20 de agosto de 2025

Polyhymnia y los "elementos desconocidos: la ciencia frente al bombo

El 17 de agosto de 2025, El Confidencial publicó un artículo titulado «Observan un objeto en el espacio profundo y se dan cuenta de que podría albergar elementos nunca vistos en la Tierra», en relación a un asteroide llamado 33 Polyhymnia. En el texto se sugiere que este pedrusco espacial podría contener elementos químicos completamente desconocidos, con densidades tan extremas que «desafiarían las leyes de la física». La historia se basa en un estudio de físicos de la Universidad de Arizona publicado en The European Physical Journal Plus, y por un momento uno se pregunta si finalmente hemos encontrado el unobtainium que tanto aparece en las películas de ciencia ficción.

Pero aquí viene lo interesante: resulta que 33 Polyhymnia es un caso perfecto de cómo la ciencia real puede ser mucho más fascinante que los titulares sensacionalistas, aunque requiera un poco más de paciencia para entenderla.

La historia comienza en 2012, cuando el astrónomo Benoît Carry estimó que este asteroide de unos 50-60 kilómetros de diámetro tenía una densidad de aproximadamente 75 gramos por centímetro cúbico. Para poner esto en perspectiva, el osmio es el elemento más denso que conocemos en la Tierra, con 22,59 g/cm³, y ni siquiera los núcleos de planetas gigantes alcanzan esas densidades. El propio Carry señaló inmediatamente que un valor tan extremo era probablemente un error de medición, porque determinar con precisión la masa y el volumen de asteroides lejanos es tremendamente complicado.

Pero aquí es donde la historia se pone realmente interesante. Tres físicos teóricos de la Universidad de Arizona —Evan LaForge, Will Price y Johann Rafelski— decidieron tomarse en serio esta anomalía y preguntarse: «¿Y si no fuera un error? ¿Podría existir materia ordinaria tan densa sin violar las leyes conocidas?». Su respuesta, publicada en septiembre de 2023, fue fascinante: sí, podría ser posible si existieran elementos superpesados más allá del oganesón (elemento 118), específicamente alrededor del elemento 164.

Estos investigadores aplicaron modelos atómicos relativistas y encontraron indicios de la legendaria «isla de estabilidad» que los físicos nucleares llevan décadas buscando. Según sus cálculos, elementos con aproximadamente 164 protones podrían tener densidades de 36 a 68,4 g/cm³, valores que se acercan peligrosamente a los 75 g/cm³ atribuidos a Polyhymnia. En otras palabras, demostraron que es científicamente plausible explicar esta densidad anómala con materia «normal» pero extraordinariamente pesada, sin necesidad de invocar fenómenos completamente desconocidos.

Johann Rafelski, el físico veterano detrás del estudio, llegó incluso a comentar que la posibilidad de extraer algún día estos elementos «unobtainium» del Sistema Solar sería emocionante. Pero aquí viene el primer matiz crucial que muchos titulares pasan por alto: nadie ha «descubierto» nuevos elementos en Polyhymnia. Esto es una hipótesis teórica derivada de simulaciones, no una detección real.

El propio Rafelski fue muy claro al respecto cuando escribió un artículo de divulgación en The Conversation en octubre de 2023. Allí reconocía abiertamente que medir masas de asteroides es complejo y que «Polyhymnia muy probablemente no tenga una densidad tan alta» como 75 g/cm³. Defendía la importancia de explorar posibles fuentes de elementos superpesados en el Sistema Solar, pero siempre desde la prudencia científica, no desde el sensacionalismo.

Y efectivamente, sus precauciones resultaron acertadas. En 2023, nuevas estimaciones preliminares para Polyhymnia, basadas en perturbaciones gravitatorias sobre otros asteroides, sugieren una masa menor que daría una densidad de entre 7,5 y 12 g/cm³. Sigue siendo elevado —comparable a una aleación metálica pesada— pero ya no requiere milagros físicos. Puede explicarse perfectamente con una composición de hierro-níquel muy compacta o algún núcleo denso remanente de la formación del Sistema Solar.

Esta corrección, curiosamente, no apareció en el artículo de El Confidencial, que se enfocó en la hipótesis más exótica. Y es aquí donde entramos en territorio familiar para cualquiera que siga la comunicación científica: la tensión entre la necesidad de captar la atención del público y la responsabilidad de transmitir la información con precisión.

