Porque los reptilianos nos controlan. Obviamente.
Las teorías conspiratorias pueden convertirse en uno de esos agujeros negros del Internet donde va a morir nuestro tiempo libre. Leer sobre ellas puede ser entretenido, pero creer en ellas es un tema completamente diferente. Sin embargo, según un estudio hecho por Public Policy Polling en 2013, al menos uno de cada dos estadounidenses creen en al menos una teoría conspiratoria (y hasta un escandaloso 4% cree que los reptilianos controlan la vida política de ese país).
Según Joseph E. Uscinsky y Joseph M. Parent, en el libro American Conspiracy Theories, alrededor de un tercio de las personas entrevistadas (estadounidenses) creen que Obama es extranjero y que el atentado a las torres gemelas fue planificado por la administración de Bush. A pesar de lo que los estereotipos podrían indicar, las personas en este grupo pertenecen a muy diversas categorías de raza, edad, género, ingreso, nivel educativo y filiación política. A pesar de que la ideología política de una persona afecta el contenido de las teorías conspiratorias en las que está dispuesto a creer, no parece tener ninguna incidencia sobre su propensión a creerlas.
La educación, sin embargo, sí pareciera influir: según el estudio de Parent y Uscinski, mientras el 42% de las personas que no terminaron la secundaria son propensas a creer en conspiraciones, la cifra baja a 23% en aquellos con estudios de posgrado... lo que, si me permiten, aún parece alarmantemente alto.
More conspiracy theories por Mikey, bajo licencia CC BY 2.0.
Existen varios factores que pueden ayudar a predecir cuán probable es que una persona determinada crea en teorías conspiratorias. Por ejemplo, según un estudio llevado a cabo por el profesor Viren Swami de la Universidad Anglia Ruskin, mientras más estrés haya experimentado una persona en los últimos seis meses, más probable es que crea en conspiraciones, ya que el estrés incrementa la tendencia a pensar de manera poco analítica. Otro estudio por el mismo investigador, pero en la Universidad de Westminster, asocia la propensión a creer en conspiraciones con lo que denomina "cinismo político": la propensión a alejarse del pensamiento común y a cuestionar el orden establecido.
Por último, un alto grado de paranoia es inherente a los teóricos de la conspiración, y esto se traduce en un bajo nivel de confianza y a la sensación de no tener control sobre el curso de los eventos. Mientras menos "en control" te sientas, más probable es que creas que alguien más está moviendo los hilos de la historia. Por supuesto, esto incluye otro rasgo de personalidad, que es la tendencia a enfocarse en la intención en vez de la casualidad, es decir, la tendencia a creer que todos los eventos que suceden son consecuencia directa de los actos de alguien, olvidando la importancia del azar y la coincidencia.
Sin embargo, todas estas inclinaciones simplemente están sacando provecho de un instinto humano sumamente arraigado: la necesidad de encontrar patrones incluso donde no existen, una función del cerebro humano que nos ha permitido evolucionar como raza y protegernos del peligro, y que es también la razón por la cual encontramos formas en las nubes y rostros de celebridades en las papas fritas.
Por supuesto, la imagen de alguien con un sombrero de papel aluminio nos lleva de nuevo al estereotipo de la gente muy, muy loca que cree que Elvis sigue vivo. Pero no todas las teorías son creadas iguales, y puede ser más fácil creer que Marilyn Monroe fue asesinada por la Casa Blanca a creer, por ejemplo, que Paul McCartney murió en 1966. Las teorías conspiratorias simplemente sacan provecho a nuestra propensión natural a "unir los puntos", y llevan a algunos de nosotros (aparentemente, a muchos de nosotros) a crear complicados dibujos que en realidad no están ahí. (¿O sí?)
☛ El artículo completo original de Marianne Díaz Hernández lo puedes ver aquí
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