. Lo llamativo es que Claude funcionaba como un agente que se encargaba de todo el ciclo de ataque, no sólo una parte del proceso. 

IA para hacer el bien. La IA está reduciendo la barrera de entrada a desarrollar ataques, pero también puede usarse a modo de protección. Investigaciones como la de Stanford ponen de manifiesto que la IA también puede usarse para poner a prueba sistemas inseguros, encontrar bugs y así poder parchearlos. El problema que se presenta es dónde quedará el papel de profesionales como los pentesters si IA acaba haciendo su trabajo por mucho menos dinero.

Imagen | Sora Shimazaki, Pexels 

En Xataka | Los agentes son la gran promesa de la IA. También apuntan a convertirse en la nueva arma favorita de los ciberdelincuentes

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Según la psicología, los que crecieron en los años 1960 y 1970 desarrollaron fortalezas mentales que hoy en día están perdiéndose

Según la psicología, los que crecieron en los años 1960 y 1970 desarrollaron fortalezas mentales que hoy en día están perdiéndose

Ya hemos visto a profesores y padres y madres hablar de cómo sienten que la generación Alfa, que crece rodeada de tecnología, les está afectando a habilidades vitales muy básicas. Hay investigaciones que creen que eso ya puede pasarle a la generación Z, los adultos jóvenes de hoy en día. 

Por otro lado, hay buenas noticias para los mayores de 60 y 50 años: según una investigación publicada en el periódico francés Ouest-France, las personas nacidas en las décadas de 1960 y 1970 desarrollaron una serie de habilidades mentales que la psicología afirma que van escaseando en la actualidad. 

El principal factor que contribuyó a este desarrollo fue el estilo de vida más sencillo, pero a la vez más exigente, al que estas personas estaban sometidas en décadas anteriores. La ausencia de pantallas y la necesidad de asumir responsabilidades desde pequeños, en muchos casos, también influyen. Entre otras, el estudio habla de habilidades como la paciencia, la autonomía y la tolerancia a la frustración. 

Fortalezas de los mayores de 50 años

1.Paciencia: De niño, el aburrimiento no era una crisis. "Cuando no había nada que hacer, salías, cogías un libro o inventabas un juego en el momento", explican desde cottonwoodpsychology. En el pasado, la información tardaba más en circular. Esto enseñó la importancia de esperar, lo cual puede ayudar a una mejor toma de decisiones y una mayor tranquilidad. 

2.Tolerancia a la frustración. Recoge Eluxe Magazine que una de las primeras lecciones que aprendieron muchas personas nacidas en los años 60 y 70 es que la vida no es justa. "Los padres no edulcoraban las cosas, los maestros no repartían trofeos por participar...". Y esto, afirman algunos psicólogos, hacía a los niños y niñas entender que el fracaso no era un callejón sin salida, sino parte del camino. 

3.Capacidad para regular las emociones: En muchos casos, las emociones quedaban relegadas a un segundo plano. El estudio señala que un buen autocontrol durante la infancia se asocia con un mayor bienestar y menores niveles de ansiedad y estrés en la adolescencia.

4. Satisfacción con lo que se tiene: Las personas de estas generaciones crecieron con menos posesiones materiales y menos expectativas de cambio constante. La forma de crianza a la que se enfrentaron no lleva a "expectativas poco realistas sobre cómo debería ser la vida". 

5. Tolerancia a la incomodidad: Esta es otra consecuencia de tener que esperar, a diferencia de la velocidad actual. Esta exposición a la incomodidad fomentó el desarrollo de la flexibilidad emocional y la resiliencia a largo plazo.

6. Mayor capacidad de concentración: Leer durante horas, escribir cartas o escuchar discos de músico completos son ejemplos de actividades que fortalecen la capacidad de atención, lo cual difiere del modelo instantáneo que prevalece en las nuevas generaciones gracias a las nuevas tecnologías, redes sociales y diferentes apps de acceso a contenidos. 

7. Gestión directa de conflictos: El diálogo cara a cara, aunque puede generar momentos incómodos, pero permite aprender a interpretar el lenguaje corporal, trabajar la escucha activa y desarrollar mejores formas de expresarse. 

También recuerdan que no hay que idealizar nada. Los años 60 y 70 no fueron décadas perfectas, ni mucho menos, estuvieron llenas de injusticias, momentos muy duros (en España muchas personas tenían que ponerse a trabajar a los 14 años en condiciones difíciles para ayudar a su familia económicamente) y solo hay que escuchar a las personas que las vivieron para entenderlo. 

