10 de julio de 2025

Por qué bostezamos cuando otros lo hacen: lo que revela la neurociencia sobre este curioso contagio

El cerebro en acción: qué ocurre cuando bostezamos

Aunque parezca un gesto simple, el bostezo implica la participación de distintas áreas del cerebro. La más importante es la corteza motora primaria, ubicada en el lóbulo frontal, que se activa de forma automática cuando se produce un bostezo, ya sea espontáneo o inducido. Esta región trabaja junto con otras áreas premotoras para coordinar el movimiento que acompaña al bostezo: abrir la boca, inhalar profundamente y estirarse.

Investigadores de la Universidad de Nottingham descubrieron que la excitación cortical juega un papel clave en cuán fácilmente nos contagiamos del bostezo de otro. Cuanto más tratamos de resistirlo, más ganas sentimos de hacerlo, lo que indica que se trata de un reflejo muy difícil de inhibir.

El papel de los neurotransmisores

El bostezo no es solo una cuestión de reflejos motores. Hay una red de sustancias químicas cerebrales que interviene en el proceso. En el centro de esta red se encuentra el núcleo paraventricular del hipotálamo, que actúa como una especie de torre de control.

Ahí se coordinan varias señales:

  • Dopamina, que estimula la producción de oxitocina
  • Oxitocina, que influye en otras áreas cerebrales como el hipocampo y la formación reticular
  • Acetilcolina, que activa los músculos implicados en el bostezo
  • Serotonina, hipocretina y otros neuropéptidos que regulan y amplifican la señal

Este coctel bioquímico demuestra que el bostezo es parte de un proceso mucho más profundo que simplemente abrir la boca.

Neuronas espejo: el espejo social del cerebro

Uno de los grandes hallazgos que explican el bostezo contagioso es la existencia de las neuronas espejo. Estas células nerviosas se activan tanto cuando hacemos algo como cuando vemos a otra persona hacerlo. Se encuentran en varias zonas: el área premotora, el giro frontal, el lóbulo parietal y el surco temporal.

Cuando vemos a alguien bostezar, nuestro cerebro simula internamente ese gesto como si lo estuviéramos realizando nosotros. Es como cuando vemos a alguien rascarse y sentimos comezón: el cerebro empatiza a nivel motor y sensorial.

Bostezar como acto empático

Una de las teorías más respaldadas vincula el bostezo contagioso con la empatía. Hay una relación directa entre la capacidad de comprender las emociones de otros y la propensión a imitar su bostezo.

Estudios demuestran que:

  • El bostezo es más contagioso entre personas con vínculos cercanos, como familiares o amigos
  • Es menos común en niños menores de cuatro años, ya que sus estructuras cerebrales empáticas aún están en desarrollo
  • Niños con trastornos del espectro autista suelen presentar menor propensión al contagio, lo que refuerza la relación con la empatía

El bostezo como ecofenómeno

El bostezo también puede entenderse como un ecofenómeno, es decir, una acción que imitamos de forma automática, como ocurre con la ecolalia (repetir palabras) o la ecopraxia (imitar movimientos).

Este tipo de imitaciones no es exclusivo del ser humano. Animales como chimpancés o perros también han mostrado signos de bostezo contagioso, lo que sugiere que podría tratarse de un mecanismo evolutivo para fortalecer lazos sociales dentro del grupo.

Qué regiones cerebrales se activan

Gracias a la neuroimagen, se sabe que durante el bostezo contagioso se encienden zonas asociadas con la empatía y la conciencia de uno mismo, como la corteza cingulada posterior y el precúneo. Estas áreas están relacionadas con la capacidad de ponerse en el lugar del otro, un componente fundamental de la convivencia social.

Más allá del bostezo: aplicaciones clínicas

Entender cómo funciona el bostezo puede parecer trivial, pero tiene implicaciones importantes en el ámbito de la salud. Algunos trastornos neurológicos, como la epilepsia, el síndrome de Tourette, el autismo y la demencia, presentan alteraciones en la forma en que se produce el bostezo o su contagio.

La clave está en la excitabilidad cortical, que está relacionada con los reflejos automáticos y la inhibición fisiológica. Si logramos modular esta actividad mediante herramientas como la estimulación magnética transcraneal (TMS), podríamos intervenir sobre los desequilibrios cerebrales responsables de ciertos síntomas.

Por qué no todos se contagian igual

Aunque todos hemos bostezado alguna vez al ver a alguien hacerlo, no todos reaccionamos con la misma facilidad. Las diferencias individuales son notables, y están influenciadas por factores como:

  • El nivel de cansancio
  • El vínculo emocional con la persona que bosteza
  • El contexto social en el que ocurre

Además, como ya mencionamos, se trata de un fenómeno que se desarrolla con la edad, a medida que maduran ciertas estructuras cerebrales ligadas a la empatía.

Teorías sobre la función del bostezo

Más allá del contagio, los científicos siguen intentando responder a una pregunta clave: ¿para qué sirve el bostezo?

Termorregulación del cerebro

Una de las teorías más aceptadas es que el bostezo ayuda a enfriar el cerebro. Al estirar la mandíbula e inhalar profundamente, se produce un mayor flujo de sangre y aire que ayuda a reducir la temperatura cerebral. Esto explicó por qué bostezamos más cuando el ambiente está más frío que nuestro cuerpo.

Sincronización social

Otra explicación tiene que ver con la comunicación no verbal. Bostezar en grupo podría ser una forma de sincronizar energéticamente al grupo, asegurando que todos estén atentos o listos para descansar. Es como una señal silenciosa que dice: “es hora de cambiar el ritmo”.

Un gesto común con muchas capas

El bostezo contagioso es un ejemplo perfecto de cómo algo cotidiano puede revelar aspectos profundos de nuestra biología y nuestras relaciones sociales. Lejos de ser un simple gesto, involucra circuitos cerebrales sofisticados, químicos complejos y emociones profundas.

Comprenderlo no solo nos ayuda a conocer mejor nuestro propio cerebro, sino que también podría abrir la puerta a nuevas formas de tratar enfermedades neurológicas, mejorar la comprensión empática y explorar la sincronía que nos une como seres humanos.




☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

No hay comentarios.:

Publicar un comentario