Durante años, los astrónomos han escudriñado el cielo buscando las huellas más antiguas del universo. Estrellas, galaxias, cúmulos… todo lo que pudiera dar una pista sobre los primeros compases del cosmos tras el Big Bang. Pero en ese rastreo, han aparecido de vez en cuando ciertos objetos que parecen plantear un enigma inquietante: su edad estimada excede la edad del universo. ¿Cómo puede ser que algo sea más antiguo que el universo mismo? ¿Se ha descubierto alguna vez un objeto verdaderamente anacrónico? ¿O estamos ante errores de cálculo disfrazados de paradoja?
Pero no hace falta invocar universos paralelos para resolver la paradoja. Ese margen de error lo explica todo. La estimación no quiere decir que sea exactamente más antigua, sino que su edad probable está en un rango que se solapa con la del universo. De hecho, estudios más recientes (por ejemplo, usando datos del satélite Gaia para medir distancias con mayor precisión) han rebajado su edad a unos 13.2 mil millones de años. Sigue siendo una anciana estelar, pero ya no desafía las leyes de la física.
El caso de HD 140283 no es único. A medida que los telescopios mejoran, especialmente con la llegada del James Webb, estamos viendo galaxias que existían apenas 300 millones de años después del Big Bang. Algunas de estas galaxias parecen estar tan formadas, tan estructuradas, y ser tan brillantes, que cuesta creer que hayan tenido tiempo suficiente para desarrollarse en tan poco tiempo. No es que sean más antiguas que el universo, pero su nivel de evolución es, como poco, sospechoso. ¿Se nos escapa algo? Tal vez nuestros modelos de formación galáctica son demasiado conservadores. O tal vez el universo temprano era más eficiente y turbulento de lo que imaginamos.
También han surgido teorías más especulativas. Algunos físicos teóricos han coqueteado con la idea de que podría haber objetos formados antes del Big Bang, si es que existió una fase previa: universos anteriores, ciclos de rebote, o incluso materia primigenia que sobreviviera a una contracción. Pero estas ideas son más metafísica que ciencia observacional. Y no hay, de momento, ningún objeto que requiera esa explicación.
Entonces, ¿existen objetos más antiguos que el universo? La respuesta, por ahora, es no. Pero eso no impide que sigan apareciendo datos que rozan esa línea. Y si algo nos enseña la ciencia es que las grandes revoluciones no siempre empiezan con certezas, sino con dudas pequeñas que se niegan a desaparecer. Quizá algún día uno de esos objetos tercos resulte no ser un error de medida, sino una grieta real en nuestro modelo del cosmos.
Hasta entonces, los objetos «más antiguos que el universo» seguirán siendo fantasmas matemáticos. Misterios aparatosos que nos recuerdan, con elegancia, lo poco que sabemos de todo esto.
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