Los datos son categóricos: la generación Z —aquellos que tienen entre 18 y 24 años— es el rango etario más afectado por el impacto de la pandemia del nuevo coronavirus en el mercado laboral. Según el estudio People at Work 2021: A Global Workforce View de ADP realizado en más de 17 países —Chile entre ellos— el 78% de las personas de esa generación afirmó que su vida profesional se había visto afectada, en contraste con el 64% de los trabajadores de otras edades que dijeron lo mismo. En Chile, más del 50% dijo que ha tenido que asumir responsabilidades adicionales en su trabajo y el 41% afirmó haber sido despedido, estar con suspensión de contrato laboral o haber dejado voluntariamente su empleo. En tanto, el INE registró que el segmento de entre 15 y 24 años fue que más disminuyó su ocupación, con un descenso del 27,8% seguido de quienes tienen entre 25 y 34 años, que presentaron una baja del 5,6%.
Los expertos afirman que esta situación se debe a un problema estructural, pero que por la crisis provocada por la pandemia se ha intensificado y ha dejado al descubierto las falencias del sistema. Entre las múltiples causas que identifican para esto está la poca o nula experiencia con que esta generación se enfrenta al mercado del trabajo; la legislación laboral, que hace que desvincular a trabajadores jóvenes sea más barato para los empleadores en comparación con empleados de mayor antigüedad por la indemnización que deben pagarles; la preferencia de los jóvenes por ocupaciones temporales, y el factor del teletrabajo, que es ejercido en un 80% por personas con educación superior completa, situación poco probable para quienes tienen menos de 24 años.
Para Danilo Rojic, socio director de People & Partners, empresa experta en empleabilidad y liderazgo, existe un desequilibrio entre el sistema educativo y el mercado laboral que es parte de los factores que explican esta situación. “En Chile no existe una buena planificación de las carreras en función del mercado objetivo. Nunca ha existido un equilibrio entre las educaciones formales, la cantidad de profesionales que salen al mercado, versus la capacidad que tienen las empresas de absorberlas. Entonces hay una lógica que se ha venido dando por más de 20 años, de que hay muchas personas que estudian carreras profesionales sin que esas carreras tengan buenos niveles de empleabilidad, y hay menos gente que estudia carreras técnicas donde hay más necesidad”, comenta.
Algunos también señalan que los cambios que ha experimentado el mercado laboral en los últimos años podrían afectar a las generaciones más jóvenes. “Yo creo que estamos en un mercado laboral que es súper gris, en el sentido de que hay empresas que tienen más historia y que son más grandes necesitan una fuerza de trabajo más comprometida, pero muchas veces las condiciones no están para eso y los trabajadores empiezan a buscar otras cosas, sobre todo los más jóvenes. Antes era típico pensar en un trabajador que iba a estar toda la vida en una empresa porque le hacía mucho sentido eso, tenía sus clubes y sindicatos, aparte estaba pensado en una división del trabajo familiar. Típicamente el hombre trabajaba formalmente en el mercado laboral y la mujer se quedaba en la casa con niños y con el cuidado doméstico y eso también camb ió, entonces las empresas no pueden asumir ese tipo de trabajador con tanta facilidad”, comenta el sociólogo de la Universidad Católica Andrés Biehl, experto en mercados laborales.
Para Danilo Rojic, socio director de People & Partners, empresa experta en empleabilidad y liderazgo, existe un desequilibrio entre el sistema educativo y el mercado laboral que es parte de los factores que explican esta situación.
Sobre los efectos de este cambio en los niveles de ocupación de las generaciones más jóvenes, algunos especialistas señalan que podrían ser perdurables y considerables. “Este fenómeno lamentablemente puede tener efectos duraderos de bastante gravedad. El desempleo en esta etapa de la juventud es mucho más grave que en otras y eso es porque afectan la trayectoria de ingresos que va a poder ganar esa persona en su vida laboral, entonces se generan penalidades en los salarios cuando las personas logran obtener un empleo posteriormente. Y ¿Por qué ocurre este impacto negativo? Primero porque la adquisición de capital humano se deteriora. Cuando los jóvenes están desempleados pierden la posibilidad de obtener formación en el trabajo y eso hace que se parta con una menos acumulación de capital humano”, comenta Juan Bravo, director del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales.
