¿Qué es el campo magnético terrestre y por qué importa?
Imagina que la Tierra es como una gigantesca esfera metálica que gira. Su núcleo externo, compuesto principalmente por hierro fundido en movimiento, genera una especie de escudo invisible: el campo magnético terrestre. Este campo actúa como un protector solar natural, desviando las partículas cargadas del viento solar que podrían erosionar nuestra atmósfera.
Pero no es estático. Con el paso del tiempo, su intensidad ha variado y hasta ha cambiado de polaridad en múltiples ocasiones. Esas variaciones podrían estar relacionadas con cambios en la composición de la atmósfera terrestre, en especial con los niveles de oxígeno.
El hallazgo de la NASA: una correlación inesperada
Un equipo del Centro Espacial Goddard de la NASA encontró una coincidencia entre los cambios en la intensidad del campo magnético y las fluctuaciones en los niveles de oxígeno que datan de hace más de 540 millones de años, durante el periodo Cámbrico. Este periodo es famoso porque marcó la llamada «explosión cámbrica», cuando aparecieron muchos de los grupos de animales complejos actuales.
Los científicos analizaron registros magnéticos en rocas antiguas. Cuando los minerales fundidos emergen desde el interior terrestre y se enfrían, pueden conservar la orientación y fuerza del campo magnético del momento. A su vez, estudiaron el contenido químico de esas mismas rocas para estimar cuánto oxígeno había en la atmósfera cuando se formaron.
Al superponer ambos conjuntos de datos, vieron un patrón: cuando el campo magnético se fortalecía, los niveles de oxígeno también aumentaban, y viceversa. Esta relación sugiere una conexión más profunda entre lo que ocurre en el núcleo de la Tierra y las condiciones necesarias para la vida.
¿Por qué es importante esta relación?
Para entender la relevancia, pensemos en el campo magnético como una sombrilla en la playa. Sin ella, la atmósfera estaría expuesta constantemente a la radiación solar intensa, lo que podría haber dificultado la acumulación de oxígeno y, por tanto, el desarrollo de vida compleja.
Según los investigadores, si el campo magnético disminuía, la atmósfera podía erosionarse más rápidamente, afectando negativamente los niveles de oxígeno. En cambio, cuando el campo era más fuerte, la atmósfera estaba mejor protegida, lo que permitía un ambiente más favorable para el surgimiento de vida.
¿Cómo se obtuvieron los datos?
Los científicos utilizaron una técnica conocida como paleomagnetismo, que permite detectar la dirección e intensidad del campo magnético terrestre registrado en rocas de diferentes edades. Paralelamente, aplicaron análisis geoquímicos para determinar la presencia de oxígeno a partir de elementos como el hierro y el azufre.
Este cruce de información no solo permitió reconstruir el comportamiento del campo magnético a lo largo de cientos de millones de años, sino también compararlo con los niveles de oxígeno atmosférico en esos mismos periodos.
Lo que falta por descubrir
Aunque los datos muestran una correlación clara, los investigadores enfatizan que aún no se puede afirmar con certeza que haya una causalidad directa. En otras palabras, no se sabe con precisión si los cambios en el campo magnético provocaron los cambios en el oxígeno o si ambos responden a otro fenómeno común aún no identificado.
Por eso, el próximo paso será extender el análisis a registros más antiguos. ¿Se mantiene esta relación más allá del Cámbrico? ¿Podría el campo magnético haber influido en la aparición de la fotosíntesis u otros procesos clave en la historia de la vida?
Responder estas preguntas ayudará a comprender mejor cómo los procesos geológicos profundos pueden haber influido en la biología superficial, e incluso orientar la búsqueda de vida en otros planetas.
¿Qué implica esto para la ciencia del clima y la astrobiología?
Este descubrimiento puede tener ramificaciones interesantes en campos como la astrobiología y el estudio del clima planetario. Si un campo magnético fuerte es esencial para conservar una atmósfera rica en oxígeno, entonces la presencia (o ausencia) de un campo magnético en exoplanetas podría ser un factor clave al evaluar su habitabilidad.
Y más cerca de casa, entender mejor la relación entre procesos internos y condiciones atmosféricas podría ayudarnos a modelar con más precisión los cambios climáticos a largo plazo.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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