Hace más de cuarenta años, se descubrió que el cáncer surge por la acumulación de mutaciones genéticas permanentes dentro de células normales. Estos cambios hacen que las células proliferen sin control o que sobrevivan de forma egoísta cuando su presencia es nociva para el organismo al que deberían servir. Durante décadas, esa idea ha hecho que una parte importante de la lucha contra el cáncer consista en buscar los genes alterados que causan tumores con más frecuencia; para diagnosticar con precisión el tipo de cáncer de cada paciente o diseñar fármacos que bloqueen la actividad de esos genes dañ ;inos.
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