Siendo estudiante, Susumu Kitagawa leyó un libro que hablaba de un viejo filósofo chino, Zhuangzi, que defendía que debemos cuestionar todo aquello que creemos inútil. Incluso si no aporta un beneficio inmediato (o no podemos verlo), eso no significa que no sea valioso.
Kitagawa pudo consagrarse a esa idea en cualquier campo de la actividad humana. Pero, como el libro era del físico (y nobel) japonés Hideki Yudaka, decidió dedicarse a la ciencia básica. Lo más inútil entre lo inútil.
¿Qué sentido tiene seguir trabajando en algo así?
En el 92, cuando presentó su primera construcción molecular, la verdad es que su trabajo hacía honor a esa inutilidad: "un material bidimensional con cavidades donde se podían ocultar las moléculas de acetona". Lo curioso, no obstante, es que "utilizó iones de cobre unidos entre sí por moléculas más grandes" como piezas de un rompecabezas.
Lo curioso para nosotros ahora, claro. En la primera mitad de los años 90, nadie le hizo el más mínimo caso. Kitagawa quería seguir trabajando con este tipo de materiales, pero la respuesta (una y otra vez) fue siempre la misma: No. En los años siguientes, todas y cada una de las ayudas que pidió le fueron denegadas.
Él, claro, no se rindió. Ni siquiera cuando en el 97 creó un material estable (capaz de absorber y liberar metano, nitrógeno y oxígeno sin cambiar de forma) la suerte le sonrió: nadie vio su atractivo. No es que estuvieran mal, pero ya había cosas mejores. ¿Qué sentido tenía seguir trabajando en algo así?
El deseo de no necesitar 'suerte'

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La noticia El premio Nobel más inútil de la historia: la historia de un enfoque tan inservible que pasó años siendo el hazmerreír de la química fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
☞ El artículo completo original de Javier Jiménez lo puedes ver aquí
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