Una historia está circulando por internet que afirma que un «informador» del Pentágono ha revelado que el gobierno estadounidense tiene conocimiento de cuatro especies de extraterrestres diferentes: Grises, Nórdicos, Reptilianos e Insectoides. La realidad detrás de esta supuesta revelación es mucho menos extraterrestre y mucho más terrestre de lo que parece, y tiene que ver con un personaje que ya conocemos en este blog: Eric Davis.
El problema es que estas «cuatro especies» no tienen absolutamente nada de nuevo. Son exactamente las mismas categorías que han circulado en la mitología OVNI durante décadas, y cualquiera mínimamente familiarizado con la literatura conspirativa las reconoce inmediatamente.
Esta clasificación no solo aparece en numerosos libros de conspiración OVNI, sino que incluso existe un libro publicado en 2021 titulado «The Extraterrestrial Species Almanac: The Ultimate Guide to Greys, Reptilians, Hybrids, and Nordics» que cataloga exactamente estas mismas cuatro categorías. Es decir, cuando Davis supuestamente «reveló» estas especies en 2024, no estaba revelando nada nuevo: estaba simplemente reciclando clasificaciones que tienen entre 30 y 70 años de antigüedad en la mitología OVNI.
Pero aquí viene lo más revelador de todo este asunto: la historia comenzó a viralizarse a través de una cadena de fuentes absolutamente cuestionables. El origen se remonta a «Redacted News», un canal dirigido por Clayton Morris, ex presentador de Fox News, que ha sido objeto de múltiples demandas civiles por su negocio inmobiliario; algunas demandas le acusan de operar un “esquema Ponzi”. Morris niega esa acusación. La historia saltó de ahí a «Charisma News» (sitio clasificado por Media Bias/Fact Check la como «moderate pseudoscience»), antes de llegar finalmente a sitios agregadores como Mashable India y expandirse por redes sociales.
Esta cadena de fuentes es típica de la desinformación moderna: comienza en fuentes comprometidas, se amplifica en cámaras de eco de teorías conspirativas y finalmente llega a medios más establecidos que la replican sin verificación adecuada. Lo significativo es que no existe cobertura de medios confiables sobre estas afirmaciones específicas de Davis. CNN, BBC, Reuters, Associated Press, NPR y otros medios establecidos no han publicado esta historia, lo cual debería ser una señal de alerta enorme tratándose de afirmaciones tan extraordinarias.
Mientras tanto, la comunidad científica ha sido categórica en su rechazo. Bill Diamond, CEO del Instituto SETI, declaró sin ambigüedades (Space.com, 17 de abril de 2024): «No tenemos evidencia de ninguna fuente creíble que indique la presencia de tecnología alienígena en nuestros cielos. Y nunca la hemos tenido». Diamond enfatizó que «la idea de que el gobierno esté manteniendo algo así en secreto es totalmente absurda. No hay motivación para hacerlo.»
Por su parte, la Oficina del Pentágono para Fenómenos Aéreos No Identificados (AARO) ha sido igualmente categórica en su negativa. En su revisión histórica de marzo de 2024, AARO declaró que «no encontró evidencia de que ninguna investigación del gobierno estadounidense haya confirmado que ningún avistamiento de un UAP representara tecnología extraterrestre» y que no hay «evidencia empírica» de tecnología alienígena en una revisión integral de 80 años.
Lo que resulta especialmente irónico de todo este asunto es ver cómo parte del público que suele desconfiar del gobierno y sus supuestos «encubrimientos» ahora toman como evangelio las palabras de alguien que literalmente fue contratista/consultor vinculado a programas e informes del DIA/AAWSAP y posteriormente trabajó para The Aerospace Corporation para investigar estos temas. Si realmente existiera evidencia de cuatro especies alienígenas, ¿no sería Davis exactamente el tipo de persona que formaría parte del supuesto «encubrimiento»?
El patrón es claro: Davis lleva años haciendo afirmaciones grandilocuentes sobre materiales extraterrestres recuperados sin proporcionar evidencia real, y ahora simplemente ha añadido a su repertorio una clasificación de especies que cualquier aficionado a los OVNIs reconoce como mitología reciclada. No es un «infiltrado» ni un «insider» valiente; es un físico que encontró notoriedad haciendo afirmaciones controvertidas durante años, sin aportar evidencias públicas verificables, ampliamente cuestionadas, sobre el tema OVNI desde dentro del sistema oficial.
Esta historia ilustra perfectamente varios problemas del consumo moderno de información. Primero, el sesgo de confirmación hace que las personas busquen información que confirme sus creencias preexistentes sobre vida extraterrestre. Segundo, el efecto de autoridad hace que las afirmaciones parezcan más creíbles cuando provienen de alguien con credenciales científicas reales. Tercero, estas narrativas satisfacen una necesidad psicológica profunda de sentirse especial o privilegiado al tener acceso a «información secreta».
Las señales de alerta en esta historia fueron múltiples desde el principio: falta de cobertura en medios reputados, cadena de fuentes problemáticas, ausencia de evidencia física, reciclaje de mitología preexistente y negación oficial categórica por parte de las agencias gubernamentales relevantes. Pero el deseo de creer en algo extraordinario puede ser más poderoso que el análisis crítico de las fuentes.
Para aquellos genuinamente interesados en la búsqueda de vida extraterrestre, la comunidad científica ofrece alternativas fascinantes y basadas en evidencia: el programa SETI, la investigación de exoplanetas, y el estudio de atmósferas planetarias que podrían revelar biofirmas. Estas investigaciones reales, aunque menos sensacionalistas que las afirmaciones conspirativas, representan nuestros mejores esfuerzos para responder una de las preguntas más profundas de la humanidad: ¿estamos solos?
Las afirmaciones extraordinarias sobre las «4 especies alienígenas» no son más que otro capítulo en la larga tradición de mitología OVNI presentada como hecho científico. La verdadera lección aquí no es sobre extraterrestres, sino sobre la importancia del pensamiento crítico, la verificación de fuentes y la comprensión de que no todo lo que suena oficial o viene de alguien con credenciales científicas merece ser creído sin evidencia sólida. En una era de información abundante pero no siempre confiable, estas habilidades son más necesarias que nunca.
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