28 de diciembre de 2025

Ubuntu es la distribución Linux más exitosa, pero hasta ellos tuvieron que cancelar estos ocho proyectos

Ubuntu es la distribución Linux más exitosa, pero hasta ellos tuvieron que cancelar estos ocho proyectos

En el ámbito de los Linux de escritorio, Ubuntu no solo ha sido y es popular: sigue siendo una de las distribuciones más influyentes del mundo. Simplificó las instalaciones, normalizó los lanzamientos regulares, mejoró drásticamente el soporte de hardware y lleva años siendo la principal puerta de entrada de millones de personas al ecosistema Linux.

Precisamente por ese éxito, Canonical nunca se conformó con mantener el statu quo. Bajo el liderazgo de Mark Shuttleworth, la compañía ha apostado constantemente por ir más allá del PC tradicional, romper la fragmentación entre dispositivos y construir una experiencia unificada, abierta y competitiva frente a los grandes ecosistemas propietarios.

Pero lo cierto es que muchos de sus intentos no llegaron a consolidarse, no por falta de ideas o talento, sino en muchos casos porque la ambición superó los límites económicos y del mercado del momento. Eso le ha llevado a acumular una cartera de 'proyectos cancelados' que, proporcionalmente, rivaliza con la de Google.

Unity: el escritorio que dividió a la comunidad

En 2011, Canonical tomó una decisión radical: abandonar GNOME como entorno por defecto y apostar por Unity, un escritorio propio diseñado desde cero para funcionar tanto con ratón como con pantallas táctiles. Así, Unity introdujo ideas adelantadas a su tiempo:

  • Un lanzador lateral persistente.
  • El Dash como centro de búsqueda unificada.
  • Lentes y scopes capaces de mezclar resultados locales y online.

Pero Unity también generó una fractura histórica en la comunidad Linux. Muchos usuarios rechazaron el cambio, mientras otros lo defendían viéndolo como una evolución necesaria. El problema real llegó cuando Unity dejó de ser solo un escritorio y pasó a ser la pieza central de un proyecto mucho mayor: la convergencia (ver siguiente sección).

Así, cuando la convergencia se canceló, Unity 8 (que estaba destinado a ser la base de ese proyecto) siguió el mismo camino, y Canonical ya había perdido un tiempo precioso (y gastado demasiado presupuesto) como para desarrollar una interfaz actualizada diferente.

Finalmente, Canonical anunció en 2017 el fin de Unity como escritorio principal, regresando a GNOME en Ubuntu 17.10. Unity no murió por falta de ideas, sino por falta de viabilidad a largo plazo.

La convergencia: el sueño que nunca llegó

Hablemos con más detalle de esa famosa 'convergencia', la que en su momento fuera gran apuesta estratégica de Ubuntu: un único sistema operativo capaz de adaptarse automáticamente a móviles, tablets y ordenadores. Conectar el teléfono a una pantalla y obtener un PC completo.

Sobre el papel, era una idea genial. Incluso hoy, existen conceptos similares (como Samsung DeX), pero Ubuntu fue la pionera. Sin embargo, el coste fue enorme:

  • Desarrollo simultáneo de escritorio, móvil y tablet.
  • Falta de aplicaciones nativas.
  • Dependencia de fabricantes de hardware reticentes.

En 2017, Canonical reconoció la derrota y canceló oficialmente el proyecto. Para muchos usuarios, no fue solo el fin de una tecnología, sino la muerte del último gran intento de crear un ecosistema abierto alternativo a los gigantes gigantes privativos.

Ubuntu Touch y Ubuntu Phone: llegar tarde al mercado móvil

Antes incluso de apostar por la convergencia total, Canonical lanzó Ubuntu Touch, un sistema operativo móvil basado en gestos y pensado para integrarse con el escritorio. Incluso llegaron al mercado algunos dispositivos comerciales (como el BQ Aquaris) y la compañía estaba preparando el lanzamiento de su propio dispositivo Ubuntu Phone.

Pero el problema quedó rápidamente claro:

  • Ecosistema de aplicaciones era casi inexistente.
  • El rendimiento limitado.
  • Llegaba tarde a un mercado ya dominado por Android e iOS.