Vía | Purepeople

En Genbeta | El teletrabajo puede perjudicar a los empleados más jóvenes. Les quita visibilidad y capacidad de aprendizaje


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Uniformes negros, "laboratorios secretos", nombres en clave: el increíble secretismo con el que se fabricó el primer iPhone

Uniformes negros, "laboratorios secretos", nombres en clave: el increíble secretismo con el que se fabricó el primer iPhone

¿Cómo fue trabajar en el iPhone original? La pregunta seguramente haya rondado la cabeza de todo apasionado a la tecnología: hablamos al fin y al cabo de uno de los mayores avances en el consumo tecnológico del siglo XXI. Y es una que tiene respuesta. La dio Terry Lambert, ingeniero de Apple, hace algunos años en Quora. 

Lambert formó parte de 'Project Purple', un proyecto ultrasecreto en el que solo era posible trabajar si uno aceptaba no solo jornadas interminables, sino también un ambiente en el que el secretismo era absoluto. Tanto era así queLambert, tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA) no ya para garantizar que no iba a contar nada de ese proyecto: lo firmó para poder conocer el nombre del proyecto clave. 

Ese era solo la primera de medidas de seguridad obsesivas que lograron proteger aquel secreto hasta el final.

Lambert fue responsable cerca del 6% (en número de líneas) del código del núcleo (o kernel) de OS X según sus cálculos, lo que suponían unas 100.000 líneas de código al año, y como él mismo indicaba, ese mismo núcleo también se utiliza en iOS. Lo primero que narraba es que cuando le ofrecieron trabajar en aquel proyecto le llevaron a una zona de la sede en la que todo el mundo vestía de negro: eso ya de por sí era señal inequívoca de que se estaba trabajando en algo ultrasecreto.

Trabajar a ciegas, casi literalmente

De hecho, Lambert bromeaba indicando que si uno quería crear un disfraz de Halloween simpático en Apple, bastaba con ponerse una sábana negra, recortar un par de agujeros para los ojos e ir de "proyecto secreto". Durante aquel proyecto jamás vio el iPhone para el que estaba programando y depurando código:

"Solo pude ver la máquina que hacía la depuración de fallos remota, no el dispositivo real, pero obviamente era un sistema basado en arquitectura ARM".

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Tras firmar el NDA que le permitía conocer el nombre en clave del proyecto —y del que por supuesto no podía comentar nada con nadie, incluida su familia— acabaría trabajando en algo que ni siquiera estaba seguro de qué era, sobre todo porque Apple mantenía grupos totalmente independientes en los que se trabajaba en pequeños objetivos que no permitían saber en qué se trabajaba en conjunto.

Otra de las cosas que hace Apple es dar nombres en clave distintos para distintos grupos. O lo que es lo mismo: podías estar trabajando en el mismo proyecto que otra persona o grupo sin saberlo. Ni debatirlo o comentarlo.

Otro ingeniero llamado Jerry Wang que también contestaba a esa pregunta en Quora indicaba cómo efectivamente él, que también trabajó en la documentación de aquel dispositivo y el trabajo con las operadoras que lanzaron el iPhone en Estados Unidos, no conoció el proyecto como 'Project Purple', sino como 'M68'.

Desde ese momento tenía acceso a un "laboratorio secreto" que estaba dentro del laboratorio principal. Solo unos pocos elegidos tenían acceso a ese laboratorio secreto, pero "nunca llegabas a ver el diseño del producto, porque cuando estás haciendo ese trabajo inicial, todo son prototipos de plexiglas". Un detalle curioso: Lambert confesaba cómo los cables utilizados para "hablar" con esas unidades de preproducción eran, efectivamente, púrpuras.

En Xataka | En 2007, Steve Jobs salió al escenario con un iPhone que apenas funcionaba: lo salvó un guion que no admitía ni un desvío

Imagen | Xataka









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Webb detecta la supernova más antigua registrada hasta la fecha

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Una luz fugaz cruzó el cielo en marzo de 2025 y, tras meses de seguimiento, se ha confirmado que su origen fue una supernova producida apenas 730 millones de años después del Big Bang. Esta observación, lograda gracias al telescopio espacial James Webb, establece un nuevo récord en la detección de explosiones estelares ocurridas en los primeros momentos del Universo.

