28 de marzo de 2025

Ha trabajado manteniendo el kernel de Linux desde hace 25 años y tiene claro el motivo de su éxito: el egoísmo

Ha trabajado manteniendo el kernel de Linux desde hace 25 años y tiene claro el motivo de su éxito: el egoísmo

Durante más de dos décadas, Greg Kroah-Hartman (autor de 'Linux Kernel in a Nutshell') ha estado en el corazón del proyecto Linux, manteniendo partes fundamentales de su kernel, el núcleo del sistema operativo más utilizado del planeta. En una reciente entrevista con The Pragmatic Engineer, Greg ha revelado algunas dinámicas internas inesperadas del desarrollo del kernel de Linux.

Desde servidores hasta televisores inteligentes, pasando por satélites, routers y la mayoría de teléfonos Android, Linux está en todas partes.

Pero, ¿cómo se construye un proyecto de esta magnitud? ¿Y cuál es la razón de su éxito? Según Kroah-Hartman, la clave reside en un factor inesperado: el egoísmo bien canalizado.

Un ecosistema que abarca todo

A pesar de su bajo perfil, Linux es omnipresente. Está en más de 4.000 millones de dispositivos Android, en la Estación Espacial Internacional, los sistemas de control del tráfico aéreo europeo, cargadores de coches eléctricos, servidores web, televisores Samsung, y hasta en los módems 5G. Kroah-Hartman bromea al respecto:

"Nos hemos apoderado del mundo sin que nadie se diese cuenta".

Pero este dominio no ha surgido por accidente: el kernel de Linux es mantenido por una comunidad global, compuesta por más de 4.000 desarrolladores al año provenientes de más de 500 empresas, incluyendo a gigantes como Google, Intel o IBM.

El egoísmo que sostiene al mundo

A pesar de su apariencia altruista, el éxito de Linux está cimentado, según Kroah-Hartman, en egoísmo. Pero no en cualquier forma de egoísmo, sino en el estratégico: las empresas y desarrolladores individuales contribuyen al kernel para resolver sus propios problemas, ya sea agregar soporte para un nuevo hardware, mejorar la eficiencia energética o facilitar la integración en sus productos.

Pero aquí viene la genialidad del modelo: "Si tú arreglas un problema que tienes, seguramente estás solucionando el problema de otros también". Así, lo que comienza como una mejora local termina beneficiando al ecosistema entero.

Decía el economista y filósofo Adam Smith que "no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses". Pues, aparentemente, obtenemos Linux gracias a ese mismo principio.

Un ejemplo claro de eso sería el soporte para dispositivos embebidos con batería. Varias empresas querían optimizar el kernel para sus smartphones y smartwatches... pero el resultado no solo mejoró el rendimiento en dispositivos móviles, sino que también redujo el consumo energético en centros de datos, ahorrando así miles de millones en infraestructura.

Cuando colaborar paga en reputación (y en ahorrar costes)

Greg insiste en que contribuir a proyectos como Linux es una de las mejores formas de crecimiento profesional: cada parche enviado demuestra habilidades técnicas, colaboración y conocimiento profundo del sistema.

Cerca del 80% de quienes aportan al kernel lo hacen como parte de su trabajo: para muchas empresas, contribuir al desarrollo de Linux es más rentable que crear y mantener su propio sistema operativo.

Entre Linux y una solución comercial, Kroah-Hartman se pregunta retóricamente quién ganará a largo plazo:

"[Podría pensarse que la solución] comercial, porque tienen incentivos, van a crear cosas profesionales, mientras que aquí es más por valor intrínseco. Pero [...] IBM sabía que podía invertir dinero, contratar desarrolladores y recuperar esa inversión.
A largo plazo les sale más barato. Ellos ganan dinero vendiendo soporte y hardware. Red Hat gana dinero vendiendo soporte. Intel gana dinero vendiendo chips. Esas son las empresas que contribuyen a Linux: lo hacen porque quieren vender otro producto".

Calidad por presión social. Presión social por transparencia

El hecho de que todo sea público genera una presión invisible pero poderosa. Como dice Kroah-Hartman: "Mi nombre está en este cambio de código. Sé que todos lo van a ver. Eso me obliga a hacer un mejor trabajo".

A diferencia de empresas cerradas donde el código solo lo ve un equipo, en Linux el código está a la vista del mundo. Esto eleva el estándar de calidad y promueve mejores prácticas, documentación y claridad.

Confianza, burocracia y colaboración

El proceso de contribuir es sorprendentemente accesible. Un cambio típico —como agregar el soporte para un módem USB— puede tardar apenas una semana y media desde su envío hasta ser incluido en una versión estable del kernel. Todo se gestiona por correo: se envía un parche con su descripción, se discute públicamente, se revisa, se aprueba y se integra.

Para los cambios más sensibles —como partes del núcleo central— el proceso es más estricto. No por burocracia, sino por necesidad:

"Si desapareces, alguien debe poder mantener tu código. Así que más vale que sepas lo que estás haciendo, o que inspires confianza".

Empezar a colaborar poquito a poco

La entrevista también ayuda a despejar una duda: para los curiosos, contribuir a Linux no requiere ser un experto en sistemas operativos. Muchos comienzan corrigiendo errores de estilo, mejorando comentarios o solucionando errores simples. Lo importante es aprender el flujo de trabajo y entrar en la dinámica colaborativa.

Y la recompensa va más allá de lo técnico: es una forma directa de mejorar profesionalmente, demostrar capacidad real y aprender de algunos de los mejores ingenieros del mundo.

El kernel nunca está 'terminado'

La constante aparición de nuevos dispositivos, procesadores, redes y usos exige que el kernel evolucione constantemente. Cuando le preguntaron si Linux está cerca de completarse, Kroah-Hartman respondió: "Terminará cuando dejen de hacer nuevo hardware". Y no parece que eso vaya a ocurrir pronto.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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