Aunque el concepto era atractivo y la interfaz innovadora, Ubuntu Touch nunca logró despegar y los Ubuntu Phone nunca vieron la luz. Canonical abandonó el proyecto, que hoy sobrevive gracias a la comunidad (UBports), ya fuera del paraguas oficial de la compañía.

Ubuntu Edge: el fracaso más exitoso

En 2013, Canonical lanzó una campaña de crowdfunding histórica para financiar el Ubuntu Edge, un smartphone de gama alta pensado como dispositivo convergente total: ahí donde BQ Aquaris y los Ubuntu Phone ejecutaban Touch únicamente en modo móvil, Edge habría podido conectarse a un monitor de PC y convertirse en un dispositivo de escritorio.

El resultado fue paradójico: la campaña recaudó más de 12 millones de dólares, que no era poca cosa, pero no alcanzó su objetivo, establecido en los 32 millones. De modo que el dispositivo jamás se fabricó.

Ubuntu Edge se convirtió en el mayor fracaso exitoso de la historia del crowdfunding tecnológico. Demostró interés real, pero también que competir contra Apple y Google requería recursos descomunales de los que Canonical sencillamente carecía.

Ubuntu One: la nube antes de que fuera moda

Antes de que iCloud, Google Drive o OneDrive dominaran el mercado, Canonical lanzó Ubuntu One, un sistema integrado de almacenamiento en la nube, sincronización de archivos, y de compra y reproducción de música en streaming.

El servicio ofrecía 5 GB gratuitos, pero el modelo de negocio no resistió la competencia de gigantes con mayor músculo financiero. Canonical cerró la mayoría de sus funciones en 2014 para reenfocar recursos hacia la convergencia... que irónicamente también acabaría en el mismo cubo de la basura de proyectos.

Mir: el servidor gráfico que se quedó sin espacio

Para no depender del histórico X11 ni de Wayland, Canonical desarrolló Mir, su propio servidor gráfico (el software encargado de gestionar las ventanas, la entrada de usuario y la composición de la imagen final en pantalla). Así, Mir debía ser la base técnica de Unity 8 y la convergencia.

El problema fue estratégico: Wayland ya estaba siendo adoptado por GNOME y KDE, mientras que Mir aislaba a Ubuntu del resto del ecosistema Linux, lo que a su vez hacía del mantenimiento algo costoso y poco rentable.

Mir no desapareció del todo, pero murió como servidor gráfico de escritorio, quedando relegado a usos específicos en el campo del Internet de las Cosas (dispositivos en modo quisco e interfaces técnicas industriales).

Wubi: cancelado por exitoso

Wubi fue uno de los proyectos más discretos y, al mismo tiempo, más influyentes de Ubuntu. Permitía instalar la distribución desde dentro de Windows sin modificar particiones ni asumir riesgos para el sistema ya instalado, reduciendo drásticamente la barrera de entrada para nuevos usuarios. Durante años, fue la primera toma de contacto con Linux para miles de personas.

Su abandono no respondió a un fracaso de su misión, sino a la evolución natural del ecosistema: cambios profundos en Windows, la llegada de UEFI, la mejora de los instaladores tradicionales y la aparición de alternativas como máquinas virtuales o el subsistema Linux de Windows hicieron que Wubi dejara de ser necesario. En ese sentido, Wubi no fracasó: cumplió su función y desapareció cuando el problema que resolvía dejó de existir.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

En Genbeta | Quiero empezar a usar Linux: guía todo lo que debes saber y primeros pasos 

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Un planeta de carbono y helio: la atmósfera inexplicable que detectó el telescopio Webb

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PSR J2322-2650b no es un nombre fácil de recordar, pero el planeta que lleva esa denominación ha logrado captar la atención de la comunidad científica. Fue observado gracias al telescopio espacial James Webb, y lo que se descubrió sobre él ha dejado a los astrónomos con más preguntas que respuestas. Orbitando un púsar —una estrella de neutrones que gira rápidamente y emite radiación en pulsos regulares— este planeta gaseoso tiene una atmósfera que no encaja con ninguna teoría conocida de formación planetaria.

Lo primero que sorprende de este exoplaneta es su forma: no es esferoidal como Júpiter, sino alargado, con un aspecto que recuerda a un limón deformado. Esta forma extraña es el resultado de la fuerza gravitacional extrema del púsar, que estira al planeta a lo largo de su órbita, situada a apenas un millón de millas de su estrella. Para tener una referencia, la Tierra está a cien millones de millas del Sol.

