Cuando el 26 de abril de 1986 se produjo una explosión en el reactor 4 de la planta nuclear de Chernóbil, nadie podía imaginar la repercusión que iba a tener. En poco tiempo se convirtió en el peor accidente nuclear de la historia. Hoy, casi 40 años después, la fatídica zona vuelve a estar en peligro. El escudo impenetrable que había contenido la radiación hasta ahora no ha podido con un imprevisto: la llegada de una guerra.
El ataque de un dron. Lo hemos ido contando desde que sucedieron los hechos. Un dron ruso Shahed de fabricación iraní y coste relativamente bajo (entre 50.000 y 100.000 dólares) causó daños por decenas de millones en la estructura de confinamiento de la central nuclear de Chernóbil, según las primeras estimaciones técnicas y oficiales.
Una solución temporal consistirá en sellar provisionalmente la abertura, pero reparar la estructura por completo podría implicar incluso desplazar el refugio nuevamente a lo largo de los raíles sobre los que fue construido, un esfuerzo monumental solo factible en tiempos de paz. La complejidad de la operación se ve agravada por el daño a zonas críticas del recinto, incluida la proximidad al área de grúas remotas que se usaban para desmantelar la estructura interna y retirar residuos nucleares.

Ucrania y la propia BERD han solicitado una ampliación significativa de los recursos para abordar tanto la reparación como los retos a largo plazo del desmantelamiento del complejo nuclear. Recordamos que el NSC fue financiado originalmente por 26 países, entre ellos Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Francia, Turquía e incluso Rusia, lo que añade una capa de ironía al ataque, ya que la propia Moscú ayudó a costear la estructura que ahora ha dañado.
Guerra, propaganda y “terror nuclear”. Rusia negó en un primer momento su responsabilidad, culpando al gobierno de Kyiv y calificando el ataque de provocación, pero las autoridades ucranianas, tras rastrear la trayectoria del dron, concluyeron que se trató de un ataque intencionado perpetrado por las fuerzas rusas, con posibles implicaciones como crimen de guerra.
Mientras tanto, los residuos radiactivos enterrados bajo la instalación siguen representando una amenaza silenciosa, encapsulados bajo una estructura cuya vulnerabilidad ha quedado ahora expuesta no solo por el paso del tiempo, sino por la guerra moderna. Lo que una vez fue un monumento a la cooperación global para contener una catástrofe del pasado, se ha convertido, de nuevo, en símbolo de la fragilidad del orden internacional frente al conflicto armado y la negligencia geopolítica.
Imagen | IAEA Imagebank, Adam Jones
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La noticia Ya sabemos un agujero que ha dejado Rusia en Ucrania: el escudo de Chernóbil sigue abierto y no hay dinero para cerrarlo fue publicada originalmente en Xataka por Miguel Jorge .
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