7 de mayo de 2025

China planea traer muestras de las nubes de Venus: una odisea espacial sin precedentes


El objetivo: traer nubes a la Tierra

Venus no es precisamente un destino acogedor. Con temperaturas superficiales capaces de derretir plomo, presión atmosférica que aplasta como una prensa hidráulica y nubes compuestas de ácido sulfúrico, cualquier misión hacia su atmósfera plantea desafíos extremos. Aun así, los científicos chinos quieren hacer lo impensable: tomar una muestra de esas nubes corrosivas y traerla a nuestro planeta para estudiarla.

Este esfuerzo recuerda al envío de una botella al mar, solo que aquí el mar es una sopa química venenosa a 50 kilómetros de altura, y la botella debe sobrevivir al viaje de ida y vuelta por el sistema solar.


¿Por qué estudiar las nubes de Venus?

Uno de los detonantes clave de este proyecto es un controvertido estudio publicado en 2020, donde se detectó fosfina en la atmósfera de Venus. Este gas podría tener un origen biológico, lo que provocó un renovado interés global por investigar el planeta. Aunque aún no se ha confirmado si esta fosfina tiene una procedencia biológica o geológica, la pregunta sigue abierta: ¿podría haber vida en las nubes de Venus?

Venus tiene capas atmosféricas que, aunque extremas, no son totalmente incompatibles con algunas formas hipotéticas de vida. Algunas biomoléculas han demostrado estabilidad en condiciones ácidas similares en experimentos de laboratorio, lo que alimenta la esperanza de descubrimientos sorprendentes.


Cómo se planea lograr lo imposible

China aún no ha publicado todos los detalles, pero sí se ha compartido una presentación con los primeros conceptos de misión. El diseño preliminar incluye un vehículo atmosférico con alas, lo que sugiere una estrategia distinta a la de otros proyectos como el propuesto por el MIT, que usaba un globo revestido de teflón resistente al ácido para flotar entre las nubes.

Este vehículo chino se encargaría de:

  1. Recolectar muestras directamente en las nubes.
  2. Realizar análisis in situ con instrumentación científica.
  3. Transferir la muestra a un cohete que la pondrá en órbita.
  4. Coordinar un encuentro con un orbitador que regresará la muestra a la Tierra.

En teoría, parece simple. Pero cada uno de estos pasos involucra desafíos técnicos gigantescos.


Los desafíos técnicos: una carrera de obstáculos espaciales

1. Navegación sin GPS: Venus no tiene satélites ni un sistema de navegación. Además, sus nubes impiden la visibilidad del suelo y las estrellas, elementos esenciales para la orientación tradicional. Esto complica tanto la toma de muestras como el lanzamiento de retorno.

2. Corrosión química: El ácido sulfúrico puede destruir metales y plásticos convencionales. Se requieren materiales altamente resistentes como el teflón o recubrimientos cerámicos para proteger tanto el sistema de recogida como la electrónica embarcada.

3. Lanzamiento desde un entorno inestable: Las condiciones locales en las nubes pueden variar mucho y rápidamente. Lanzar un cohete desde un entorno así, sin conocer bien la meteorología venusiana, añade un grado extra de incertidumbre.

4. Autonomía total: La misión deberá ser altamente autónoma, ya que no se puede controlar en tiempo real desde la Tierra debido a la distancia. Esto obliga a sistemas inteligentes capaces de tomar decisiones sin intervención humana.


Lecciones del pasado para conquistar Venus

China ya ha demostrado su capacidad con misiones exitosas como Chang’e-5 y Chang’e-6, que trajeron muestras de la Luna, y prepara Tianwen-2 y Tianwen-3, misiones para recolectar material de un asteroide y de Marte, respectivamente. Estas experiencias servirán como base tecnológica para diseñar el retorno atmosférico desde Venus.

Por ejemplo, el cohete de ascenso desde Venus podría ser similar al que se está diseñando para la misión de retorno de Marte, con propulsión sólida de dos etapas y capacidad de acoplamiento con un orbitador. Se estima que un diseño viable requeriría un vehículo de unas 22 toneladas para retornar tan solo 10 gramos de muestra atmosférica.


¿Qué se puede aprender con solo 10 gramos?

Aunque parezca insignificante, una cucharadita de nube venusiana puede contener pistas sobre la evolución planetaria, procesos químicos complejos e incluso posibles trazas de vida. Es como obtener una cápsula del tiempo de un mundo completamente distinto al nuestro.

Analizar estas partículas en laboratorios terrestres con técnicas avanzadas, como espectrometría de masas y secuenciación molecular, abriría una ventana única a la química orgánica en ambientes extremos, ayudando a afinar nuestros modelos sobre el origen de la vida, no solo en la Tierra, sino también en otros planetas.


Más que una misión espacial: una aventura humana

Este proyecto es también una declaración de intenciones sobre el liderazgo espacial emergente de China, dispuesta a asumir riesgos en territorios que otras agencias, como la NASA o la ESA, han considerado hasta ahora demasiado inciertos.

Pero más allá de la geopolítica, este tipo de iniciativas amplían el alcance de nuestra imaginación y nuestro entendimiento. Nos obligan a repensar lo que entendemos por habitabilidad, y nos recuerdan que incluso los entornos más extremos podrían esconder secretos fundamentales para comprender nuestro lugar en el universo.




☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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