Una atmósfera que no debería existir

Los datos recopilados por el telescopio Webb revelan que la atmósfera de PSR J2322-2650b no está compuesta por los habituales vapor de agua, metano o dióxido de carbono. En su lugar, predominan moléculas de carbono, como C2 y C3, y una cantidad inesperadamente alta de helio. Lo curioso es que estas moléculas solo pueden dominar si hay una ausencia casi total de oxígeno y nitrógeno, elementos comunes en otros planetas.

En palabras del investigador principal, Michael Zhang, esta composición no encaja ni con los procesos tradicionales de formación planetaria ni con los mecanismos conocidos en los sistemas tipo “viuda negra”. Éstos últimos consisten en sistemas binarios donde el púsar arrastra materia de una estrella compañera, evaporándola con su radiación. Sin embargo, en este caso, el compañero no es una estrella sino un planeta, y su composición rica en carbono tampoco cuadra con el remanente de una estrella evaporada.

Un laboratorio natural sin distracciones

Una de las grandes ventajas de este sistema es que el planeta está iluminado por su estrella, pero el propio púsar no emite luz visible, lo que permite a los astrónomos observar la atmósfera del planeta sin interferencias. Es como ver un objeto al atardecer, bañado por la luz ambiental pero sin el deslumbramiento directo del sol. Esto ha permitido obtener un **espectro prado por la luz ambiental pero sin el deslumbramiento directo del sol. Esto ha permitido obtener un espectro pr\u00istino, una especie de huella química clara de la atmósfera, gracias a la visión infrarroja del telescopio Webb.

Los datos indican que las temperaturas en la superficie del planeta varían entre 1.200 y 3.700 grados Fahrenheit, dependiendo de si se mide en el lado nocturno o diurno. En ese rango de temperaturas, los científicos creen que pueden formarse nubes de hollín, y en las profundidades del planeta, cristales de carbono que eventualmente podrían convertirse en diamantes.

Una rareza en el catálogo de exoplanetas

De los más de 6.000 exoplanetas conocidos hasta ahora, solo unos pocos orbitan púsares, y PSR J2322-2650b es el único que se asemeja a un Júpiter caliente, es decir, un planeta gaseoso con altas temperaturas y una masa similar a la de Júpiter. Pero lo que realmente lo hace especial es su composición química.

Peter Gao, del Carnegie Earth and Planets Laboratory, confesó que cuando recibieron los datos, su reacción fue de absoluto asombro: “¿Qué demonios es esto?”, recordó. Ningún modelo previo había predicho algo parecido, lo que sugiere que podríamos estar ante una nueva categoría de planetas, formados por procesos aún desconocidos.

Roger Romani, otro de los autores del estudio, plantea una teoría interesante. Cree que el interior del planeta contiene una mezcla de carbono y oxígeno que, al enfriarse, comienza a cristalizar. Los cristales de carbono flotarían hacia arriba y se mezclarían con el helio de la atmósfera. Pero para que eso ocurra, algún proceso debe mantener alejados al oxígeno y al nitrógeno, lo que aún no se puede explicar.

El papel clave del telescopio Webb

Nada de esto habría sido posible sin las características especiales del telescopio James Webb. Ubicado a un millón de millas de la Tierra y protegido por un escudo solar gigante, este observatorio espacial opera a temperaturas bajísimas, lo que le permite detectar las señales infrarrojas más tenues. Además, al observar un sistema sin una estrella brillante de por medio, Webb puede analizar en detalle los componentes atmosféricos sin interferencias.

Este hallazgo es un claro ejemplo del tipo de descubrimientos inesperados que abre la era del Webb: mundos extraños con historias complejas, que nos obligan a replantear nuestras ideas sobre cómo se forman y evolucionan los planetas. PSR J2322-2650b podría ser el primero de muchos cuerpos celestes que desafíen nuestras categorías actuales.