Bravo también señala otro efecto negativo perdurable que podría traer esto para los miembros de la generación Z: “El haber estado desempleado genera efectos de señalización negativa en el mercado laboral, porque cuando alguien se presenta a postular por un empleo lo que se ve en el currículum son lagunas, entonces eso genera una mala señalización que lamentablemente no necesariamente significa que esa persona sea poco productiva o que no sea un buen candidato para un empleo, pero lo que se muestra es justamente que hay un período de desempleo o que la persona no tiene ninguna experiencia, entonces eso es lo que observa ese empleador, porque lamentablemente la productividad laboral no es una variable observable, y dice ¿Por qué nadie lo contrató? ¿Por qué esta persona no ha podido insertarse en un empleo?, y ahí se genera este círculo vicioso de la falta de e xperiencia, en el que se vuelve cada vez más difícil ser contratado”.
“Yo creo que estamos en un mercado laboral que es súper gris, en el sentido de que hay empresas que tienen más historia y que son más grandes necesitan una fuerza de trabajo más comprometida, pero muchas veces las condiciones no están para eso y los trabajadores empiezan a buscar otras cosas, sobre todo los más jóvenes”, dice el sociólogo de la Universidad Católica Andrés Biehl, experto en mercados laborales.
Aquí, seis jóvenes de la Generación Z cuentan sus procesos laborales durante la pandemia.
¡Siempre piden experiencia!
“En 2019 terminé de estudiar. Estudié técnico en Educación Diferencial en el ENAC de República. En 2020 entré a trabajar en una escuela de niños con autismo, pero empezó la pandemia, cerraron los colegios y ahí quedé sin trabajo. Como yo había recién entrado a trabajar ahí, dejaron a las personas más antiguas, y a nosotras, las nuevas, nos dejaron a un lado. Estuve una semana. Incluso ya me habían marcado para entrar con la huella y todo, pero después no me hicieron el contrato, me pagaron los días trabajados y ya”, cuenta Javiera Palma (24), quien desde esa experiencia no ha podido encontrar trabajo estable y tampoco alguno en el que pueda ejercer la carrera que estudió.
“Entre abril del año pasado y marzo de este año no estuve activa laboralmente, solo con trabajos de un día, pero nunca con contrato ni nada. Seguía buscando mientras, pero ha costado demasiado, demasiado encontrar trabajo”, comenta Javiera, quien vive junto a su pareja, su hermano y su cuñada en una casa de Estación Central que, hasta antes del 31 de diciembre del año pasado —cuando su mamá falleció por Covid-19— compartía junto a otros doce familiares. De los cuatro habitantes del hogar, solo su hermano y su cuñado están activos laboralmente.
Pese a las dificultades que había tenido para encontrar un empleo, en marzo parecía que las cosas podían mejorar: una vecina la puso en contacto con una construcción, donde comenzó a ejercer trabajos de aseo. Pero al cabo de un mes, se repitió la historia para Javiera. Las cuarentenas volvieron a la Región Metropolitana y ella fue despedida. “Tuvieron que cerrar y como siempre dejan a las personas más antiguas, de nuevo me pasó lo mismo”, dice.
“Como yo había recién entrado a trabajar ahí, dejaron a las personas más antiguas, y a nosotras, las nuevas, nos dejaron a un lado. Estuve una semana. Incluso ya me habían marcado para entrar con la huella y todo, pero después no me hicieron el contrato, me pagaron los días trabajados y ya”, cuenta Javiera Palma (24).
