El equipo de investigación, liderado por el estudiante de doctorado Cory Hughes, analizó formaciones rocosas fluviales terrestres y las comparó con estructuras similares observadas en Marte. Su enfoque combinó estudios de campo en Arkansas y datos satelitales del planeta rojo. La idea central era detectar señales del fenómeno geológico conocido como «zona de retaguardia» o backwater zone, una región donde el río pierde velocidad al acercarse a un cuerpo de agua mayor.
Qué es una zona de retaguardia y por qué es importante
Imaginemos un río fluyendo libremente, sin represas ni canales artificiales. Este río serpentea, transportando arena, limo y fragmentos de roca. A medida que se acerca al mar, su corriente pierde fuerza y los sedimentos se van depositando, formando deltas. En ese tramo final, donde el empuje del agua ya no puede arrastrar tanto material, el cauce se estrecha y se produce una transición en el comportamiento del río. Ese segmento es la zona de retaguardia.
En la Tierra, un ejemplo claro es el del Misisipi: su zona de retaguardia comienza 370 kilómetros tierra adentro, cerca de Baton Rouge, mucho antes de llegar al Golfo de México. Detectar este tipo de estructura en Marte implica que los ríos allí también se enfrentaban a un cuerpo de agua amplio, con una dinámica semejante a la de un océano.
La clave del hallazgo está en la escala. Estas zonas no son pequeñas ni superficiales: se extienden por cientos de kilómetros y requieren un entorno muy específico para formarse. Detectarlas desde el espacio no solo sugiere la existencia de ríos importantes, sino que confirma que estos fluían hacia una gran masa de agua, probablemente un océano en el hemisferio norte marciano.
Cómo se estudia un río que desapareció hace miles de millones de años
Cuando un río deja de fluir, su cauce no siempre desaparece. Lo que ocurre es que, con el tiempo, los sedimentos que transportaba se van asentando. Los más pesados, como la arena gruesa o las gravas, se acumulan en el fondo. Luego, estos materiales se compactan y se convierten en roca, como la arenisca. Si en el futuro la erosión elimina los depósitos más blandos a su alrededor, esa antigua base del río queda expuesta como una cresta o cordillera.
Este fenómeno se llama inversión topográfica. Es como si la cicatriz de un antiguo río emergiera en el paisaje, pero al revés: en vez de un valle, se ve una elevación. En Marte, donde no hay tectónica de placas como en la Tierra, estas estructuras se conservan mejor, y los vientos marcianos se encargan de exponerlas aún más.
Cory Hughes y su equipo identificaron múltiples ejemplos de estas crestas invertidas en Marte. Pero lo que marcó un punto de inflexión fue descubrir formaciones similares en el noroeste de Arkansas, en el llamado Sandstone de Wedington. Estas formaciones terrestres, con una antigüedad de 300 millones de años, eran restos de un sistema fluvial que desembocaba en un antiguo mar ubicado en lo que hoy es Arkansas central.
Un delta fluvial fosilizado en la Tierra y su conexión con Marte
Este descubrimiento en Arkansas no fue planeado. Hughes llegó a la Universidad de Arkansas con el objetivo de estudiar Marte, sin saber que, en los acantilados cercanos, tenía un modelo perfecto para comparar. Acompañado por el profesor John Shaw, experto en deltas fluviales, exploraron los cortes geológicos del Sandstone y encontraron un delta invertido, algo que no se había documentado en ningún otro lugar del planeta.
La conexión entre los dos mundos es directa: lo que vemos en Arkansas es un sistema deltaico que funcionaba en condiciones similares a las que se sospechan en Marte. La comparación entre ambos escenarios permitió al equipo identificar patrones comunes, desde la forma de los meandros hasta la disposición de los sedimentos.
La investigación, publicada en Geophysical Research Letters, no solo apoya la idea de un antiguo océano en Marte, sino que demuestra cómo el estudio de los paisajes terrestres puede ayudar a descifrar el pasado geológico de otros planetas. En este caso, lo que se aprendió del Misisipi y del Sandstone de Wedington se aplicó directamente al análisis de imágenes orbitales de Marte.
Implicaciones para la búsqueda de vida
La pregunta sobre si alguna vez existió vida en Marte sigue siendo una de las grandes incógnitas de la ciencia moderna. Y aunque esta investigación no ofrece pruebas directas de vida, sí añade una pieza importante al rompecabezas: la presencia de agua líquida en grandes cantidades. En nuestro planeta, el agua es una condición indispensable para la vida. A mayor cantidad de agua, mayor probabilidad de que haya existido algún tipo de organismo, aunque sea microscópico.
Si Marte tuvo océanos, incluso durante un periodo relativamente corto, habría tenido las condiciones necesarias para desarrollar formas de vida simples. Y ahora, con estos nuevos indicios geológicos, los científicos pueden afinar sus modelos, planificar mejor futuras misiones y orientar la búsqueda hacia regiones más prometedoras del planeta.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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