SharkEye es un nuevo proyecto que utiliza drones para detectar tiburones blancos en tiempo real.
Un proyecto liderado por Iniciativa Benioff Ocean de la Universidad de California, que tiene doble propósito: proteger a las personas que se acercan a las playas y estudiar el comportamiento de estos animales .
Así usan IA y drones para salvar vidas
Esta dinámica, que se está probando en la costa sur de California, está compuesta de diferentes pasos. Primero, utilizan los drones para reconocimiento del lugar capturando imágenes en zonas donde podría haber movimiento de tiburones. Luego utilizan la IA para escanear el vídeo y detectar la presencia de tiburones blancos. Un sistema que ha arrojado una efectividad del 95%
A partir de allí, los datos se utilizan para diferentes fines. Una de las medidas más urgentes es alertar a la comunidad y a las autoridades correspondientes de la presencia de los tiburones. De esta manera, esta alerta puede llegar a salvavidas, instructores de surf o a cualquier persona que realice algún tipo de actividad en la playa.
También tienen pensando emitir diferentes tipos de alertas para que todos puedan acceder a esta información de forma tan simple como consultar el pronóstico del tiempo. Y por otro lado, toda esa información va creando una base de datos para que los científicos marinos puedan estudiar el comportamiento y actividad de estos tiburones, tal como se explica en el vídeo que comparte el equipo de SharkEye.
Gracias a la información que se extrae de las imágenes de los drones y a los datos obtenidos de los constantes análisis marinos, se pueden establecer patrones y predecir cuándo y dónde hay más posibilidades de ver actividad de tiburones blancos.
De esa manera, pueden mantener las costas seguras alertando a tiempo sobre la presencia de los tiburones, y la vez, tratar de entender el comportamiento de estos tiburones, que han sido catalogados como “vulnerables”.
Por el momento, este proyecto aún está en desarrollo, pero ya puede verse su potencial tanto para cuidar a las personas como a la vida oceánica.
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☞ El artículo completo original de Miriam Schuager lo puedes ver aquí
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