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La Tierra tiene un "bug": según unos científicos, lo más probable es que el calentamiento global nos lleve a una Edad de Hielo

La Tierra tiene un "bug": según unos científicos, lo más probable es que el calentamiento global nos lleve a una Edad de Hielo

Solemos imaginar el cambio climático como una línea ascendente sin fin: más calor, glaciares derretidos y océanos más ácidos. Sin embargo, la ciencia acaba de poner sobre la mesa una hipótesis que no es demasiado intuitiva: bajo ciertas condiciones extremas, el calentamiento global no termina en un infierno, sino en un auténtico congelador. Y el plancton, que parece inofensivo, tiene mucho que decir en este sentido

Lo identificado. Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Riverside (UCR) y la Universidad de Bremen ha identificado una inestabilidad en el ciclo del carbono, un "glitch" en el sistema operativo climático de la Tierra,  que sugiere que un océano demasiado cálido y sin oxígeno puede disparar un enfriamiento global masivo.

El termostato geológico. Para entender este hallazgo, primero hay que mirar cómo la Tierra regula su temperatura a largo plazo. El mecanismo clásico es la meteorización de silicatos. Que básicamente significa que cuando hay mucho CO₂ en la atmósfera junto a calor, llueve más y esta lluvia disuelve las rocas de silicatos, arrastrando el carbono y los nutrientes que almacena hacia al mar como por ejemplo el fósforo. 

Allí es donde el plancton usa ese carbono para construir sus conchas y, al morir, se hunde, atrapando el CO₂ en el fondo marino. Y aunque pueda parecer una buena noticia que almacenen este gas que se ve como un gran enemigo en el fondo marino, el hecho de reducir su concentración significa que la temperatura baje

Un cambio de paradigma. Hasta ahora, los científicos veían esto como un "termostato" estable: si hace calor, el sistema trabaja para enfriar el ambiente, y si hace frío trabaja con menos intensidad. 

Pero ahora se plantea algo radical: el termostato tiene un modo de fallo catastrófico. Según sus modelos de simulación, cuando el sistema se acopla al ciclo de los nutrientes marinos y la productividad biológica, la regulación puede ser inestable. Y aquí es donde empiezan las ideas de una futura glaciación. 

La trampa del plancton. Para los investigadores, si seguimos con un calentamiento extremo en nuestro planeta, la erosión va a aumentar para llevar nutrientes al océano. Algo que sin duda agradecerán el fitoplancton y las algas que lo acumularán y al morir creará zona en a¡gua donde no haya una pizca de oxígeno. 

En un océano sin oxígeno, el fósforo vuele a dominar el agua del mar que creará un ciclo vicioso donde las algas lo consumirán junto a grandes cantidades de oxígeno. El resultado es que el fondo del océano comienza a 'chupar' CO₂ de la atmósfera a una velocidad vertiginosa, que es mucho más rápido de lo que los volcanes o las actividades humanas pueden reponerlo. 

El resultado es claro: un desplome térmico que puede llevar a una glaciación severa similar a la que la Tierra ha vivido en el pasado. 

Teníamos otros miedos. Ahora mismo encima de la mesa teníamos la sospecha que el colapso del AMOC, las corrientes oceánicas que van moviendo el agua entre varias ubicaciones, nos llevaran a esta situación. Y es que tienen una función muy importante: mover el agua cálida desde los trópicos hacia el norte por la superficie y el agua fría y densa hacia el sur por las profundidades. Algo que a priori regula la temperatura global

El calentamiento global. A priori, cualquiera podría pensar que seguir emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera es la solución para esto. Pero los autores lanzan una advertencia: los tiempos geológicos no son tiempos humanos. 

Estamos hablando de un mecanismo que opera en escalas de cientos de miles de años, y es por ello que no va a enfriar el planeta ni en este siglo ni en el siguiente. De hecho, los investigadores apuntan a que si este mecanismo se activara hoy, sería una corrección excesiva que ocurrirá mucho después de que nosotros hayamos sufrido las consecuencias del calentamiento global. 

La fragilidad del sistema. El ciclo del carbono no es una simple balanza que se mantiene en equilibrio, sino que es bastante dinámico y complejo. Esto es algo difícil, puesto que fácilmente puede descompensarse. La idea de que el planeta pueda "sobrerreaccionar" al calor provocando un frío extremo nos recuerda que la Tierra tiene mecanismos de regulación que son indiferentes a la supervivencia de la civilización humana. 

Imágenes | Javier Miranda Alberto Restifo

En Xataka | La Tierra está entrando en colapso climático con su primer punto de no retorno. Nuestra única salvación es la tecnología

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La noticia La Tierra tiene un "bug": según unos científicos, lo más probable es que el calentamiento global nos lleve a una Edad de Hielo fue publicada originalmente en Xataka por José A. Lizana .



