Microalgas como fuente de proteínas
Uno de los proyectos más llamativos se centra en la microalga Chlorella, utilizada en el experimento SOPHONSTER. Esta alga, rica en proteínas, vitaminas y minerales, se está evaluando para comprobar si el estrés de la microgravedad modifica su capacidad de producir proteínas. El objetivo final es comprobar si estos microorganismos pueden convertirse en una fuente viable de nutrientes para misiones espaciales de larga duración y para la alimentación sostenible en la Tierra.
Como ejemplo, los investigadores han logrado crear productos alimenticios como helado a base de microalgas, usando un polvo proteico derivado de Chlorella. Esto podría marcar un paso importante hacia la sustitución de productos lácteos y cárnicos por opciones vegetales que requieran menos recursos.
Un microscopio que capta vida microscópica en 3D
Otro avance importante es el uso del ELVIS (Extant Life Volumetric Imaging System), un microscopio que puede capturar imágenes tridimensionales fluorescentes de microorganismos en movimiento. Este dispositivo está siendo evaluado para estudiar los comportamientos y cambios genéticos de microalgas y bacterias marinas en microgravedad.
A diferencia de los microscopios tradicionales, ELVIS puede registrar el movimiento en 3D de forma autónoma, sin intervención humana directa. Es como tener una «cámara de seguridad microscópica» que monitorea a los organismos en tiempo real. Este tipo de tecnología podría aplicarse en la Tierra para detectar organismos infecciosos en el agua potable o analizar la calidad del agua en tiempo real.
La genetica de los biofilms en el espacio
El tercer experimento, GEM-B2 (Genetic Exchange in Microgravity for Biofilm Bioremediation), analiza los intercambios genéticos dentro de los biofilms, comunidades de microorganismos que se adhieren a superficies y pueden provocar problemas como obstrucciones, infecciones o resistencia a antibóticos.
En la vida cotidiana, un biofilm puede ser tan simple como la placa dental o tan problemático como las películas bacterianas en tuberías. En el espacio, estas formaciones podrían comprometer los sistemas de agua o poner en riesgo la salud de los astronautas. Entender cómo se comportan en microgravedad ayudaría a desarrollar estrategias para prevenir su formación o eliminarlos eficazmente.
Este tipo de investigación podría también allanar el camino para modificar genéticamente a estos microorganismos y evitar que se vuelvan resistentes a tratamientos, lo que tendría aplicaciones tanto en estaciones espaciales como en hospitales en la Tierra.
Una mirada hacia el futuro
Cada uno de estos estudios se basa en la idea de que entender la vida en condiciones extremas, como la microgravedad, puede ofrecer soluciones a problemas cotidianos en la Tierra. Desde la alimentación sostenible hasta la prevención de enfermedades, los resultados podrían beneficiar a millones de personas.
Además, permiten prepararnos para misiones espaciales de larga duración, como el viaje a Marte, donde los recursos serán limitados y se necesitarán sistemas autónomos de producción de alimentos, purificación de agua y control de infecciones.
La Estación Espacial Internacional sigue siendo un laboratorio único, donde la ciencia desafía los límites de lo conocido. Y gracias a estas investigaciones, cada vez estamos más cerca de entender cómo adaptarnos a otros entornos, mientras mejoramos nuestras condiciones de vida en la Tierra.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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