¿Qué tiene que ver el clima con el arsénico?
El arroz es único entre los cultivos porque se cultiva, tradicionalmente, en campos inundados. Este método, conocido como cultivo en arrozales, permite mantener a raya las malas hierbas y ayuda a asegurar el crecimiento del grano. Sin embargo, también crea un entorno perfecto para que el arsénico presente en el suelo se disuelva en el agua, y de ahí, sea absorbido por las raíces del arroz.
En condiciones normales, este riesgo ya existe, pero la investigación publicada recientemente en Lancet Planetary Health revela algo alarmante: el calentamiento global y el aumento del CO₂ están empeorando el problema.
¿Cómo ocurre esto?
Imaginemos el suelo de un arrozal como una esponja húmeda y sin oxígeno. En ese entorno, los microbios del suelo necesitan encontrar nuevas formas de sobrevivir. Con el aumento de temperaturas y más dióxido de carbono en el aire, las plantas crecen con raíces más extensas y vigorosas. Esto, a su vez, estimula la actividad microbiana en el suelo, que empieza a liberar más arsénico al ambiente circundante. El resultado: más arsénico disponible para ser absorbido por la planta, y eventualmente, llegar a tu plato.
¿Qué tipos de arroz están más afectados?
Aunque existen unas 40.000 variedades de arroz, las más consumidas se dividen en tres grandes grupos: grano corto, como el usado en sushi; grano medio, común en platos principales; y grano largo, como el basmati o jazmín. El estudio analizó 28 variedades comunes en países clave como China, India, Vietnam y Filipinas, donde el arroz es parte esencial de la dieta diaria.
Y aquí es donde empieza lo preocupante: las variedades más cultivadas y consumidas están mostrando una tendencia clara a acumular más arsénico bajo las condiciones climáticas previstas para el año 2050.
¿Por qué es tan grave el arsénico?
El arsénico no es algo nuevo en nuestra alimentación. Sin embargo, hay una distinción importante: el arsénico inorgánico, que es la forma más tóxica, es clasificado por la Organización Mundial de la Salud como un carcinógeno confirmado.
La exposición prolongada a este tipo de arsénico está relacionada con una larga lista de enfermedades: cáncer de pulmón, vejiga y piel, enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos en el desarrollo infantil, e incluso impactos en el sistema inmunológico.
Lo que el nuevo estudio plantea es un escenario en el que, si no se actúa a tiempo, el aumento de arsénico podría representar un problema de salud pública global, especialmente en comunidades donde el arroz se consume a diario.
¿Qué tan pronto podríamos ver las consecuencias?
El equipo científico liderado por Donming Wang calcula que, bajo un escenario de altas emisiones, el arsénico en el arroz podría aumentar hasta un 44 % para 2050. Esto haría que más de la mitad de las muestras de arroz analizadas excedieran los límites de seguridad propuestos por China.
En términos concretos, esto podría traducirse en más de 13 millones de nuevos casos de cáncer relacionados con el consumo de arroz contaminado con arsénico. Y los más vulnerables serían los bebés y niños pequeños, debido a su bajo peso corporal y la alta proporción de arroz en sus dietas (por ejemplo, en cereales infantiles).
¿Hay algo que podamos hacer?
La solución no pasa por eliminar el arroz de nuestra dieta, como aclaran los autores del estudio. El contenido total de arsénico sigue siendo bajo para quienes consumen arroz ocasionalmente. El problema reside en el consumo frecuente y la dependencia alimentaria del arroz como base de la dieta.
Entre las acciones que podrían ayudar a mitigar el problema destacan:
- Cambiar los métodos de cultivo: usar técnicas como el riego intermitente, que alterna periodos de inundación con secado, puede reducir tanto el arsénico como las emisiones de metano.
- Mejorar la gestión del suelo: evitar condiciones que favorezcan la liberación de arsénico.
- Desarrollar variedades de arroz resistentes: la ingeniería genética y la selección de cepas menos propensas a absorber arsénico pueden ser claves.
- Educar sobre hábitos de consumo: cocinar el arroz con más agua y desechar el exceso puede reducir su contenido de arsénico.
- Regular el contenido permitido de arsénico: muchos países aún no tienen límites legales claros o mecanismos para controlar este contaminante en alimentos.
Un problema silencioso que exige atención
A diferencia de los huracanes, las sequías o los incendios forestales, el arsénico en el arroz no es un fenómeno llamativo. Pero, como apunta el investigador Lewis Ziska, su impacto podría ser más amplio y silencioso, afectando directamente a lo que comemos cada día. Y eso lo convierte en uno de los desafíos más urgentes del cambio climático.
El arroz seguirá siendo parte esencial de nuestras culturas y cocinas. Pero si queremos que también siga siendo un alimento seguro, necesitamos repensar cómo lo cultivamos y consumimos. El clima está cambiando, y con él, los riesgos invisibles en nuestra alimentación.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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