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La NASA ha tenido sus naves expuestas a hackers durante tres años. Lo ha descubierto una IA en solo cuatro días

La NASA ha tenido sus naves expuestas a hackers durante tres años. Lo ha descubierto una IA en solo cuatro días

Si hay un sitio donde deben estar abiertos a cualquier tipo de comunicación, ese debe ser en una agencia espacial. Y ya no es solo una cuestión cinematográfica (aunque haya dado largo y tendido para desbarrarse hacia ese tema en el cine), es que las comunicaciones son críticas: desde para cosas tan mundanas como explicar que todos los procesos van bien a anomalías pasando por el devenir concreto de una misión. 

Meter mano a las comunicaciones de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio tiene que ser un auténtico caramelito y no solo para boicotear a la entidad estadounidense, sino también para acceder a información confidencial o hasta para desarrollar teorías conspiranoicas que desmonten que el hombre llegara a la luna. Pues bien, por increíble que parezca, hackear a la NASA ha sido más fácil de lo que se podría pensar.

Tres años expuestos y miles de millones de dólares en juego

Y no ha sido solo un ratito: las comunicaciones entre la Tierra y las naves espaciales de la NASA han sufrido una vulnerabilidad crítica durante tres años frente a posibles ataques informáticos. Ni tampoco era algo baladí: esa grieta en la seguridad podría haber permitido a atacantes apoderarse de misiones espaciales como los rovers de la agencia en Marte. La consecuencia tampoco habría sido barata: supone una amenaza para miles de millones de dólares en infraestructuras espaciales y el desempeño de estas misiones.

Las vulnerabilidades suelen detectarse cuando ya es demasiado tarde o gracias a la acción de investigadores, aunque en este caso ha sido obra de una inteligencia artificial, más concretamente de un algoritmo de ciberseguridad integrado en un software de seguridad de AISLE, cuyo objetivo es proteger las comunicaciones entre las naves espaciales y los sistemas terrestres. Esta vulnerabilidad había pasado desapercibida para los ojos humanos en las múltiples revisiones de código durante todo ese tiempo. Sin embargo, este analizador autónomo basado en IA lo detectó y ayudó a corregirlo en cuatro días, cuenta el equipo de la startup californiana.

Según detallan, el fallo estaba en el sistema de autenticación y para aprovecharlo solo hacía falta disponer de credenciales de operadores. Bastaría un poco de ingeniería social como phising o infectar equipos para hacerse con nombres de usuario y contraseñas de trabajadores de la NASA para posibilitarlo. 

A partir de aquí, algo tan habitual como la autenticación se convertiría en un arma para por ejemplo, inyectar comandos que se ejecuten con privilegios completos para acceder al sistema. Las consecuencias podrían ser fatales: desde interceptar datos a secuestrar una nave. Lo único "bueno" de esta vulnerabilidad es que era requisito indispensable ejecutarla en el sistema de forma local, lo que obviamente reduce el riesgo frente a lo remoto.

La integración de sistemas con IA en colaboración con humanos está a la orden del día y aunque en este caso ha sido la máquina quien ha sacado los colores al equipo de personas, cabe recordar que con la caída de medio internet por culpa de los servidores de Amazon, la responsabilidad recaía en la automatización: fueron los operadores quienes tuvieron que intervenir para arreglarlo de forma manual.


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Portada | Foto de NASA Hubble Space Telescope en Unsplash



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La noticia La NASA ha tenido sus naves expuestas a hackers durante tres años. Lo ha descubierto una IA en solo cuatro días fue publicada originalmente en Xataka por Eva R. de Luis .



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Resolviendo uno de los debates más intrigantes de la filosofía: si existe el "altruismo" entre los animales o no

Resolviendo uno de los debates más intrigantes de la filosofía: si existe el "altruismo" entre los animales o no

Un simio reanimando a otro tras una pequeña descarga eléctrica; una piara de cerdos empujando de regreso al río a un pez varado en la orilla; un grupo de cuervos descubriendo el gigantesco cadáver de un reno y llamando a otros cuervos para disfrutar del festín. Los ejemplos se reproducen por doquier en las cuatro esquinas de Internet, y tras ellos, a menudo, subyace una pregunta voluntarista: ¿son los animales altruistas?

