7 de julio de 2025

Unos científicos han remado 225 kilómetros en 45 horas entre Taiwán y Japón. Parece absurdo pero hay buenos motivos

Unos científicos han remado 225 kilómetros en 45 horas entre Taiwán y Japón. Parece absurdo pero hay buenos motivos

En 1947 el explorador y etnógrafo noruego Thor Heyerdahl tuvo una idea para demostrar que los antiguos habitantes del Perú pudieron navegar hasta las costas de la Polinesia en tiempos precolombinos: fabricar una balsa rudimentaria y cubrir él mismo el trayecto. Suena disparatado, pero la experiencia le salió bien y parece haber creado escuela, como acaba de demostrar un antropólogo empeñado en desvelar cómo hace 30.000 años se las apañaron los humanos para viajar entre las costas de Taiwán y las islas del sur de Japón.

Junto al resto de sus colegas ha optado por seguir los pasos de Heyerdahl, fabricar una canoa de cedro con herramientas del Paleolítico y lanzarse luego a las aguas del Pacífico.

Cuándo, dónde… y cómo. Los investigadores que se dedican a estudiar los primeros asentamientos humanos en el este de Asia tienen una idea bastante precisa de cuándo y dónde se realizaron las primeras migraciones, pero hay una pregunta que aún les quita el sueño: ¿Cómo narices se desplazaban?

¿Cómo consiguieron viajar por mar, sorteando olas, vientos y corrientes, sin apenas recursos? ¿Cómo se las apañaron los primeros colonos para llegar por ejemplo hace 30.000 añosa la isla Yonaguni, en el archipiélago de las Ryūkyū, actual Japón? Al fin y al cabo Taiwán queda a más de 100 kilómetros y la distancia es todavía mayor desde el continente.

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"Preguntas sencillas". Esa clase de preguntas son las que se hizo hace ya algunos años el antropólogo Yousuke Kaifu, de la Universidad de Tokio. Durante sus investigaciones en los yacimientos de las islas de Okinawa se encontró con vestigios que delatan que ya había humanos en la región hace 30.000 años, pero nada que aclare cómo llegaron hasta allí.

"Hay herramientas de piedra y restos arqueológicos, pero no responden a esas preguntas", confiesa a The Guardian. Que no quedasen pruebas no significaba por supuesto que Kaifu y sus colegas no pudiesen plantear hipótesis… y demostrarlas.

"Iniciamos este proyecto con preguntas sencillas: '¿Cómo llegaron los pueblos paleolíticos a islas tan remotas como Okinawa?' '¿Cómo de difícil fue su viaje?’ '¿Qué herramientas y estrategias utilizaron?'", recuerda el antropólogo japonés. "La evidencia arqueológica, como los vestigios y los artefactos, no ofrece una visión completa, ya que el mar, por naturaleza, los arrastra. Así que recurrimos a la arqueología experimental, en una línea similar a la expedición Kon-Tiki de 1947 del noruego Thor Heyerdahl".

En la piel de los ancestros. Al igual que Hayerdahl y su mítica expedición Kon-Tiki, Kaifu y sus colegas asumieron la complicada tarea de ponerse en la piel de sus ancestros de hace miles de años. ¿Cómo viajaban? ¿Cómo lograban orientarse? ¿Qué materiales usaban para que sus embarcaciones sorteasen las corrientes de la región?

Primero probaron con balsas de haces de juncos y bambú, pero acabaron descartando la idea. Con esos materiales obtenían naves demasiado lentas para sortear el Kuroshio, una de las corrientes marinas más fuertes del mundo y que condiciona la navegación en el Pacífico noroccidental. Su siguiente opción fue probar con una canoa fabricada con cedro japonés, como las que se empleaban en la zona hace miles de años.

Para que el experimento fuese lo más fiel posible a la realidad, los investigadores talaron un cedro de un metro de grosor con hachas de piedra y luego lo tallaron hasta abrir una cavidad en su interior y darle la forma de una canoa de 7,5 metros de eslora. El resultado fue 'Sugime', una embarcación no muy distinta a las que se usaban hace miles de años. En 2019, tras esperar a que el mar se calmase, un equipo de cinco tripulantes (en el que se incluían científicos y remadores) se subió a bordo y la probó.

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¿Y cómo lo hicieron? Igual que lo habrían hecho los hombres del Paleolítico, sin GPS ni ningún otro dispositivo de navegación moderno, guiándose únicamente por las estrellas, el sol, el oleaje y el instinto. La expedición partió de Taiwán rumbo Yonaguni, en Kyūshū. La isla no es visible desde la costa taiwanesa (y de hecho no lo fue durante gran parte de la travesía, cuando quedaba oculta por el oleaje), pero los científicos comprobaron que en días despejados no es difícil contemplarla desde las montañas de Taiwán. De ahí que las poblaciones de hace 30.000 años la conociesen.

La balsa partió en julio de 2019 y sus tripulantes tuvieron que remar más de 45 horas y cubrir un trayecto de 225 kilómetros antes de llegar a su destino. No fue fácil, pero el equipo alcanzó Yonaguni a la segunda noche, reforzando la teoría de que hace miles de años los primeros colonos de Okinawa pudieron viajar en canoas desde la vecina Taiwán. Durante la singladura, eso sí, sufrieron calambres, dolores y alucinaciones e incluso se vieron obligados a achicar agua a menudo para evitar que la balsa acabase zozobrando.

"El público general suele considerar a los pueblos del Paleolítico como 'inferiores', principalmente debido a su cultura y tecnología 'primitivas'", recoge el informe. "En marcado contraste, nuestro experimento ha demostrado que lograron algo extraordinario con la tecnología rudimentaria de la que disponían". 

El experimento también confirma el creciente interés en las reconstrucciones arqueológicas y las pruebas con embarcaciones que copian modelos antiguos, algo que (además de en el caso de Hayerdahl) hemos visto en investigaciones de Indonesia, Francia o Emiratos Árabes Unidos.

Imágenes | ©2025 Kaifu et al. CC-By-ND

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La noticia Unos científicos han remado 225 kilómetros en 45 horas entre Taiwán y Japón. Parece absurdo pero hay buenos motivos fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .



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