El corazón del conflicto
La acusación es clara: con tan solo escribir «Darth Vader en una escena de acción» o «screencap de Elsa», Midjourney puede generar imágenes que parecen extraídas directamente de una película de Disney o Universal. Los ejemplos presentados en la demanda son difíciles de distinguir de los originales, incluso para un ojo experto.
Esto, alegan las productoras, constituye una violación directa de los derechos de autor. Midjourney, como otros modelos de IA, fue entrenado con millones de imágenes obtenidas de internet sin verificar su procedencia ni licencias de uso. Para los estudios, esta práctica es inaceptable: “una fosa sin fondo de plagio”, según los términos de la demanda.
¿Por qué este caso es diferente?
Ya ha habido otras demandas similares, como la de The New York Times contra OpenAI, pero esta es la primera vez que estudios de cine con el músculo financiero de Disney y Universal van directamente contra una empresa de IA. Y eso cambia el panorama. Porque no solo tienen abogados, sino también experiencia en proteger agresivamente su propiedad intelectual.
También resulta paradójico que ambos estudios están adoptando la IA generativa internamente para optimizar procesos creativos y productivos. Disney, por ejemplo, ya usa IA para agilizar tareas en animación y efectos especiales. Eso sí, siempre protegiendo lo que consideran suyo.
Una larga historia de defensa del copyright
La demanda no sorprende si se considera la historia legal de Disney en defensa de su propiedad intelectual. Desde que perdió los derechos de Oswald the Lucky Rabbit en los años 20, la empresa ha impulsado leyes que han extendido la duración de los derechos de autor hasta 95 años, en lo que muchos llaman la “Ley Mickey Mouse”. Incluso ha llegado a amenazar guarderías por pintar murales con sus personajes.
Pero también hay un ángulo irónico: muchas de las obras emblemáticas de Disney provienen del dominio público. Frozen se inspira en «La Reina de las Nieves» de Andersen; Blancanieves, La Bella Durmiente y muchas otras vienen de los Hermanos Grimm, Perrault o Carroll. Disney ha tomado estas historias libres y las ha transformado en propiedad privada, algo que ahora empresas como Midjourney quieren replicar, pero a escala digital y automática.
¿Fair use o uso indebido?
El CEO de Midjourney, David Holz, admite que su sistema se entrenó con una “gran recopilación de imágenes de internet”. Reconoce que no hay forma de verificar la titularidad de cada imagen. Según su visión, debería existir un sistema global de metadatos o un registro de imágenes, pero como eso no existe, el uso masivo de imágenes es, según él, inevitable.
Empresas como OpenAI argumentan que usar material protegido con fines de entrenamiento entra dentro del «uso justo» (fair use). Pero esa postura está lejos de ser un consenso legal. De hecho, el informe más reciente de la Oficina de Copyright de EE.UU. aclara que, si bien algunos usos transformativos pueden considerarse legítimos, la extracción masiva de datos con fines comerciales no califica automáticamente como fair use.
¿Qué buscan Disney y Universal?
Más allá de los 150.000 dólares por cada obra infringida que reclaman, los estudios quieren algo más estratégico: detener el desarrollo de la generación de imágenes y videos de Midjourney que infrinja sus derechos.
Esto podría frenar no solo a Midjourney, sino a toda la industria de IA que se apoya en datos sin licencia. El precedente legal que siente esta demanda será clave para definir los límites de la creatividad generada por IA.
¿Y el gobierno estadounidense?
El escenario legal también está condicionado por la política. El llamado AI Action Plan de Donald Trump incluye propuestas que preocupan a los defensores de los derechos de autor. Por ejemplo, busca impedir que estados o ciudades regulen modelos de IA durante una década, y ya ha sustituido a la jefa de la Oficina de Copyright por una persona sin experiencia en propiedad intelectual.
Esto indica una posible inclinación a favor de las tecnológicas, lo cual podría facilitar el uso de contenido sin autorización. Para autores y creadores, la perspectiva de competir contra sus propias obras, reaprovechadas por algoritmos, es una amenaza real.
Un juicio con consecuencias globales
Aunque pueda parecer una disputa de Hollywood, este juicio podría sentar las bases legales del futuro creativo digital. Si se da la razón a los estudios, las empresas de IA deberán replantear sus métodos de entrenamiento y buscar acuerdos de licencia. Si gana Midjourney, se abrirá la puerta a una nueva era de generación libre de contenido, aunque con grandes riesgos para los creadores originales.
Para quienes trabajan con contenido visual, literario o musical, esta batalla legal no es anecdótica. Es una señal clara de que el terreno está cambiando, y todos —desde artistas hasta desarrolladores— deben prepararse para lo que viene.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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