No es raro que cada invierno resurja un viejo chiste: que los hombres, ante un simple resfriado, se transforman en mártires de la gripe, exigen mantas, sopa y atenciones dignas de un hospital privado. El fenómeno se conoce popularmente como «man flu» o «gripe del hombre», y durante años ha sido objeto de chanzas, memes y chascarrillos de sobremesa. Sin embargo, tras la broma se esconde una pregunta legítima: ¿existe alguna base científica para creer que un resfriado o una gripe puede afectar de forma distinta a hombres y mujeres? Sorprendentemente, la respuesta es afirmativa, aunque matizada.
Diversos estudios médicos muestran que el sistema inmunitario no funciona igual en ambos sexos. De forma resumida, las mujeres tienden a tener una respuesta inmunitaria más robusta y eficaz que los hombres. Esto no es una invención de la medicina moderna, sino un patrón evolutivo que se ha observado en múltiples especies. La clave está en factores hormonales y genéticos: las hormonas femeninas, como los estrógenos y la progesterona, estimulan la producción de anticuerpos y la actividad de células defensivas; mientras que la testosterona, hormona predominante en los varones, ejerce un efecto más bien inmunosupresor. No es de extrañar, entonces, que experimentos con ratones y estudios celulares revelen que las hembras eliminan mejor virus respiratorios y muestran una recuperación de tejidos más eficiente tras infecciones pulmonares.
En la medicina práctica, estas diferencias se reflejan en estadísticas. Algunos trabajos revisados señalan que los hombres tienen mayor riesgo de hospitalización y mortalidad cuando contraen gripe. Incluso la pandemia de COVID-19 ofreció un ejemplo reciente: el sexo masculino fue identificado como un factor de riesgo independiente para sufrir enfermedad grave y morir por la infección, fenómeno observado a nivel mundial. Aunque es justo reconocer que el estilo de vida y factores sociales —como fumar más o acudir tarde al médico— también influyen, lo cierto es que, incluso controlando esas variables, el sesgo biológico persiste.
La eficacia de las vacunas es otro terreno donde la biología marca diferencias. Las mujeres suelen presentar títulos de anticuerpos más elevados tras la vacunación antigripal y reportar más efectos secundarios, signo de una respuesta inmunitaria más intensa. Sin embargo, la magnitud de estas diferencias no siempre es suficiente como para justificar estrategias vacunales diferenciadas por sexo, aunque cada vez más expertos recomiendan tenerlo en cuenta en ensayos clínicos y protocolos de inmunización.
El cromosoma X merece mención aparte. Las mujeres tienen dos copias de este cromosoma, mientras que los hombres solo una. En el X se encuentran varios genes cruciales para la respuesta inmune y decenas de microARN reguladores. En muchas células femeninas, algunos genes del segundo cromosoma X escapan a la inactivación natural, proporcionando a las mujeres una especie de «doble respaldo» genético para activar defensas. Esta arquitectura genética contribuye a que ellas detecten y respondan con mayor eficacia frente a invasores como los virus de la gripe.
Ahora bien, que la biología respalde la idea de que los hombres puedan cursar infecciones respiratorias más severas no significa que automáticamente haya que comprar la narrativa del «man flu» en su versión más cómica. Los estudios también muestran que la forma de describir o gestionar los síntomas tiene mucho de componente cultural y social. Hay investigaciones que apuntan que, en realidad, las mujeres reducen antes su actividad y descansan más al sentirse enfermas, mientras que los hombres tienden a sostener su actividad hasta que la enfermedad les obliga a detenerse, momento en el cual la magnitud del malestar ya es notoria.
En conclusión, detrás del meme del «man flu» existe una base inmunológica que la ciencia sigue explorando con rigor. Hormonas, genes y cromosomas dotan a cada sexo de fortalezas y vulnerabilidades específicas frente a los virus respiratorios. Al final, ni los hombres son siempre unos exagerados, ni las mujeres unas heroínas imperturbables. La naturaleza reparte cartas distintas a cada quien, y la cultura se encarga de barajarlas como mejor le parece. Tal vez la próxima vez que un caballero de la casa reclame un caldito caliente y una manta, convenga recordar que su sistema inmune, pobre, hace lo que puede.
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