El mundo ha cambiado. Y si hay alguna cosa donde eso se nota más que en el agua, la tierra o el aire, eso es el pan. Se nota en el pan y se nota mucho. Tanto es así que, pese a los intentos de los últimos años por revitalizarla, la cultura del pan (esas 315 variedades que identificó Jose Carlos Capel a finales de los 80) está en franca decadencia.
Así, la idea de comprar pan cada día es cada vez más minoritaria y la gran pregunta que se hacen miles de personas es... "¿De verdad es buena idea congelarlo?" Y, para sorpresa de muchos, es una buena idea (aunque no tanto como nos quiere hacer saber). Solo hace falta hacerlo bien.
¿Entonces no pierde propiedades? Como explicaba la dietista-nutricionista Nuria Romero en Ideal, "podemos estar tranquilos, porque el pan al congelarlo no pierde propiedades nutricionales". Aunque, es verdad que "sí que a veces puede verse afectada su textura o sabor".
¿Y vale cualquier pan? Lo mejor son "aquellos menos tostados, ya que son las que aguantan mejor el equilibrio de humedad entre la corteza y la miga". Por lo mismo, también es buena idea congelar panes grandes o aquellos que están hechos de harina integral o centeno.
¿Cómo se congela el pan? Aunque pueda parecer obvio, congelar pan es muy muy sencillo. Son tres pasos fáciles de implementar. El problema es que la mayor parte de los consumidores no suelen aplicarlos de forma sistemática.
- Lo primero es escoger un pan fresco y a temperatura ambiente. Si el pan ya está empezando a ponerse duro o aún no se ha enfriado del todo, el resultado final será mucho peor.
- Más tarde, es muy recomendable cortarlo en porciones que faciliten posteriormente su posterior descongelación. En este sentido, mucha gente opta por cortarlo en rebanadas.
- Y, posteriormente, empaquetarlo de forma hermética. Así nos aseguramos de que la humedad del congelador no entre en contacto con las rebanadas.
Y así (bien aislado) puede durar hasta seis meses in mucho problema.
¿Y cómo lo descongelamos? Ese suele ser el otro gran problema: que si no lo descongelamos correctamente, puede perder la frescura. Por eso, la forma más efectiva de hacerlo es a temperatura ambiente: colocándolo en una rejilla para que no se acumule humedad, la descongelación da muy buen resultado.
Si vamos mal de tiempo, se puede descongelar en el horno (a unos 160 grados, envuelto en papel de aluminio durante 10 o 15 minutos) o directamente en la tostadora si lo tenemos en rebanadas.
¿Ahí es donde empieza la magia? Lo hemos visto en muchos artículos: por ejemplo, como explicaba la doctora Karen Alarcón Fuentes, gastroenteróloga y endocopista, al descogelarlo "gran parte del carbohidrato del pan va a convertirse en fibra prebiótica". Algo que "que no solo beneficia tu microbiota, sino que también va a regular tu glucosa en sangre".
¿Pero es verdad? No está claro. Como nos explicaba nuestra compañera Liliana Fuchs, es algo que "tiene cierta base científica, pero que en la práctica no sirve de nada". La clave de todo este entuerto está en el el almidón resistente, "un tipo de carbohidrato difícil de procesar por nuestro organismo, no se digiere por completo y tiene un efecto similar a la fibra".
El problema es que, en el caso del pan, solo se ha podido demostrar que congelándolo (y tostándolo después) se reduce el índice glucémico. El proceso no afecta al almidón resistente. Y, de hecho, "el efecto en la salud de una persona normal será prácticamente nulo; importa mucho más el total de la dieta y los hábitos diarios".
Imagen | Charles Chen | Coffee Danube Still Life Photography
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La noticia Sabíamos que el congelar el pan era cómodo, barato y estaba de moda. Lo que no tenemos claro es que sea "tan bueno" para la salud como dicen fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
☞ El artículo completo original de Javier Jiménez lo puedes ver aquí
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