Cuando se trata de buscar vida en el universo, cualquier hallazgo que suene a «moléculas orgánicas» se convierte automáticamente en carnaza para titulares rimbombantes y para quienes creen que estamos a dos pasos de descubrir una civilización alienígena tomando café en Alfa Centauri. Esta vez, el hallazgo llega desde el disco protoplanetario de una estrella joven llamada V883 Orionis, situada a unos 1.300 años luz de la Tierra, en la constelación de Orión. Y como era de esperar, ya hay quien lo presenta como una prueba de que la vida debe de estar extendidísima por el cosmos.
Pero pongamos orden en la galaxia. El estudio, realizado con el radiotelescopio ALMA, ha detectado 17 moléculas orgánicas complejas en ese disco de formación planetaria. Entre ellas están el etilenglicol (el mismo compuesto que se usa en el anticongelante) y el glicolonitrilo, que es uno de esos precursores químicos que podrían participar en la formación de ARN. La interpretación de algunos medios y divulgadores ha sido directa: si esos ingredientes están en tantos discos protoplanetarios, entonces la vida debe de ser una consecuencia inevitable de la química del universo.
A ver. Que haya etilenglicol en un disco de gas y polvo no significa que estemos viendo el amanecer de una biosfera. Significa que, en condiciones frías y protegidas, ciertas moléculas pueden sobrevivir al violento proceso de nacimiento estelar. Lo que han detectado es una buena noticia para la astroquímica, porque confirma que los discos planetarios heredan moléculas complejas de las nubes interestelares donde se forman, y que algunas de esas moléculas sobreviven lo suficiente como para estar presentes en la región donde podrían formarse planetas. Pero una cosa es tener los ladrillos, y otra muy distinta es que se construya una catedral por sí sola.
La presencia de estas moléculas ya se había registrado en discos como los de MWC 480 o TW Hya. No es una novedad absoluta, aunque la riqueza del hallazgo en V883 Orionis es notable. Pero de ahí a concluir que la vida está por todas partes hay un salto acrobático. Porque para pasar de moléculas a células hay que atravesar un proceso químico de una complejidad que aún no entendemos del todo, incluso aquí en la Tierra. Y luego hay que sumarle las condiciones adecuadas: estabilidad geológica, líquido estable (agua, normalmente), fuente de energía, protección frente a radiación, y una pizca de suerte evolutiva.
Que quede claro: nadie está diciendo que el estudio esté mal planteado. Al contrario, es un excelente trabajo que aporta más piezas al rompecabezas de la química prebíotica. Pero el entusiasmo por vincularlo con la vida extraterrestre parece más un anhelo que una inferencia razonada. Es como encontrar harina, huevos y azúcar en una cocina vacía y deducir que hay un pastel de cumpleaños listo para comer. Bueno, puede que sí, pero igual sólo están los ingredientes. Y sin horno.
En resumen: la detección de moléculas complejas en el disco de V883 Orionis es una buena noticia para quienes estudian cómo se forma la materia orgánica en el universo. Pero no nos dice nada concluyente sobre la vida, ni sobre su abundancia. Nos dice que el universo tiene los ingredientes. Lo que cocine con ellos, es otra historia.
Relacionado
☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí
No hay comentarios.:
Publicar un comentario