“¡Lo malo es que siempre piden experiencia, de seis meses, un año o más y para mí es ilógico porque las personas no nacen sabiendo! Así se hace mucho más difícil encontrar trabajo”, comenta Javiera con frustración frente a un requisito que no parece considerar a las personas de su generación, quienes podrían ver sus futuros laborales afectados por esto a largo plazo. “Yo me titulé, estuve trabajando como tres semanas en una escuela y desde ahí ya nada más hasta este año. Después a mí se me va a hacer mucho más complicado buscar trabajo porque en las escuelas también piden experiencias de un año o de seis meses” finaliza.
Javiera dice que, aunque le gustaría desempeñarse en el área de su carrera, está abierta a trabajar en cualquier rubro, ya que su motivación principal para emplearse es el apremio económico que vive. “Tengo que generar ingresos, hay que pagar cuentas y tenemos que comer en el día a día. Y también para uno mismo, porque uno igual quiere comprarse un par de pantalones o zapatillas o cosas así”, comenta.
Estas dificultades económicas y laborales también logran, a veces, frustrar a Javiera, quien confiesa: “Uno igual como que en el día a día se desespera o piensa así como ‘ay qué voy a hacer’, porque el país sigue igual, pero nadie se preocupa de las personas de bajos recursos o de las que no tienen trabajo, porque ellos, a las finales, ni siquiera han pagado las cuentas de luz y agua y hay meses donde se juntan y es mucho lo que hay que pagar”. Pero, agrega, después de ese trago amargo, a veces puede recobrar la calma y mantenerse optimista: “Siempre digo ‘ya voy a encontrar un trabajo, quizás no ahora, o mañana o pasado, pero va a llegar algo que sea estable’”.
“No me imaginaba que iba a ser así”
“Acabo de terminar la carrera de Educación Parvularia en la Universidad Alberto Hurtado en enero. Decidí estudiar eso porque siempre me ha gustado trabajar con niños, y educarlos en la primera infancia es súper importante. Pero ha sido un poco estresante. Nunca pensé que, primero, iba a terminar mi carrera online, que fue lo más duro porque mi última práctica la tuve con diez o quince niños conectados en una pantalla. Todo ha sido online, entonces después salir, ver que seguía todo así y no encontrar trabajo ha sido fome, porque tampoco hay muchas oportunidades de trabajo. No me imaginaba que iba a ser así”, comenta con resignación Rosario Gilmar (24) sobre el presente laboral que está enfrentando.
Rosario vive en Calera de Tango junto a su padre, su madre y sus dos hermanas menores y comenta que, aunque el trabajo como logístico de transportes de su padre no se vio afectado por la pandemia, sí lo hizo el emprendimiento de su madre, la waflería Tonvane. “Con esto de la cuarentena ha perdido hartas ventas porque la gente no puede ir a comer, y el wafle es un producto súper complicado para hacer delivery”, dice.
“Nunca pensé que, primero, iba a terminar mi carrera online, que fue lo más duro porque mi última práctica la tuve con diez o quince niños conectados en una pantalla. Todo ha sido online, entonces después salir, ver que seguía todo así y no encontrar trabajo ha sido fome, porque tampoco hay muchas oportunidades de trabajo. No me imaginaba que iba a ser así”, comenta con resignación Rosario Gilmar (24) sobre el presente laboral que está enfrentando.
Sobre su búsqueda de empleo, Rosario comenta que antes de que empezara la cuarentena de abril de la Región Metropolitana, buscó trabajo en colegios cercanos a la zona donde vive:“Estuve dejando varios currículums, pero no me fue bien y justo entramos a cuarentena y ahí, si había una posibilidad, fue peor”. Esta situación, comenta, también ha afectado su optimismo sobre su futuro laboral. “Mi motivación cada vez disminuye porque por más que he buscado no he tenido respuesta de nada. Puede ser que uno envíe y que te respondan ‘oye estamos viendo tu CV’ o ‘podríamos hacer una entrevista’, pero tampoco he tenido ninguna respuesta. Esto durará un año, un año y medio más, y a lo mejor ahí sí van a haber más oportunidades laborales, pero ahora estoy bien desmotivada buscando pega en la pandemia”, dice.
