Cada gen es como una receta que la célula sigue para producir una proteína. Las mutaciones sin sentido añaden puntos finales en medio de la receta, lo que impide que se cocine el platillo completo. En lugar de intentar arreglar cada receta individualmente, la nueva técnica enseña al chef (la célula) a ignorar esos puntos finales incorrectos para terminar el platillo, sin importar cuál sea.
Cómo funciona PERT
El nuevo sistema, llamado PERT (por sus siglas en inglés: Prime Editing-mediated Readthrough of Termination codons), utiliza una versión avanzada de CRISPR conocida como prime editing. Esta tecnología permite hacer cambios más precisos en el ADN, sin necesidad de cortarlo completamente.
La innovación de PERT no está en editar directamente la mutación sin sentido, lo cual sería un camino laborioso y poco escalable, ya que existen miles de mutaciones distintas. En su lugar, el sistema introduce en el genoma una herramienta que permite a la célula saltarse esas señales de parada prematura: un tipo especial de ARN de transferencia (tRNA supresor). Este tRNA actúa como si viera el punto final inesperado y dijera: «aún no hemos terminado», permitiendo que la síntesis de la proteína continúe hasta el final correcto.
Resultados en modelos celulares y animales
El equipo de investigación probó esta tecnología en modelos celulares humanos de varias enfermedades raras, como la enfermedad de Batten, Tay-Sachs y Niemann-Pick tipo C1, y en ratones con síndrome de Hurler. En todos los casos, las células modificadas con PERT recuperaron entre un 20% y un 70% de la actividad enzimática normal. En el modelo de ratón, incluso una recuperación del 6% fue suficiente para eliminar casi por completo los signos de la enfermedad.
Estos resultados sugieren que no hace falta una restauración completa para que el tratamiento sea eficaz. Al igual que una batería parcialmente cargada puede hacer funcionar un dispositivo, una cantidad moderada de proteína funcional puede ser suficiente para mejorar o incluso revertir los síntomas de muchas enfermedades genéticas.
Seguridad y especificidad
Uno de los mayores desafíos de la edición genética es evitar efectos secundarios no deseados, como modificaciones en otras partes del ADN o interferencias con funciones normales de la célula. En los estudios realizados, PERT no mostró efectos fuera del objetivo. Además, no alteró la producción de otras proteínas ni causó toxicidad celular, lo que refuerza su potencial como terapia segura.
Esto se debe, en parte, a que el nuevo tRNA supresor se instala en una región del genoma que ya contiene versiones redundantes del mismo tipo de molécula, por lo que no interfiere con funciones esenciales. Además, la cantidad de tRNA supresor que se genera es baja, lo que reduce el riesgo de que se activen otras secuencias que no deberían activarse.
Una estrategia escalable para enfermedades raras
Actualmente, desarrollar una terapia génica para una enfermedad rara implica años de trabajo, altos costes y complejos procesos regulatorios. Esta realidad hace que muchas patologías queden desatendidas, no porque no tengan solución, sino porque no resultan rentables. La propuesta de PERT ofrece una salida: una sola herramienta que podría servir para muchas enfermedades distintas.
Este enfoque representa un cambio de paradigma. En lugar de perseguir mutaciones una por una, se busca un punto común entre muchas enfermedades y se desarrolla una solución compartida. Es como construir un cargador universal en lugar de uno para cada modelo de teléfono.
Hacia ensayos clínicos y más allá
Los investigadores ahora trabajan en optimizar esta tecnología y probarla en más modelos animales. Su objetivo es llegar a ensayos clínicos que puedan confirmar su eficacia y seguridad en humanos. Si logran demostrar estos beneficios en pacientes, PERT podría abrir una nueva era en el tratamiento de enfermedades raras.
Este tipo de soluciones agnósticas al tipo de enfermedad podría mejorar la equidad en el acceso a la medicina genética. En lugar de dejar fuera a quienes tienen mutaciones poco comunes, se podría ofrecer una terapia generalizada que abarque a muchas personas con condiciones distintas pero un mecanismo molecular compartido.
La investigación fue publicada en la revista Nature y financiada por el Instituto Nacional de Salud de EE.UU., el programa de Ciencia Química y Terapéutica del Broad Institute, y el Howard Hughes Medical Institute. El trabajo fue liderado por los investigadores Sarah Pierce y Steven Erwood.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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