3 de agosto de 2025

¿Milagro o manualidades medievales? Un nuevo estudio pone en duda la Sábana Santa

Durante siglos, la Sábana Santa de Turín ha sido venerada por millones como la mortaja que envolvió el cuerpo de Jesús tras su crucifixión. En ella se distingue la figura difusa de un hombre con marcas que recuerdan a las de la crucifixión, y su misterio ha alimentado tanto la fe como la controversia. Pero cada cierto tiempo, la ciencia vuelve al ruedo con una nueva estocada. Esta vez, le ha tocado el turno al diseñador y modelador 3D brasileño Cícero Moraes, que ha publicado un estudio en la revista Archaeometry que da un paso firme hacia una explicación no milagrosa de la imagen: según su análisis, la Sábana no habría envuelto un cuerpo humano, sino un bajo relieve. Es decir, una escultura.

El planteamiento parte de una premisa sencilla pero implacable: cuando un lienzo flexible se coloca sobre un objeto tridimensional como un rostro humano, la imagen que resulta impresa presenta distorsiones inevitables. La nariz se aplasta, los contornos se expanden, los ángulos se deforman.

En cambio, si el lienzo se posa sobre un bajo relieve, es decir, una superficie en la que la figura humana está esculpida de forma muy poco profunda, como si fuera un dibujo en 3D que apenas sobresale del fondo, similar a las imágenes grabadas en una moneda, las proporciones se mantienen.

Esto es precisamente lo que hizo Moraes: comparó mediante simulaciones digitales qué tipo de objeto podría haber producido una imagen como la de la Sábana. Los resultados fueron inequívocos. El lienzo se ajusta con sorprendente precisión al contorno de un bajo relieve. No ocurre lo mismo con un cuerpo humano real.

A) Textura de contacto en el modelo tridimensional sobre la imagen de la Sábana. B) Textura de la Sábana Santa de Turín. C) Textura del modelo en bajo relieve sobre la imagen de la Sábana.

Además, el autor muestra que en el caso del bajo relieve, la superficie de contacto es más amplia y detallada, permitiendo una imagen más coherente. Las zonas impresas se corresponden mejor con la silueta de la figura observada en la Sábana. Incluso el problema conocido del brazo izquierdo —ligeramente desplazado en la imagen original— se puede explicar mejor desde una perspectiva artística o técnica, que desde una impresión física directa.

El artículo también sitúa la hipótesis en el contexto artístico de la Edad Media. Desde el siglo XIII ya existía un arte funerario europeo que incluía efigies esculpidas de figuras humanas en tumbas, a menudo con las manos cruzadas sobre el regazo y proporciones realistas. Incluso se mencionan ejemplos de obras de arte medieval que presentan figuras en posturas casi idénticas a las del hombre de la Sábana. Todo ello sugiere que no sólo existían los medios técnicos, sino también las referencias iconográficas necesarias para crear una obra así.

Por si fuera poco, el autor recuerda que el propio obispo de Troyes afirmó en una carta de 1389 que la imagen fue hecha por un artista y presentada como representación, no como reliquia auténtica. Y que la datación por carbono-14 de 1989, realizada por tres laboratorios independientes, situó el origen del lino entre 1260 y 1390. Aunque estudios posteriores han debatido la validez de esa muestra, ninguna evidencia ha logrado refutar con contundencia ese intervalo cronológico.

Por supuesto, esto no va a convencer a los creyentes. Como siempre sucede con las reliquias sagradas, la fe y la ciencia no comparten mesa. Pero el trabajo de Moraes no pretende derribar creencias. Pretende, simplemente, mostrar que hay una explicación física, lógica y coherente para lo que vemos en la Sábana. Y lo hace con las herramientas del siglo XXI, frente a un objeto medieval que ha sobrevivido gracias al poder de la imagen. ¿No es paradójico? Quizás el verdadero milagro es que, aún hoy, la razón siga esforzándose en desenredar los hilos de un lienzo que lleva siglos cosido al corazón de la leyenda.



☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí

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