Rosario confiesa que no tiene preferencias del tipo de establecimiento en donde le gustaría encontrar trabajo: “Donde encuentre sería perfecto porque me gustaría probar en todos los ámbitos, ya sea en un colegio público o privado para ir conociendo todas las perspectivas de la educación”, y comenta que, entre sus principales motivaciones para emplearse está el desempeño vocacional: “quiero trabajar en lo que estudié, independizarme y tener mi plata, porque ahora no tengo ningún tipo de ingreso, y también para ahorrar para ver qué hacer a futuro”.
“Uno no puede estar regodeándose”
“Terminé mi cuarto medio con un técnico en gastronomía el 2019. Quería seguir estudiando Gastronomía Internacional, juntar plata donde estaba haciendo mi práctica, que era el casino de la fiscalía nacional, y después irme para Estados Unidos porque mi hermano vivía allá. Tenía todo pensado, estaba lista para que me hicieran el contrato y empezó a pasar esto”, comenta con resignación Damarys Castro (19), quien confiesa que desde el año pasado no ha podido encontrar un empleo estable.
Durante los últimos meses, Damarys ha sorteado la escasez de oportunidades laborales sólo con trabajos informales de no más de un mes de duración, entre los que se ha desempeñado como vendedora de Ripley en el Parque Arauco y empacadora en un laboratorio de colágenos. Vive en Puente Alto junto a su hermana, su mamá, y la pareja y suegra de esta, y comenta que las principales fuentes de ingresos de la casa —el trabajo de su madre como personal de aseo en un colegio y el de la pareja de esta como asesor de terminaciones de casas— no se han visto afectados por la pandemia y que su principal motivación para emplearse es alcanzar la independencia.
Aunque principalmente le gustaría encontrar trabajo atendiendo público, Damarys dice que está consciente que el mercado laboral al que se enfrenta puede traerle otras opciones: “Ha sido demasiado complicada la situación y cuando sale un trabajo hay que estar ahí nomás porque uno no puede estar regodeándose, y a veces el trato no es muy bueno. Pero me gustaría encontrar en algo que tenga que atender al público, con eso como que me llevo súper bien. Me gusta tratar bien a la gente y que vean que no todos somos tan odiosos como nos vemos”.
Aunque principalmente le gustaría encontrar trabajo atendiendo público, Damarys dice que está consciente que el mercado laboral al que se enfrenta puede traerle otras opciones: “Ha sido demasiado complicada la situación y cuando sale un trabajo hay que estar ahí nomás porque uno no puede estar regodeándose, y a veces el trato no es muy bueno”.
Este escenario incierto, además, ha hecho que Damarys reconsidere los planes para su futuro que tenía antes de la pandemia: “Ahora lo he dudado si volver a estudiar. Me gustaría, pero creo que no lo voy a hacer, porque para lo que quiero, que es tener mis cosas y mi casa, sería tiempo perdido. Quiero dedicarme solamente a trabajar y encontrar un trabajo estable para poder mantenerme”.
“Tengo que saber ahorrar y mantenerme por mí mismo”
“Tengo Enseñanza Media terminada de estructura mecánica en un liceo industrial y estaba estudiando Ingeniería en Mantenimiento Industrial en el Inacap de Puente Alto, pero justo llegó el tema del descontento social y la pandemia y ya no fue lo mismo en todo sentido. Está todo más limitado, más difícil, más caro y en el proceso de mis estudios también me afectó porque las clases online no sirven de nada en algo que es práctico. Eso me produjo mucho estrés”, comenta Tomás Vega (23) sobre las razones que lo llevaron a congelar sus estudios este año y también por lo que está buscando trabajo ahora.
Tomás vive en La Florida junto a sus abuelos, quienes son independientes laboralmente y trabajan, principalmente, en ferias públicas, por lo cual se vieron afectados por la pandemia. “Con las famosas cuarentenas el año pasado estuvieron como seis meses sin trabajo. O sea, de que ellos podían ir a trabajar, sí podían, pero el riesgo que corren es alto”, dice. Tomás agrega que este año sus abuelos pretenden dejar su casa en Santiago para ir a buscar una vida de paz y silencio a un lugar con playa, lo cual es parte de sus motivaciones para encontrar trabajo ahora, ya que él no se irá con ellos. “Tengo que saber ahorrar y mantenerme por mí mismo para ser dueño de casa.Entonces yo opté por trabajar ahora para cuando se me venga lo difícil, mantener la casa solo”, comenta.
