Avi Loeb ya va a calzón quitado. Le da igual que colegas y críticos lo acusen de forzar las costuras del método científico: él sigue lanzando hipótesis cada vez más atrevidas, como si jugara a ver hasta dónde puede tensar la cuerda antes de que se rompa. Y su última ocurrencia es de campeonato: afirmar que la famosa señal Wow! detectada en 1977 pudo haber sido emitida por el cometa interestelar 3I/ATLAS. Con dos narices.
La señal Wow! fue detectada el 15 de agosto de 1977 por el radiotelescopio Big Ear en Ohio. Duró 72 segundos y alcanzó una intensidad que parecía hecha a medida para quienes sueñan con mensajes alienígenas. Su frecuencia estaba centrada en torno a los 1420 MHz, la línea de hidrógeno neutro, donde uno imaginaría que una civilización avanzada intentaría emitir si quisiera ser escuchada. El problema es que nunca volvió a repetirse, y en las décadas siguientes se han propuesto explicaciones naturales cada vez más convincentes.
Además, Loeb estima que para que aquella señal llegara con la intensidad detectada (entre 54 y 212 Jansky), desde una distancia de 600 AU, el transmisor debería haber emitido entre 0,5 y 2 gigavatios, una potencia comparable a la salida de un reactor nuclear. Añade que el ligero desplazamiento al azul observado en la frecuencia (unos 10 km/s) es del mismo orden de magnitud, aunque menor, que la velocidad de aproximación de 3I/ATLAS hacia el Sol (unos 60 km/s), y lo presenta como un guiño cósmico a favor de su hipótesis.
El problema es que cada uno de esos argumentos tiene grietas considerables. La reconstrucción orbital cuatro décadas atrás presupone que el cometa no experimentó aceleraciones no gravitacionales significativas, algo que Loeb afirma en su último artículo pero que resulta difícil de confirmar con total certeza para un objeto descubierto hace apenas tres meses. La coincidencia angular de varios grados es demasiado amplia para considerarse «alineación» en términos astronómicos rigurosos. La potencia calculada, aunque teóricamente plausible, no deja de ser una especulación sin evidencia de ningún sistema transmisor. Y el corrimiento al azul, lejos de ser prueba concluyente, no coincide completamente con la velocidad del objeto, sino que se queda en un valor que puede explicarse por múltiples factores.
Pero el verdadero test está por llegar. Entre el 1 y el 7 de octubre de 2025, justo en estos días, los orbitadores de Marte de la NASA y la ESA (Mars Reconnaissance Orbiter, Mars Express y ExoMars) van a observar 3I/ATLAS cuando pase a unos 29 millones de kilómetros del planeta rojo. Y más adelante, entre el 2 y el 25 de noviembre, la sonda Juice de la ESA también lo tendrá bajo vigilancia. Si realmente fuera un transmisor interestelar con potencia de gigavatios, como propone Loeb, estas naves deberían detectar algo. Hasta ahora, ningún radiotelescopio ha reportado emisión alguna de este objeto.
Lo que tenemos, por tanto, es un objeto interestelar que hasta el momento se comporta como un cometa, aunque con características poco usuales que han llamado la atención de varios astrónomos, y una señal de radio única y no repetida que, con el paso de los años, tiene explicaciones naturales más convincentes. La hipótesis más reciente sugiere que la señal Wow! fue causada por un repentino aumento de brillo de la línea de hidrógeno emitida desde una nube interestelar, disparada por una fuente transitoria de radio intensa como un magnetar. Unir la señal con 3I/ATLAS porque comparten un aura de misterio no es ciencia, es literatura especulativa con un barniz matemático.
Las próximas semanas serán decisivas. Si 3I/ATLAS emite algo de radio cuando esté más cerca y sea observado por múltiples instrumentos, Loeb habrá dado en el clavo con una predicción extraordinaria. Si, como parece más probable, el silencio continúa siendo absoluto, tendremos otra hipótesis más de Loeb archivada en el cajón de las ocurrencias que suenan bien en titulares pero que no resisten el escrutinio de la evidencia. Y el cometa seguirá su camino hacia el perihelio dentro de un mes, comportándose exactamente como lo que probablemente es: un visitante interestelar natural que nos ha pillado por sorpresa por su tamaño y velocidad, pero no por emitir mensajes de radio.
Loeb ha vuelto a conseguir lo que mejor se le da: titulares llamativos y debates encendidos. Pero la ciencia funciona con observaciones, no con coincidencias estadísticas y narrativas atractivas. La señal Wow! sigue siendo un enigma interesante, pero vincularla a 3I/ATLAS sin ninguna emisión detectada del cometa es poner la carreta delante de los bueyes. Las naves espaciales que están apuntando sus instrumentos hacia este objeto en estos mismos días nos darán la respuesta definitiva. Mientras tanto, lo más honesto es mantener el escepticismo saludable y esperar a que los datos hablen por sí solos.
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