De fondo reside una lectura moral: al contrario que los seres humanos, egoístas, los animales son capaces de enseñarnos la auténtica bondad. Dar sin esperar nada a cambio. Es lo que ha sucedió hace algún tiempo a raíz de la imagen viral de un pato cubriendo bajo sus alas a un joven perro. No importa que los hechos en sí sean difusos o que la conversación parta de dos capturas de imagen sin referencia a la fuente original. El debate es legítimo, y está vivo.

¿Estaba el ave protegiendo a un cachorro de otra especie por mera compasión, por un elevado altruismo moral? Es común que la respuesta a esta pregunta esté preñada de condicionantes morales. Queremos proyectar en los animales nuestras propias inseguridades, ansiedades y conflictos emocionales. Durante años, la idea del "altruismo animal" quedó reducida a los márgenes de la ciencia por sus connotaciones antropocéntricas.

Sin embargo, la cuestión ha gozado de un interesante revival durante las últimas décadas. Numerosos estudios han tratado de poner coto a la cuestión del altruismo, y de dar una respuesta efectiva al comportamiento en ocasiones inexplicable de algunas especies animales.

El altruismo, una definición

La biología y la etología han llegado a una definición relativamente precisa de "altruismo": aquella acción que beneficie a un tercero en detrimento de uno mismo. Es decir, los actos que tienen consecuencias positivas sin que al mismo tiempo se derive un interés propio. Diseccionar el grano de la paja es complejo, porque muchos actos "altruistas" esconden en realidad motivaciones profundamente egoístas.

cuervito (Hossein Ghaem/Unsplash)

A finales de los años ochenta, un biólogo especializado en el comportamiento animal, Bernd Heinrich, observó algo peculiar durante un paseo por los bosques de Maine. Un grupo de cuervos había hallado los suculentos restos de un enorme reno, y había comenzado a llamar la atención de otros congéneres de forma llamativa y escandalosa. A primera vista, pareciera que los cuervos deseaban compartir la plenitud de carne encontrada por casualidad.

¿Tenía sentido? Desde un punto de vista algo simplista (la supervivencia del más fuerte), no demasiado. La lógica evolutiva (al menos como solemos entenderla) dictaba que los cuervos debían competir por aquel trozo de carne. Es un impulso básico y un vector que explica gran parte de las relaciones animales, la lucha por un alimento escaso y la supervivencia propia. Al llamar a otros cuervos para disfrutar del banquete, aquellas aves estaban rompiendo una dinámica largamente aceptada por la comunidad científica.

El particular hallazgo de Heinrich ha sido discutido durante años. En última instancia, es probable que los cuervos no mostraran comportamiento altruista alguno. Al encontrar al reno en el territorio de un cuervo adulto, y por tanto más poderoso, los jóvenes y advenedizos cuervos habían hecho algo bastante inteligente: llamar a otros colegas para evitar represalias. Pura defensa por acumulación. De aquel modo, el cuervo adulto limitaría cualquier tipo de defensa territorial.

hormigas (Mikhail Vasilyev/Unsplash)

El caso de los cuervos de gran singularidad, pero hay otros que ayudan a limitar el alcance del "altruismo". Se sabe que, en algunas especies, los murciélagos hembra son capaces de compartir parte de su alimento con los macho cuando éstos llevan una temporada de escasez. El comportamiento es social, pero no altruista: el acto de compartir surge de la necesidad de perpetuar la especie, de proteger a los suyos en el largo plazo.

Es un mecanismo de defensa explicado por teorías bien asentadas (la "kin selection", por ejemplo), y que podemos identificar en otras especies animales (como las manadas de perros salvajes que advierten mediante ladridos de los peligros que acechen en el horizonte o las hormigas kamikaze que se sacrifican por la colonia). ¿Hay un punto de genuina bondad en la ayuda ajena? La pregunta parte de una perspectiva humana errónea. Murciélagos, hormigas o perros buscan algo más elemental: el beneficio de la especie. Y por tanto el beneficio propio.

