Aunque el PLA se promueve como una alternativa ecológica a los plásticos derivados del petróleo, este nuevo hallazgo sugiere que su impacto en la salud humana podría ser más complejo de lo que se creía.
¿Qué es el ácido poliláctico (PLA)?
El PLA es un tipo de plástico biodegradable fabricado a partir de recursos renovables como el almidón de maíz o la caña de azúcar. Se utiliza ampliamente en productos de un solo uso: envases de alimentos, vajilla desechable, ropa y hasta materiales médicos.
Su facilidad para degradarse lo ha convertido en una alternativa muy popular frente a los plásticos convencionales. Pero su fragilidad también implica que se descompone en microfragmentos con mayor rapidez, lo que puede facilitar su ingestón involuntaria.
Los microplásticos y su viaje por el organismo
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, es el primero en demostrar que los microplásticos de PLA pueden ser metabolizados por el organismo, al menos en modelos con ratones.
Tras ingerir estos fragmentos, las bacterias intestinales como Helicobacter muridarum y Barnesiella visceriocola los degradan utilizando una enzima llamada esterasa, que rompe los enlaces éster presentes en el PLA. Esto permite que los microplásticos se integren al ciclo metabólico del intestino, alterando su equilibrio.
Consecuencias metabólicas preocupantes
Una vez integrados en el metabolismo, los fragmentos degradados pueden transformarse en compuestos relacionados con la diabetes y la hiperuricemia. Esta última se caracteriza por niveles elevados de ácido údrico en sangre, una condición asociada a enfermedades como la gota o los cálculos renales.
También se detectó una disminución en la producción de ácidos grasos de cadena corta en las células epiteliales del intestino. Estos ácidos son esenciales como fuente de energía para el revestimiento intestinal y su reducción podría perjudicar la salud digestiva a largo plazo.
En los ratones, esto se tradujo en pérdida de apetito y de peso, signos de que la microbiota intestinal había sido alterada de forma significativa.
Una microbiota alterada, una salud en riesgo
La microbiota intestinal es un delicado ecosistema de bacterias beneficiosas que cumple funciones esenciales, como la digestión de fibras o la regulación del sistema inmunológico. Al introducir PLA en el intestino, las bacterias que normalmente procesan fibra fueron desplazadas por especies capaces de digerir microplásticos.
Esta sustitución puede tener consecuencias negativas para el equilibrio intestinal, ya que se pierde la diversidad bacteriana clave para una buena salud. Si la flora intestinal fuera un jardín, podríamos decir que los microplásticos están promoviendo el crecimiento de «malas hierbas» en lugar de flores nutritivas.
¿Es reversible el daño?
La buena noticia es que, según los investigadores, los efectos negativos podrían ser reversibles si se interrumpe la exposición a los microplásticos. El equipo estima que en un periodo de entre seis a doce meses, el intestino podría recuperar su equilibrio.
Sin embargo, también advierten que una exposición prolongada podría tener consecuencias más duraderas e incluso irreversibles. Por ahora, no hay evidencia concluyente de que los microplásticos de PLA permanezcan de forma permanente en el cuerpo humano, pero el principio de precaución sugiere minimizar su consumo.
Consumo invisible pero constante
Según el estudio, una persona adulta consume alrededor de 5 gramos de microplásticos por semana, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. En el caso de los bebés, esta cifra podría ser incluso mayor, sobre todo por el uso de biberones de plástico.
Estos microplásticos provienen no solo de los envases, sino también del agua potable, bebidas embotelladas y alimentos procesados. Aunque el PLA sigue siendo menos contaminante para el ambiente que el plástico tradicional, esto no significa que sea inofensivo para el cuerpo humano.
¿Deberíamos dejar de usar plástico biodegradable?
A pesar de estos hallazgos preocupantes, los investigadores son prudentes. La evidencia aún es temprana y se basa en modelos animales. No se ha demostrado toxicidad directa en humanos ni se conoce el efecto acumulativo a largo plazo.
Según la investigadora principal, Cui Xuejing, «es demasiado pronto para replantearse el uso de plásticos degradables como alternativa a los tradicionales». Lo que sí se recomienda es reducir el contacto directo con estos materiales, sobre todo en productos que entran en contacto con alimentos o bebidas calientes.
Recomendaciones para el día a día
Para minimizar el riesgo de ingestón de microplásticos, considera los siguientes hábitos:
- Prioriza envases de vidrio o acero inoxidable.
- Evita calentar alimentos en recipientes plásticos.
- Usa botellas reutilizables libres de BPA.
- Reduce el consumo de alimentos muy procesados.
- Revisa las etiquetas de productos «biodegradables» y pregúntate si son necesarios.
Cuidar nuestra salud intestinal es tan importante como cuidar el planeta. Ambos aspectos no deben estar reñidos, pero conviene conocer los riesgos para poder tomar decisiones informadas.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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