Hace cinco años, Tony Wyss-Coray dio un giro en su carrera y comenzó a investigar los efectos del envejecimiento en el cerebro. Quería buscar remedios a la degeneración neurológica que llega con la edad y que a menudo desemboca en el alzhéimer, cuya incidencia se espera que se triplique en 40 años. Pronto se chocó con el mismo escollo que muchos otros expertos en su campo.
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