Investigadores de la Universidad de Nueva York hicieron un estudio para determinar por qué los ancestros de los seres humanos tenían el hueso frontal a la altura de las cejas tan prominente. A comparación de nuestras frentes planas, nuestros antepasados tenían bultos muy notorios en ese punto.
Recordemos que el frontal es el hueso es el que que cubre la parte superior delantera de la cabeza. Nuestra evolución generó que nuestras cejas fueran cada vez menos pobladas y mas alineadas con los ojos.
El grupo de estudios utilizó un cráneo fosilizado del homo heidelbergensis, homínido que vivió entre hace 600.00 y 200.00 años. Llamándolo Kabwe 1, utilizaron ingeniería de software 3D para hacer una réplica a computador y poder examinarlo.
Lo siguiente fue comprobar dos teorías existentes aceptadas a menudo. Una era que al estar empujado al frente, el hueso permitía que hubiera más espacio entre el cerebro y los ojos. Debido a esto, a la simulación 3D le recortaron esa prominencia en la frente. Concluyeron que no aportaba ninguna ventaja cognitiva el hecho de tener esa disposición.
La otra teoría es que tal vez esas "crestas" le otorgaban al individuo estabilidad al comer. Fue un resultado parecido: en la simulación, al masticar no había mucha presión ejercida en esa zona.
¿Qué significa entonces este cambio?
Una vez fueron desechadas esas teorías, optaron por perseguir una respuesta más social. Explicaron que el éxito en la supervivencia de los homo sapiens se debió a su facilidad para hacer relaciones. Mientras que los homo neanderthalensis se extinguieron fácilmente, nuestra especie se distribuyó por el mundo. De hecho, ser más amigables entre sí y convivir en comunidades nos aseguró la supervivencia.
Adicionalmente, mientras más vivimos en comunidad, menos necesitamos la forma antigua de las cejas. Como expresó la arqueóloga Penny Spikins, pasamos de querer ser intimidantes con frentes anchas y cejas pobladas a querer expresar una gran cantidad de emociones a partir del rostro.
La conversión a una frente más vertical en los humanos modernos permitió la exhibición de emociones más amistosas que ayudaron a formar vínculos sociales entre individuos. Nuestro rostro cambió desde una posición en la que queríamos competir, donde lucir un rostro más intimidante era una ventaja, a uno en el que era mejor llevarse bien con los semejantes".
☛ El artículo completo original de Sergio Trujillo lo puedes ver aquí
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