“Está todo más limitado, más difícil, más caro y en el proceso de mis estudios también me afectó porque las clases online no sirven de nada en algo que es práctico. Eso me produjo mucho estrés”, comenta Tomás Vega (23) sobre las razones que lo llevaron a congelar sus estudios este año y también por lo que está buscando trabajo ahora.
Entre sus preferencias laborales, Tomás dice que le gustaría encontrar algo en su especialización, que es la soldadura de estructuras metálicas, pero que encontrar oportunidades ha sido difícil.“Estaba trabajando hace un tiempo atrás, pero fue un pololito por fuera de Santiago, pero ahora que volví he estado buscando trabajo y ha sido difícil de encontrar. Todo el tema de la pandemia yo creo que igual ha complicado a medianas y chicas empresas, ahora lo que más hay son empresas grandes, como constructoras, eso me ha afectado bastante” cuenta.
Pese a esta situación, Tomás dice que no se ha estresado por no encontrar trabajo y que sigue motivado, ya que confía en sus capacidades para encontrar empleo pronto. “Ahora mis pretensiones son seguir trabajando, buscar experienciaen estructuras metálicas y soldar, y especializarme en algo, tengo muchas ideas, pero tengo que buscar la indicada.También quiero retomar mis estudios”, comenta.
“Quiero dar un aporte a la casa”
Desde primero medio que Naara Rivas (19) quería estudiar Derecho. Ese anhelo por fin pudo iniciarlo el 2020, cuando entró a la Universidad Miguel de Cervantes, pero el estrés que le produjo la pandemia y las clases online, sumado a que su padre ya no pudo financiar más sus estudios debido a que perdió su trabajo en una empresa constructora durante los primeros meses de la crisis sanitaria, la obligaron a cambiar sus planes y a congelar su carrera durante el primer semestre del año pasado. Desde hace dos meses se encuentra buscando trabajo en un mercado laboral que no le ha dado posibilidades.
Naara vive junto a su madre, su padrastro y sus dos hermanos mayores y comenta que las principales fuentes de ingreso de su hogar, una pyme llamada El Forn de la Tieta Cariño, que maneja hace cinco años junto a su madre, donde se dedican a la pastelería y repostería, y el trabajo de su padrastro en una construcción, se vieron afectados por la pandemia. “A nosotros nos dio el Covid como hace dos meses, por ende tuvimos que pausar toda la pastelería y no pudimos trabajar por ese período de tiempo. Poco a poco hemos ido retomando, pero ha estado mal la cosa por el hecho de que la gente es desconfiada con todo esto y no viene tanto a comprar como antes. Nosotros ya pasamos la cuarentena y todo, pero la gente queda con el miedo”, comenta Naara.
Estos percances han hecho que el ingreso que tienen sea insuficiente para mantener a su familia y a sus cuatro perros, dice, por lo que la necesidad económica es su principal motivación para buscar empleo actualmente. “Quiero dar un aporte a la casa. Yo me especializo en el ámbito de pastelerías y panaderías, porque mi madre estudió eso y me enseñó, peroha sido tedioso porque he mandado currículums a reposterías, casas de venta de insumos y todo, y yo creo que por cuestiones de pandemia no he recibido respuesta alguna. Así que, en este instante lo que me importa es encontrar trabajo, realmente no me importa qué trabajo sea, o sea, en cierto punto sí importa, pero cualquier trabajo me vendría bien por el hecho de poder ayudar económicamente a mi familia”, comenta Naara.
