La noticia saltó a titulares hace unos días: “Astrofísicos descubren un túnel interestelar en el sistema solar”. Con semejante frase cualquiera podría imaginar una puerta secreta abierta en el espacio, un pasadizo intergaláctico a lo Star Trek o a lo Stargate. La pieza apareció en El Confidencial, dentro de su sección Novaceno, y rápidamente se compartió en redes con todo tipo de interpretaciones. La idea de un túnel cósmico que conecta nuestro vecindario con regiones lejanas de la galaxia es muy sugerente. Pero como suele pasar en ciencia, la realidad es menos cinematográfica y bastante más técnica.
Lo que explicaba el artículo es que, gracias al telescopio de rayos X eROSITA, se había conseguido un mapa en tres dimensiones de la llamada “Burbuja Caliente Local”. Los científicos observaron que en ese mapa aparecía un “canal” o “túnel” que conectaba esta burbuja con otra estructura interestelar situada en dirección a la constelación de Centauro. Según la noticia, sería como un corredor de baja densidad que permitiría la comunicación entre dos grandes cavidades de gas caliente. De ahí que se bautizara con la etiqueta de “túnel interestelar”.
Hasta aquí todo encaja: se han observado zonas menos densas que parecen enlazar regiones diferentes del medio interestelar. Ahora bien, lo que el artículo dejaba entrever —o al menos el titular— es que este túnel es casi como un pasaje transitable, una especie de camino libre hacia otras estrellas. Y eso ya es darle una vuelta de tuerca más propia del marketing que de la ciencia.
Si nos vamos a la fuente científica, la historia se entiende mejor. El trabajo está publicado por el equipo de astrofísicos que opera con eROSITA y se titula The SRG/eROSITA diffuse soft X‑ray background. I. The local hot bubble in the western Galactic hemisphere . Lo que hicieron fue medir el fondo difuso de rayos X en todo el cielo y, a partir de esos datos, reconstruir la forma y propiedades de la Burbuja Caliente Local.
Esta burbuja es una región de gas extremadamente caliente, con temperaturas de millones de grados, que envuelve al sistema solar. Ese calor procede de las explosiones de supernovas ocurridas hace millones de años cerca de nuestra posición galáctica: las ondas de choque de esas estrellas al morir comprimieron y calentaron el gas, dejándolo a temperaturas altísimas aunque muy poco denso. Cada partícula de ese gas tiene muchísima energía, pero la dispersión de las mismas es tan grande que, en la práctica, podrías atravesar esa nube sin notarlo ya que ls dispersión de las partículas energéticas es tan alta que el intercambio de calor si pasases por ahí sería ínfimo. El gas caliente se mantiene en su sitio también por la acción del viento solar, que lo presiona y contribuye a dar forma a esta cavidad.
El análisis muestra que la burbuja no es uniforme. En algunas regiones, la temperatura y la cantidad de gas son distintas. En otras, aparecen auténticos huecos en el polvo interestelar que permiten que el gas caliente se expanda más allá de la burbuja original. En esos huecos es donde aparece la idea del “túnel”: un canal de plasma caliente que conecta con cavidades vecinas. Nada de pasadizos místicos ni autopistas cósmicas, sino más bien como las galerías que se forman cuando un líquido se cuela entre las grietas de un material poroso.
El estudio, además, subraya que estos mapas tienen limitaciones. Para reconstruirlos se hacen suposiciones simplificadas sobre la densidad del gas, y separar lo que corresponde a la burbuja de lo que pertenece al halo galáctico o al fondo cósmico no es trivial. También hay incertidumbres añadidas por fenómenos como la interacción del viento solar. Es decir, el “túnel” no es una estructura física sólida y delimitada, sino una interpretación a partir de datos complejos que necesitan ser confirmados con más observaciones.
La diferencia entre el titular y la realidad es, en definitiva, de escala y de contexto. Los medios buscan un gancho llamativo, pero el hallazgo es más sobrio: hemos dado un paso importante en comprender la arquitectura del medio interestelar local. Saber por dónde se conecta nuestra burbuja con otras nos dice cómo se distribuye la materia en nuestra parte de la galaxia y cómo pudo formarse nuestro entorno tras miles de millones de años de explosiones estelares.
Lamentablemente, no tenemos un atajo para viajar a Alfa Centauri, pero sí un mapa más fiel de la burbuja en la que vivimos.
☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí
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