Vale, ¿pero qué hay del pato y el cachorro? Pese a que es tentador explicar casi todo el comportamiento animal desde el determinismo, hay casos que escapan a su lógica. Se tiene constancia, por ejemplo, de grupos de orcas que han adoptado a delfines con determinadas malformaciones genéticas durante varias semanas. Las orcas no son animales demasiado sociales ni acostumbran a relacionarse con otras especies de forma amistosa.

Los ejemplos conocidos

En 2009, dos investigadores atestiguaron algo aún más excepcional. Durante una exploración en la Antártida, se toparon con una foca en apuros. Perseguida por un grupo de orcas, sus días parecían contados. En plena refriega, una pareja de ballenas jorobadas hizo acto de presencia y comenzó a maniobrar para proteger a la foca. Las jorobadas sólo se alimentan de pescado y crustáceos: ¿qué narices pitaban en aquella escena?

joro (Michael Blum/Unsplash)

Según los científicos, manifestar un acto de raro altruismo entre animales. Las ballenas lograron proteger con éxito a la foca, interponiéndose entre las orcas y logrando que alcanzara tierra firme (previsiblemente alucinada). No había beneficio individual directo alguno para aquellas jorobadas, ni existía un profundo mecanismo biológico que pudiera explicar sus acciones. Bajo cualquier perspectiva, habían decidido ayudar a aquella pobre foca.

En el proceso, las jorobadas habían identificado una situación de peligro y vulnerabilidad ajena y habían decidido ponerse en peligro pese a la ausencia de un interés propio. ¿Pero es así?

No fue un incidente aislado. Algunos estudios recopilatorios han identificado más de 115 encuentros entre ballenas jorobadas y orcas durante los últimos 62 años. En algunas ocasiones hasta una quincena de jorobadas acudía al rescate de crías de otras especies de ballenas. Podría deberse de un mecanismo de defensa automático en base a incidentes previos (las orcas también atacan a las crías de las jorobadas) o a una respuesta a las llamadas de las propias orcas (de tal modo que las jorobadas acudirían al lugar de los hechos a ciegas).

Pero también podría ser mera y simplemente una ayuda. Desinteresada. Se sabe que los delfines y los cetáceos son capaces de generar pensamientos sofisticados y de tomar decisiones basadas en ellos; de solucionar problemas; y de formas más o menos complejas de comunicación. Es decir, de una cierta inteligencia que, en circunstancias extraordinarias, les podría llevar a actuar de forma altruista. Ya se trate de focas, de perros o de humanos.

delfin (Jeremy Bishop/Unsplash)

¿Cómo podríamos encajar el altruismo más allá de las consideraciones morales, entonces, cómo podríamos acomodar los actos del pato que cubre al cachorro? La ciencia aún no ha llegado a un consenso demasiado extendido sobre esta cuestión. La vía más sencilla, el deseo emocional de ayudar a otros individuos, la bondad, es compleja de testar: no sabemos qué piensan los animales, y sí sabemos que los humanos disfrutamos procesos cognitivos complejos.

El ajuste moral es difuso. Nuestras percepciones morales surgen de nuestra capacidad para pensar de forma abstracta, y a menudo sirven como acomodo, como conjunto de reglas, que contribuye a explicar nuestra conducta (y a ajustarla a las normas sociales). Nada de esto es extrapolable a los animales.

Lo que no significa que pensar en "altruismo animal" sea proyectarnos a nosotros mismos en la naturaleza. Otros estudios han asociado ciertas características genéticas (como el tamaño de la amígdala, por ejemplo) a los actos desinteresados manifestados por algunas especies animales. Determinadas estructuras cerebrales permitirían a algunos identificar el dolor o el riesgo ajeno, y vincularlo a una característica muy común: el cuidado y la protección.

Es decir, habría mecanismos biológicos que, a un nivel más simple y desgajados de cualquier consideración moral, empujarían en la misma dirección el comportamiento altruista de humanos y animales. ¿Está el pato, pues, cuidando y protegiendo del cachorro por puro altruismo? No lo sabemos, del mismo modo que no sabemos si las ballenas protegían a la foca por compasión. Quizá buscaba calor, o quizá manifestaba un síndrome de maternidad psicológica.

Lo que no podemos descartar de todo es que se deba al altruismo. La posibilidad existe.

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La noticia Resolviendo uno de los debates más intrigantes de la filosofía: si existe el "altruismo" entre los animales o no fue publicada originalmente en Xataka por Andrés P. Mohorte .



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