La familia de Naara, cuenta ella, está dentro del 40% más vulnerable, y no han recibido ayudas estatales. “El 10% solamente se lo dieron a mi hermano, y a mi mamá no le dieron el bono por hijo. No nos han dado explicación realmente, mi madre llama y todo, y siempre la tienen en espera”, dice.
“En este instante lo que me importa es encontrar trabajo, realmente no me importa qué trabajo sea, o sea, en cierto punto sí importa, pero cualquier trabajo me vendría bien por el hecho de poder ayudar económicamente a mi familia”, comenta Naara.
Pese a que los temas laborales la obligaron a dejar su carrera, Naara aún mantiene dentro de sus planes cumplir su anhelo de estudiar derecho. “El año que viene tengo pensado retomar la carrera, tengo que postular al FUAS y volver a dar la PSU. Porque ya la gratuidad la perdí por no haberla ocupado, y la PSU la tengo que volver a dar porque cuando la fui a dar se tomaron mi sede, por ende, los puntajes fueron cambiados. Me gustaría demasiado poder ejercer mi carrera y sacar todos los conocimientos que pueda tener”, finaliza.
“Te pagan súper poco donde tienes que hacer mil funciones”
“He buscado por internet y está súper, súper complicado encontrar trabajo, te pagan súper poco donde tienes que hacer mil funciones por 240 lucas, lo cual lo encuentro paupérrimo”, comenta con indignación Carolina Aspée (19), antes de aclarar que en su búsqueda insatisfactoria ha encontrado ofrecimientos de todo tipo: “Por Facebook me ofrecieron trabajos desde ser escort y presentadora hot, hasta otros trabajos por comisión, sin fines legales, entonces encontré que era ahí nomás”.
Hasta este año Carolina cursaba la carrera de Educación Diferencial en la Universidad Diego Portales, pero las dudas vocacionales y el estrés que le provocaban las clases online, sumado a un diagnóstico base de trastorno de ansiedad, comenzaron a afectarle física y psicológicamente, lo que hizo que renunciara a sus estudios y se dedicara, a tiempo completo, a su emprendimiento —una página de Instagram llamada @metaldogworkshop por donde vende accesorios artesanales de vidrio y madera— desde su casa en Recoleta, y a buscar trabajo por internet. Carolina confiesa que, pese a que la pandemia ha afectado la principal fuente de ingresos de su hogar —el taller de carpintería de su padre— sus motivaciones para encontrar trabajo son para tener más independencia económica.
“He buscado por internet y está súper, súper complicado encontrar trabajo, te pagan súper poco donde tienes que hacer mil funciones por 240 lucas, lo cual lo encuentro paupérrimo”, comenta con indignación Carolina Aspée (19).
“La verdad, quiero encontrar un trabajo cualquiera, ojalá part time, porque quiero dedicarme a estudiar otras cosas también y eso requiere tiempo, entonces no puedo estar de 8 de la mañana a las 9 de la noche en una empresa que me queda al fin del mundo”, comenta Carolina sobre sus prioridades, ya que tiene como meta principal aprender a tatuar y dedicarse a eso en el futuro, y ahorrar para comprarse un computador.
Pese a las dificultades que ha tenido para encontrar trabajo, Carolina confía en encontrar un empleo que se ajuste a sus preferencias, que ha formado por malas experiencias en trabajos informales que ha tenido en el pasado: “ Ojalá en un buen ambiente laboral donde las personas se tomen el tiempo para enseñarte para que uno pueda desempeñar bien sus funciones, porque en la mayoría de las pegas la gente que ya está ahí hace tiempo no se da el tiempo de enseñarte con calma lo que se pide, te capacitan de manera muy rápida, como si todo fuera producir rápido. Que tenga buen horario, también, y una buena paga, porque me di cuenta de que en muchas ofertas laborales decían ‘ven, necesitamos personal, pero te pagamos por comisión’, y no quiero eso, porque al final uno trabaja más y quizás ni te vayan a pagar, entonces yo creo que tiene que haber un sueldo base y un c ontrato que se rija por las leyes que impone el Estado”.
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☞ El artículo completo original de Felipe González lo puedes ver aquí
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