Este logro representa una luz al final del túnel para miles de personas que esperan un trasplante renal, muchas veces durante años, debido a la escasez de órganos compatibles. En especial, aquellos con sangre tipo O enfrentan tiempos de espera prolongados, ya que solo pueden recibir órganos del mismo tipo, pero sus riñones sí pueden donarse a otros grupos sanguíneos, aumentando la desigualdad en la disponibilidad.
El problema de la compatibilidad sanguínea
El tipo de sangre de una persona se determina por la presencia de ciertos antígenos en la superficie de los glóbulos rojos. Cuando un órgano con antígenos incompatibles es trasplantado, el sistema inmunológico del receptor lo reconoce como extraño y lo ataca. Por eso, los trasplantes requieren que el donante y el receptor tengan tipos de sangre compatibles.
Aunque existen técnicas para entrenar al cuerpo a aceptar un órgano con sangre diferente, estos procedimientos son complejos, caros, riesgosos y solo funcionan si el donante está vivo, ya que el receptor necesita tiempo para prepararse. En la práctica, esto limita mucho las posibilidades reales de realizar este tipo de trasplantes cruzados.
Transformando el tipo de sangre de un órgano
El equipo de investigadores ha aplicado una técnica que podría cambiar las reglas del juego. Utilizando enzimas descubiertas previamente, fueron capaces de eliminar los antígenos del tipo A presentes en un riñón, convirtiéndolo efectivamente en un órgano con las características del tipo O, considerado el tipo sanguíneo «universal» por su falta de antígenos ABO.
El proceso funciona como unas tijeras moleculares que cortan las moléculas de azúcar responsables de que el sistema inmunitario identifique el órgano como «extraño». Al retirar estos marcadores, el riñón queda libre de las señales que normalmente desencadenarían un rechazo inmunológico inmediato.
El bioquímico Stephen Withers, de la Universidad de Columbia Británica, comparó el procedimiento con quitar la pintura roja de un auto y dejar visible el imprimador neutro: lo que antes era claramente visible como «extraño», ahora se percibe como neutral.
Primera prueba en modelo humano
Este riñón modificado se trasplantó con éxito a un paciente en estado de muerte cerebral, con el consentimiento de su familia. Aunque el órgano comenzó a mostrar signos de recuperar su tipo sanguíneo original al tercer día, la reacción inmunitaria fue más leve de lo que suele observarse en casos de incompatibilidad. Más aún, hubo indicios de que el cuerpo estaba intentando tolerar el órgano.
Aunque este resultado es preliminar, representa un avance significativo porque, por primera vez, se observa esta conversión en un modelo humano real, no solo en laboratorio. Esto permite afinar la técnica y entender mejor los mìanismos de rechazo y aceptación inmunitaria.
Obstáculos y perspectivas
A pesar del optimismo, aún queda un largo camino antes de aplicar este método en pacientes vivos. Uno de los principales desafíos es que los antígenos tipo A comenzaron a reaparecer en el órgano, lo que podría deberse a procesos celulares internos que restauran la expresión de esos marcadores. Resolver este problema es clave para garantizar que la conversión a tipo O sea estable en el tiempo.
Además, los investigadores deben demostrar que este tipo de órganos no solo son funcionales a corto plazo, sino también seguros y eficaces durante años. Es aquí donde el desarrollo de terapias inmunosupresoras más refinadas y la edición genética podrían tener un rol complementario para asegurar la tolerancia del órgano a largo plazo.
Un problema urgente con muchas vías de solución
Cada día, solo en Estados Unidos, mueren 11 personas esperando un trasplante de riñón. La escasez de órganos y los requerimientos de compatibilidad han generado un cuello de botella que la ciencia intenta resolver desde distintos frentes. Algunos laboratorios exploran el uso de riñones de cerdo modificados genéticamente, mientras otros trabajan en nuevos tipos de anticuerpos o en impresión 3D de tejidos.
La conversión enzimática de riñones humanos ya existentes representa una alternativa inmediata, al aprovechar los órganos que de otra forma no podrían usarse en determinados pacientes. A medida que esta técnica se perfeccione, podría abrir la puerta a bancos de órganos universales, facilitando una distribución más justa y eficiente.
De la ciencia básica a la esperanza clínica
Lo que hace unos años parecía un sueño teórico, hoy está más cerca de convertirse en práctica médica. Como señaló el propio Withers, este es el tipo de resultado que demuestra cómo la ciencia básica puede traducirse en beneficios concretos para los pacientes. Y es precisamente este potencial de impacto lo que motiva a los investigadores a seguir perfeccionando la técnica.
Si se logra estabilizar el cambio de tipo sanguíneo en los órganos y se confirman los buenos resultados en humanos vivos, podríamos estar ante un cambio estructural en el acceso a los trasplantes de riñón. Una solución que podría no solo salvar vidas, sino también reducir drásticamente los tiempos de espera y aliviar la carga sobre los sistemas de salud.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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