El núcleo de esta tecnología es un hidrogel conductor que, al combinarse con tomografía por impedancia eléctrica (EIT), permite registrar de forma continua lo que ocurre sobre su superficie. Cuando se produce un estímulo —contacto, calor o presión— los campos se alteran. El sistema detecta no solo el tipo de estímulo, sino también su localización y las condiciones ambientales. Todo eso es interpretado mediante aprendizaje automático, con latencias que dependen del número de canales activos, explican en el artículo publicado en Science Robotics.
Una membrana blanda, millones de datos
El mejor ejemplo del sistema es una mano robótica de tamaño real, hueca por dentro, recubierta completamente con esta piel artificial. En lugar de sensores distribuidos, utiliza exclusivamente los 32 electrodos colocados en la muñeca. Esa configuración fue suficiente para extraer más de 1,7 millones de canales de información, derivados de 863.040 combinaciones distintas.
Durante las pruebas, la mano fue expuesta a distintos estímulos: un dedo humano, una sonda térmica, el impacto de un bisturí. En todos los casos fue capaz de distinguir el tipo de interacción y localizarla con una precisión media de unos 25 milímetros sobre toda su superficie. Lo interesante es que no hace falta un sensor para cada tipo de estímulo. La propia membrana reacciona de manera distinta según la intensidad o la naturaleza del contacto, y es el modelo de IA el que identifica la señal más relevante entre cientos de miles de posibilidades.

Además de tacto, esta piel es capaz de monitorizar el entorno. Durante una prueba de 100 horas, el sistema registró variaciones entre los 19 y 25 °C y entre el 38 y el 72% de humedad relativa, como detalla la nota oficial de la Universidad de Cambridge. Todo esto con un diseño sin componentes rígidos, que facilita su integración en prótesis, ropa técnica, superficies de control o robots colaborativos. Aplicaciones que van desde la rehabilitación y la exploración remota hasta el sector automovilístico.

Quedan retos por delante: mejorar la resolución en zonas alejadas de los electrodos, reforzar la resistencia del hidrogel a largo plazo. Pero el cambio de paradigma parece estar en marcha. Todo apunta a que es cuestión de tiempo hasta que veamos robots no solo más avanzados en movilidad e interacción, sino también más cercanos a nosotros en apariencia y sensibilidad física. Una piel artificial como esta abre la puerta a una nueva generación de máquinas que no solo ejecutan tareas, sino que “sienten” el entorno que les rodea. Aun así, estamos lejos de alcanzar el nivel de realismo que propone 'Detroit: Become Human'.
Imágenes | Universidad de Cambridge (1, 2, 3) | Quantic Dream
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La noticia La piel artificial que siente calor y cortes ya es real. Es el primer gran paso para que los robots se parezcan más a nosotros fue publicada originalmente en Xataka por Javier Marquez .
☞ El artículo completo original de Javier Marquez lo puedes ver aquí
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