La historia de Polyhymnia me recuerda inevitablemente a otros casos recientes donde objetos astronómicos extraños han generado titulares impactantes. Pensemos en ‘Oumuamua, aquel visitante interestelar que en 2017 desafió nuestras expectativas con su forma extremadamente alargada y su misteriosa aceleración no gravitacional. Durante años, la explicación más exótica —una vela solar alienígena propuesta por Avi Loeb— compitió en los titulares con explicaciones más mundanas. Finalmente, en 2023, la comunidad científica consensuó que probablemente era un fragmento de hielo rico en hidrógeno molecular que, al acercarse al Sol, liberó gas atrapado generando el empuje que lo aceleró.

O el caso de 2I/Borisov, el primer cometa interestelar confirmado, que reveló una concentración de monóxido de carbono entre 9 y 26 veces mayor que la observada en cometas del Sistema Solar. Una composición inusual que apuntaba a un origen en la región externa helada de otro sistema planetario, pero perfectamente explicable dentro de las leyes químicas conocidas.

El patrón es siempre el mismo: fenómenos extraños invitan a teorías extraordinarias, pero con paciencia suelen aparecer explicaciones más mundanas, aunque igual de fascinantes, basadas en ciencia conocida.

En el caso específico del artículo de El Confidencial, es importante reconocer que no estamos ante desinformación maliciosa. Los investigadores mencionados son reales y respetados, la institución es legítima, y el estudio pasó la revisión por pares en una revista científica. El problema está en el tono y en las omisiones. Frases como «materiales que desafían las leyes de la física tal y como las conocemos» no aparecen en el paper original; son interpretaciones periodísticas que buscan dramatizar una investigación que de por sí ya era fascinante.

Además, el artículo omite perspectivas escépticas y explicaciones alternativas. No menciona que otros científicos han propuesto soluciones diferentes, como la posibilidad de que se trate de materia oscura acumulada, o que la densidad anómala probablemente se deba a incertidumbres en los datos. Tampoco aclara que Polyhymnia es un asteroide conocido desde 1854 y que, de tener algo tan extraordinario, valdría la pena confirmarlo con observaciones dedicadas.

Lo cierto es que hasta el momento no existe ningún comunicado oficial de NASA, ESA u otra agencia confirmando hallazgos de nuevos elementos en asteroides. Una revelación tan extraordinaria habría sido cubierta en todos los medios del mundo y respaldada por publicaciones en Nature o Science, lo cual no ha ocurrido.

La cobertura mediática internacional de 2023, cuando se publicó originalmente el estudio de Rafelski, fue mucho más equilibrada. Medios como Live Science, IFLScience y Popular Mechanics publicaron artículos con titulares similares pero explicando claramente que se trataba de una sugerencia basada en la densidad extraña del asteroide, mencionando que esa densidad era probablemente fruto de un dato erróneo y que, de existir tales elementos, serían difíciles de encontrar porque podrían hundirse en el interior de planetas.

El artículo de El Confidencial siguió la estela de esas noticias, aunque casi dos años después del estudio original, y en su afán por darle un giro dramático se pasó de revoluciones en algunas frases. Un titular más preciso habría sido algo como: «Un estudio sugiere que un asteroide ultradenso podría contener elementos más allá de la tabla periódica».

Pero aquí viene la reflexión más interesante: ¿es realmente tan malo que los medios traten de emocionar al público con la ciencia? Por un lado, estas historias capturan la imaginación y pueden despertar vocaciones científicas. Por otro, corren el riesgo de generar expectativas irreales y, cuando la realidad resulta ser más sobria, pueden contribuir al desencanto con la investigación.

La clave está en encontrar el equilibrio entre maravilla y rigor. La ciencia real es fascinante precisamente porque nos enseña que el universo es mucho más extraño y complejo de lo que podríamos imaginar, pero también que podemos comprenderlo paso a paso, con paciencia y método. La historia de Polyhymnia es perfecta para ilustrar esto: desde el punto de vista teórico, es plausible que existan elementos desconocidos en asteroides, y eso por sí solo ya es extraordinario. Que probablemente no sea el caso de este asteroide en particular no hace la ciencia menos emocionante; la hace más honesta.



☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí

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