18 de octubre de 2025

¿Y si el universo fuera simplemente... aburrido?


Hay una cita que se atribuye a Arthur C. Clarke que dice algo así como que existen dos posibilidades: «o estamos solos en el universo o no lo estamos, y ambas son igualmente aterradoras». Suena muy profundo, muy existencial, muy de quedarse mirando las estrellas mientras se te enfría el café. Pero resulta que un astrofísico llamado Robin Corbet acaba de publicar un paper que propone algo mucho menos dramático: que la verdad podría estar en un punto intermedio bastante más mundano y, por tanto, bastante menos aterrador.

La paradoja de Fermi nos lleva décadas dando vueltas en la cabeza. Si el universo está lleno de vida inteligente, ¿dónde están todos? Llevamos décadas buscando señales de radio, analizando estrellas por si alguien ha construido megaestructuras tipo esferas de Dyson, mirando el cielo por si aparece una nave nodriza. Y nada. El gran silencio cósmico. Las explicaciones que se han propuesto van desde «estamos en un zoo galáctico y nos observan sin que nos demos cuenta» hasta «las civilizaciones avanzadas trascienden a otra dimensión». Todo muy de ciencia ficción, todo muy extremo.

Corbet propone algo que llama «mundanidad radical». La idea es sencilla: ¿y si hay un número modesto de civilizaciones ahí fuera, pero ninguna ha alcanzado ese nivel de tecnología casi mágica que les permita construir esferas de Dyson o colonizar la galaxia? ¿Y si simplemente no quieren hacerlo? Pensadlo un momento: nosotros, con la tecnología actual o la de un futuro cercano, podríamos técnicamente llegar a las estrellas más próximas. Tardaríamos unos cien mil años con las velocidades que alcanzamos ahora, pero es factible. El problema no es tanto si podemos, sino por qué querríamos hacerlo.

Aquí es donde la cosa se pone interesante. Para colonizar la galaxia entera, incluso usando sondas robóticas autorreplicantes, hace falta motivación. Los beneficios tienen que superar los costes y los riesgos. Y como no vas a traerte rocas espaciales de vuelta a casa, el único beneficio real es el conocimiento científico. Pero después de explorar unos cuantos miles de sistemas estelares y darte cuenta de que la mayoría de estrellas tipo M son básicamente iguales, ¿para qué seguir? El paper sugiere que existe algo así como un «umbral de aburrimiento»: llegas a un punto en el que has encontrado suficientes civilizaciones similares a la tuya, todas con tecnología parecida, y simplemente dejas de buscar porque ya no merece la pena.

Hay otro factor clave: los límites del desarrollo tecnológico. Durante el siglo XX vivimos una explosión de descubrimientos científicos que cambió todo. Pero hay indicios de que ese ritmo se está ralentizando. Algunos estudios muestran que los papers científicos y las patentes son cada vez menos «disruptivos». La Ley de Moore se está frenando. El consumo de energía per cápita en Estados Unidos lleva décadas bajando. ¿Y si existe un techo natural al desarrollo tecnológico? No porque dejemos de ser curiosos, sino porque la física simplemente no da para más. Resolver los misterios de la materia oscura o la energía oscura puede que no tenga el mismo impacto práctico que descubrir la electricidad o la termodinámica.

En este universo mundano, las civilizaciones alienígenas no construyen esferas de Dyson porque o bien no pueden o bien no necesitan tanta energía. No mantienen faros de radio ultrapotentes durante millones de años porque sería carísimo y poco práctico. No colonizan la galaxia entera porque después de encontrarse con cien civilizaciones parecidas, el entusiasmo decae. Y no nos visitan porque, francamente, una civilización que aún no ha salido de su propio sistema solar no es tan interesante.

Esto explicaría por qué no hemos detectado nada definitivo todavía. El famoso «Wow!» de 1977, esa señal de radio que pareció artificial y nunca volvió a repetirse, probablemente fue un fenómeno astrofísico raro. Los candidatos a esferas de Dyson que se han detectado en los últimos años tienen explicaciones más mundanas. ‘Oumuamua, ese objeto interestelar con forma rara que algunos sugirieron que podría ser artificial, casi con certeza es solo una roca espacial extraña. Y todos esos informes de OVNIs y fenómenos aéreos no identificados siguen sin dar pruebas sólidas de visitas extraterrestres.

Pero aquí viene lo bueno: si hay un número modesto de civilizaciones tecnológicas en la galaxia, eso significa que la vida en general debería ser bastante común. Y con telescopios como el SKA o el ngVLA que están construyéndose ahora, o una generación o dos más adelante, podríamos detectar las «fugas» de radio de otras civilizaciones. No señales diseñadas para nosotros, sino simplemente el ruido de fondo de una sociedad tecnológica. El paper hace unos cálculos y sugiere que en un plazo históricamente corto, tal vez no demasiados siglos o milenios, podríamos hacer contacto.

Claro que ese contacto podría dejarnos un poco decepcionados. Imagínate: después de décadas buscando, por fin detectamos una señal. Establecemos contacto. Y resulta que están más o menos a nuestro nivel tecnológico, quizá un poco más adelantados pero nada espectacular. No tienen viaje más rápido que la luz. No han resuelto todos los misterios del universo. No van a compartir los planos de la energía infinita. Solo son… como nosotros, pero con unos siglos de ventaja. Sería momentoso, cambiaría nuestra visión del universo, pero no nos convertiría en una civilización tipo Star Trek de la noche a la mañana.

Es curioso cómo esta perspectiva mundana resulta extrañamente reconfortante. No estamos solos, pero tampoco estamos en un universo repleto de superpotencias galácticas que nos ignoran o nos estudian como si fuéramos hormigas. Simplemente hay otros ahí fuera, enfrentándose a límites similares, haciéndose las mismas preguntas. El universo no está vacío ni abarrotado, solo moderadamente poblado por civilizaciones que llegaron más o menos hasta donde la física les permitió llegar y luego se dedicaron a sus cosas. Es menos épico que la ciencia ficción, desde luego. Pero probablemente sea más realista. Y definitivamente, menos aterrador.



☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí

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