El mito del coeficiente intelectual
Aunque nunca se sometió a una prueba de cociente intelectual (IQ), se han hecho estimaciones que lo sitúan entre 180 y 220, cifras reservadas para quienes están muy por encima del promedio. Pero intentar encerrar la genialidad de Leonardo en un número resulta tan inadecuado como medir la belleza de una sinfonía por su duración en minutos. Su brillantez no se explica por un solo indicador, sino por una combinación extraordinaria de factores cognitivos, emocionales y creativos.
Un cerebro fuera de serie
Diversos estudios, como los del autor Leonard Shlain, apuntan a que Leonardo tenía una estructura cerebral poco común. Se cree que su corpus callosum, el «puente» que conecta ambos hemisferios del cerebro, era más desarrollado de lo normal, facilitando una comunicación fluida entre el pensamiento lógico y el creativo. Esta integración explicaba su habilidad para encontrar soluciones originales y pensar de manera holística.
Características como su zurdera, la escritura especular (de derecha a izquierda y con letras invertidas) y posibles indicios de dislexia también apuntan a una organización neurológica atípica. Incluso tras sufrir un derrame cerebral en el hemisferio izquierdo, mantuvo su capacidad lingüística intacta, lo que sugiere una dominancia hemisférica poco común.
Inteligencia emocional: el equilibrio interior
No solo destacaba por su capacidad intelectual; su inteligencia emocional era igualmente notable. Los relatos históricos lo describen como una persona compasiva, sensible, con gran sentido del humor y profundamente conectada con los demás seres vivos. Su empatía se reflejaba en sus obras artísticas, donde lograba captar y expresar emociones humanas con una profundidad casi cinematográfica.
Su visión pacifista, su elección de una dieta vegetariana y su interés por comprender al ser humano más allá de lo físico, revelan a un pensador guiado por la sensibilidad tanto como por la razón.
Una mente en constante exploración
Leonardo fue un polímata en el sentido más pleno de la palabra. Diseccionó cadáveres para entender la anatomía humana, ideó máquinas voladoras inspiradas en aves, estudió óptica y dinámica de fluidos, y produjo obras de arte que cambiaron la historia de la pintura. Esa diversidad de intereses no era casual, sino parte de su enfoque natural hacia el conocimiento: para él, todo estaba conectado.
Sus estudios anticiparon descubrimientos científicos que tardarían siglos en llegar. Sus ilustraciones anatómicas, por ejemplo, son tan detalladas que aún hoy impresionan a médicos y artistas. Era capaz de analizar el flujo de la sangre como quien estudia el cauce de un río, viendo paralelismos entre la biología y la ingeniería.
El poder de la observación disciplinada
Uno de los pilares de su inteligencia era su método: observación sistemática, cuestionamiento constante y experimentación empírica. Leonardo anticipó principios del método científico moderno sin conocer la ciencia formalizada. Para él, observar era un arte. Decía que el ojo debía entrenarse como un lector paciente que capta cada palabra, cada símbolo, sin saltar a conclusiones.
Cuando una teoría no coincidía con la experiencia, no dudaba en descartarla. Esa apertura mental, poco común incluso hoy, le permitió evolucionar continuamente su pensamiento.
La teoría del TDAH
El profesor Marco Catani ha propuesto que Leonardo podría haber tenido trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Esta teoría busca explicar por qué, a pesar de su genialidad, dejó muchas obras sin terminar. La dificultad para mantener la atención, la necesidad constante de nuevos estímulos y la hiperactividad mental son características comunes en personas con este diagnóstico.
La mente de Leonardo parecía un taller siempre encendido, donde se forjaban ideas sin descanso. Aunque este rasgo pudo dificultarle concretar proyectos, también pudo ser el combustible de su creatividad inagotable.
Una educación no convencional
Leonardo no recibió educación formal en los clásicos del latín y el griego durante su infancia, debido a su condición de hijo ilegítimo. Esta «limitación» se convirtió en una ventaja: al no estar condicionado por estructuras educativas tradicionales, su pensamiento fue más libre, curioso y divergente.
Su formación en el taller de Andrea del Verrocchio le permitió explorar desde la pintura hasta la metalurgia, sentando las bases de su enfoque transversal. Creía firmemente que todas las formas de saber estaban interrelacionadas, y su vida fue un ejercicio constante de prueba y error, aprendizaje y redescubrimiento.
Un legado que sigue inspirando
Hoy, artistas, científicos e innovadores siguen inspirándose en el modelo de Leonardo. Su capacidad para ver conexiones donde otros veían compartimentos estancos anticipa la forma en que se aborda la investigación interdisciplinaria moderna. Su figura representa la posibilidad de romper con la especialización extrema y redescubrir el valor del conocimiento amplio.
Lo que hizo excepcional a Leonardo no fue solo su capacidad mental, sino su actitud ante el conocimiento. Fue, ante todo, un observador incansable, un aprendiz eterno y un cuestionador empedernido. La genialidad, en su caso, fue tanto una condición cerebral como una elección consciente de cómo vivir, mirar y pensar.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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