15 de agosto de 2025

El impacto silencioso de los smartphones en la mente: lo que revela un nuevo estudio

efecto smartphones en la mente

Un nuevo análisis de datos del estudio «Understanding America Study», revisado por el Financial Times y comentado por el periodista Colby Hall, ha encendido las alarmas sobre el efecto que los teléfonos inteligentes están teniendo en aspectos clave del comportamiento humano.

En concreto, se ha identificado una disminución clara en rasgos de personalidad asociados con la responsabilidad, el compromiso y el autocontrol —lo que los psicólogos agrupan bajo el término de «conciencia» o conscientiousness—. Esta tendencia afecta a todas las franjas etarias, pero impacta con mayor fuerza a los adultos jóvenes de entre 16 y 39 años.

La conciencia, en declive generacional

El estudio mostró una caída significativa en la conciencia en tres grupos de edad: mayores de 60 años, adultos entre 40 y 59 años, y jóvenes de 16 a 39. Aunque todos experimentaron descensos, fue el grupo más joven el que presentó los cambios más marcados. También mostró aumentos en niveles de neuroticismo (inestabilidad emocional) y una caída en la amabilidad, otro rasgo clave en las relaciones humanas.

Este patrón es preocupante porque indica que los jóvenes no solo tienen menos autocontrol, sino que también pueden estar desarrollando una mayor tendencia a la ansiedad, irritabilidad y menor capacidad de relacionarse empáticamente con otros.

Una distracción constante que fragmenta la atención

Uno de los factores más señalados por el Financial Times y Hall es la hiperestimulación digital. El acceso constante a plataformas de entretenimiento, redes sociales y servicios de streaming ha creado un entorno donde la distracción es la norma y la atención sostenida es cada vez más rara.

Imagina tratar de leer un libro profundo en una habitación llena de gente gritando y luces parpadeantes: ese es el equivalente mental de intentar concentrarse hoy en día con un smartphone cerca.

Esto no solo afecta la productividad, sino también la capacidad para tomar decisiones a largo plazo, mantener compromisos y tolerar la frustración, habilidades esenciales para la vida adulta.

El contraste con los mayores: un espejo del pasado

Según Hall, los adultos mayores que no han desarrollado una dependencia del smartphone mantienen en gran parte sus niveles de conciencia estables. Esto sugiere que la tecnología no solo acompaña a las nuevas generaciones, sino que está moldeando su estructura mental y emocional desde edades tempranas.

La diferencia entre estos grupos podría compararse con tener una brújula interna que guía las decisiones frente a una brújula rota que cambia constantemente de dirección según la última notificación recibida.

Un cambio cultural sin precedentes

Para Hall, la magnitud de este fenómeno es comparable —aunque inversa— a la invención de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV. Si en su momento ese invento democratizó el acceso al conocimiento y favoreció la reflexión, hoy los smartphones estarían haciendo lo contrario: generando una cultura dominada por la gratificación inmediata y la hiperactividad cognitiva.

Las redes sociales, en particular, han creado un «metamundo» en el que los usuarios pasan más tiempo buscando aprobación o novedades que relacionándose de forma profunda con otras personas o desarrollando proyectos personales.

El precio de vivir en el metamundo

Este «metamundo» descrito por Hall está compuesto por notificaciones, videos cortos, likes y mensajes constantes. Aunque parece un entorno inofensivo, es altamente adictivo. Cada interacción ofrece una recompensa rápida, lo que refuerza el comportamiento y dificulta la desconexión.

Como en cualquier adicción, el cerebro aprende a buscar más de ese estímulo y pierde progresivamente la habilidad de resistir impulsos, retrasar gratificaciones y concentrarse a largo plazo.

El problema es que estas habilidades no solo son necesarias para trabajar o estudiar, sino también para construir relaciones sanas, tomar decisiones éticas y crecer como personas.

¿Hay marcha atrás?

Hall es claro: no se puede revertir el daño ya hecho, al menos no de forma total. La estructura mental de toda una generación ya ha sido alterada. Pero sí plantea una solución posible: el primer paso es reconocer el problema.

Sin conciencia del impacto real que tiene el uso excesivo del smartphone, no hay forma de iniciar un cambio. Así como un tratamiento médico comienza con un diagnóstico certero, frenar esta tendencia empieza por hablar abiertamente de sus consecuencias.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Aunque el panorama parezca sombrío, existen caminos para reconstruir algunas de las capacidades que se están perdiendo:

  • Educación digital desde temprana edad, no solo para enseñar a usar tecnología, sino para enseñar cuándo no usarla.
  • Fomentar momentos sin pantallas en casa, como cenas o paseos.
  • Priorizar actividades que exijan atención sostenida: lectura, arte, deporte o conversaciones profundas.
  • Hablar abiertamente con jóvenes sobre cómo se sienten al usar sus dispositivos.
  • Establecer límites tecnológicos razonables en los entornos escolares y laborales.

Los smartphones no desaparecerán, pero sí podemos aprender a usarlos con conciencia y equilibrio, sin dejar que controlen nuestra manera de pensar y relacionarnos.




☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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