El evento, bautizado como GRB 250314A, comenzó con una intensa emisión de rayos gamma, una señal que delata la muerte explosiva de una estrella masiva. Estos estallidos, conocidos como gamma-ray bursts (GRB), son raros y extremadamente energéticos. En este caso, el GRB duró alrededor de 10 segundos, lo que sugiere que fue causado por el colapso de una estrella, y no por la fusión de objetos compactos como estrellas de neutrones.

Lo que distingue a esta supernova

A diferencia de la breve duración de un GRB, una supernova se comporta de forma distinta. Normalmente, su brillo aumenta en pocas semanas y luego se atenúa. Pero en este caso, el incremento de luminosidad se extendió durante meses. Este fenómeno se debe a que la luz de la supernova ha sido estirada por la expansión del universo durante los 13.000 millones de años que tardó en llegar a nosotros. Esa estiramiento también afecta la percepción del tiempo, haciendo que los eventos lejanos se desarrollen más lentamente desde nuestra perspectiva.

Los astrónomos esperaron con precisión el momento en que la supernova alcanzaría su brillo máximo. Webb fue programado para observarla tres meses y medio después del estallido original, capturando así su punto álgido de luminosidad. Esa planificación, sumada a su sensibilidad infrarroja, permitió confirmar que el destello procedía de una supernova y no de otro tipo de fuente cósmica.

Una reacción global coordinada

La detección inicial se produjo gracias al telescopio SVOM, una colaboración franco-china lanzada en 2024 y especializada en identificar fenómenos transitorios. En menos de dos horas, el Observatorio Swift de la NASA localizó la fuente de rayos X. A partir de ese momento, comenzó una cadena de observaciones internacionales que incluyó al Nordic Optical Telescope (Islas Canarias) y al Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral en Chile. Este último logró estimar que el evento ocurrió tan solo 730 millones de años después del origen del universo.

Este tipo de coordinación global es vital cuando se trata de eventos tan breves y distantes. Detectar una supernova tan antigua es comparable a escuchar el eco de un susurro emitido desde el otro extremo de un estadio colosal.

Una sorpresa: similitud con supernovas modernas

Uno de los aspectos que más sorprendió a los investigadores fue el parecido de esta lejanísima supernova con las que se observan hoy en nuestra galaxia. Se esperaba que, en sus primeros mil millones de años, el Universo albergara estrellas muy diferentes: más masivas, más calientes y con menos elementos pesados. Esas diferencias deberían traducirse en supernovas también distintas.

Sin embargo, los datos recopilados por el equipo liderado por Andrew Levan, de las universidades de Radboud y Warwick, muestran que la curva de brillo y las características espectrales de GRB 250314A son sorprendentemente similares a las de supernovas actuales. Aún se necesitan más datos para entender si se trata de una coincidencia o si las supernovas han sido más constantes de lo que se creía a lo largo del tiempo cósmico.

Un vistazo pionero a su galaxia anfitriona

Otro hito significativo es la identificación de la galaxia que alojaba a la estrella que explotó. Ver galaxias a esa distancia no es tarea sencilla: la luz que emiten está tan estirada por la expansión del universo que llega hasta nosotros muy atenuada y desplazada al rojo infrarrojo.

Gracias a la sensibilidad de los instrumentos de Webb, se pudo distinguir esa galaxia como una pequeña mancha rojiza, apenas unos píxeles en las imágenes. A pesar de su aspecto difuso, los datos indican que se parece mucho a otras galaxias conocidas de aquella misma época temprana del cosmos. Es como mirar una ciudad lejana envuelta en niebla, reconociendo apenas su silueta, pero sabiendo que allí ocurrió algo extraordinario.

Un futuro prometedor para la cosmología observacional

El equipo responsable ya ha sido autorizado para continuar estudiando estos eventos con Webb. Su próximo objetivo es aprovechar el resplandor posterior de los GRB para obtener más información sobre las galaxias en las que tienen lugar. Este resplandor actúa como una huella digital que permite estudiar el medio interestelar de galaxias tan remotas que, de otro modo, permanecerían ocultas.

La detección de GRB 250314A no sólo representa un avance tecnológico, sino también un paso adelante en nuestra comprensión de los primeros capítulos del universo. Es una muestra tangible de cómo el telescopio espacial James Webb está transformando la astronomía observacional, llevándonos a rincones del tiempo y el espacio que hasta hace poco eran solo teoría.


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